Primero, los hechos duros y puros. Un tribunal acaba de inventar un nuevo Código Procesal Penal por exigencia de Cristina Kirchner, quien ordenó que le armaran una audiencia pública para atacar a jueces y periodistas que la investigaron y el fiscal y los miembros del tribunal, aceptaron. No existe esa posibilidad, no está contemplada, pero gran parte de la justicia ya se puso al servicio de las necesidades de la vicepresidenta.
Se trata de un avance de extrema gravedad institucional. En lugar de concurrir al juicio oral, como cualquier hijo de vecino, y defenderse en ese ámbito, Cristina Kirchner va a tener un escenario propio para atacar a ese juicio oral y a los magistrados que llevaron esta causa que no es cualquier causa. Es la que más la ocupa y preocupa porque está acusada de haber encubierto a los terroristas que volaron el edificio de la AMIA, en un asesinato masivo de 85 personas.
Un papelón histórico e internacional. Un traje a medida de la vicepresidenta. Pero ese es uno y solo uno de los eslabones de esta cadena de impunidad y privilegios para el kirchnerismo. Casi no hay presos de la cleptocracia y el latrocinio kirchnerista. Pero si el cristinismo gana las próximas elecciones y aumenta su cantidad de diputados, van a lograr poner al jefe de los fiscales que Cristina Kirchner elija como esclavo.
Ese cargo, siempre fue muy importante, pero ahora, con el nuevo sistema acusatorio, pasó a ser casi más importante que un miembro de la Corte Suprema. El Procurador que elija Cristina Kirchner va a tener la llave para abrir o cerrar todas las causas. El plan de la vicepresidenta es impunidad y venganza, cueste lo que cueste y caiga quien caiga. Van a poner a prueba la resistencia del sistema republicano.
Cristina Kirchner sostiene que es una perseguida política por los magistrados, el poder económico concentrado y los medios de comunicación. Una mentira absoluta que repiten los militantes contra viento y marea. La vicepresidenta tiene 8 procesamientos y juicios orales porque fue claramente la jefa de la asociación ilícita que saqueó al estado como nunca había ocurrido en la historia democrática.
Por eso es tan difícil salvarla de la cárcel. Porque hay cientos de pruebas, indicios y testimonios de arrepentidos que contaron con lujo de detalles el plan sistemático de enriquecimiento colosal que llevaron adelante los K. Cristina Kirchner necesita cortarle la cabeza a la Corte, al fiscal Carlos Stornelli, a su jefe Eduardo Casal, al doctor Gustavo Hornos y siguen las firmas, entre los que ella considera enemigos. Todos los días se comen una pieza del ajedrez de los tribunales.
Es un plan sistemático de copamiento de la justicia que se está cumpliendo con una disciplina castrense. Avanzan a paso redoblado y tambor batiente. Que suenen las alarmas institucionales. Un nuevo régimen se está consolidando en la Argentina a la vista de todos. Algunos lo llaman cristinato. Otros, monarquía absolutista. Hay quienes lo definen como tiranía ladri progresista, autocracia o nacional populismo. Ojalá la democracia no se transforme en una democradura.