En un flamante “índice de normalidad’ que comenzó a elaborar la revista The Economist para determinar las respuestas de los países ante la pandemia, la Argentina se ubicó en el puesto 45 sobre 50 países medidos. De los latinoamericanos, sólo Chile está abajo, en el puesto 47. El levantamiento de restricciones y el avance hacia una apertura gradual de actividades es ahora el principal objetivo del Gobierno. Ésa será una de las claves del oficialismo para recuperar la economía luego del bajón del segundo trimestre, mejorar el humor social y llegar mejor parado a las elecciones legislativas.
La reapertura de shoppings en la zona metropolitana, igual que la actividad gastronómica en lugares cerrados y la mayor circulación de gente están generando un esperable repunte en la actividad comercial. Las vacaciones de invierno también impulsarán un salto significativo, teniendo en cuenta que en 2020 no estuvieron permitidas. La meta es evitar nuevos retrocesos en el proceso gradual de normalización.
El factor Ezeiza
¿Cómo se entiende, dentro de esta lógica, la suspensión casi total de vuelos internacionales? Aunque la medida drástica generó críticas de todos lados, la razón hay que buscarla una vez más en la necesidad de sostener el movimiento interno. Si bien el ritmo de vacunación ahora avanza rápido, el porcentaje de la población vacunada con dos dosis apenas supera el 5%. El ingreso de la “variante Delta” del coronavirus haría estragos no sólo en el número de contagios, sino también en la cantidad de internaciones y fallecimientos.
Por otra parte, el aumento de la cantidad de vuelos significa que más argentinos podrán viajar al exterior, pero sin una contrapartida de más ingreso de turistas extranjeros al país, porque continúa prohibido. Los últimos datos disponibles, de abril pasado, son contundentes: ese mes salieron 198.000 argentinos, pero sólo ingresaron 55.000 personas no residentes. Por supuesto, también se produce un impacto negativo en la balanza cambiaria: son mucho más los dólares que salen (incluso para la compra de pasajes) que los que ingresan. Esa tendencia sin duda se acelerará en vacaciones de invierno, si es que se rehabilitan los viajes al exterior.
Las restricciones extremas de vuelos disimulan las malas decisiones que tomó el Gobierno en su estrategia de vacunación. Recién ahora, casi un año más tarde, se decidió el ingreso de vacunas de laboratorios norteamericanos, ante las dificultades de Rusia para proveer la segunda dosis de la Sputnik V, que están ingresando a cuentagotas. Pero esta reacción tardía tampoco representa una solución. Nadie tiene claro a qué ritmo podrían entrar esas nuevas vacunas.El aeropuerto de Ezeiza, inmensamente vacío
Todas las medidas que tome el Gobierno de acá en más deben ser leídas en clave electoral. Por eso, hay una suerte de plan económico en marcha que tiene fecha de finalización: el 14 de noviembre, que es cuando se realizarán las elecciones legislativas. En estos cuatro meses y pico que hay por delante, se apuntará a revertir el malhumor social. Todas las encuestas son coincidentes en que una amplia mayoría (que oscila entre el 65% y 75%) considera que está peor que hace un año. Y lo más complejo aún es que prácticamente la mitad de la gente cree que dentro de un año la situación del país será peor todavía.
Para dar vuelta o como mínimo suavizar esta ola de pesimismo, una de las claves es seguir con las reaperturas y evitar nuevas marchas atrás, en una sociedad que ya no resiste ni desde el punto de vista económica ni social. Pero por supuesto se trata solo de una parte de la estrategia.
Salarios, paritarias y consumo
El “miniplan” económico que llegará hasta las elecciones incluye muchos componentes de las recetas que se han utilizado en los últimos 20 años. La más notoria es la recuperación del consumo interno, que representa más del 65% del PBI.
La presión oficial apunta a la reapertura de paritarias para que los salarios le ganen a la inflación en los próximos meses. De corto plazo es un objetivo factible, teniendo en cuenta que los precios suavizarán su ritmo de suba. En junio el índice habría estado en torno a 3% (estimación del estudio de Orlando Ferreres), lo que representa la tercera caída consecutiva.
El consumo reprimido por la cuarentena del 2020 también se está haciendo notar y ayuda a este objetivo de reactivación. Sin embargo, uno de los principales problemas a la hora de las compras tiene que ver no sólo con la caída del poder adquisitivo, sino con la escasez de crédito. En las casas de electrodomésticos estiman que una de cada tres operaciones de compra se cae por la falta de “espacio” en la tarjeta para realizar la operación en cuotas. El crédito se derrumbó a un ritmo de 10% en términos reales en los últimos doce meses, lo que complica todavía más la salida de la crisisLa firma de la paritaria de Comercio. La clave es que en los meses previos a la cita con las urnas mejor el poder adquisitivo
Otra de las patas de este “miniplan” es-por supuesto- la estabilidad del tipo de cambio. El dólar a $ 170 despertó todas las luces de alerta y el Gobierno salió a reaccionar para frenar la escalada. Tiene margen de maniobra para hacerlo en los próximos meses. La gran incógnita es qué costo deberá pagar tanto para mantener la suba homeopática del tipo de cambio oficial, sino además para que no siga aumentando la brecha cambiaria, que volvió a ubicarse en niveles del 70%.
Lo que sí es posible aventurar, conociendo el comportamiento de los inversores en la previa electoral, es que el Banco Central saldrá debilitado de este recorrido que tiene como primera escala las PASO en septiembre y desemboca en la elección legislativa del 14 de noviembre.
Si bien en la primera parte del año fue posible armar un “colchón” con los dólares que ingresaron del campo, tampoco hay mucho para tirar de la cuerda. En esta segunda parte del año baja sensiblemente la liquidación de divisas por parte de las cerealeras y al mismo tiempo habrá mayor presión dolarizadora. Esto exigirá salir a frenar las presiones tanto con la venta de bonos dolarizados (para deprimir las paridades y bajar el “contado con liquidación”) como con reservas.
Por supuesto que a su vez esto genera otro tipo de interrogante. ¿Cómo estarán las principales variables financieras cuando pase la elección? La fotografía seguramente mostrará un Central que se vuelve a quedar sin reservas líquidas, pero al mismo tiempo muchos pesos emitidos para hacer frente al gasto electoral.
La consultora Equilibra calcula que habrá que salir a volcar alrededor de 1 billón de pesos para cubrir el déficit fiscal, producto de la suba del gasto que se espera para los próximos meses. En este sentido, los bonos para beneficiarios de planes sociales se multiplicarán en los próximos meses. Se trata de un voto afín al kirchnerismo y la idea es no arriesgarse a perderlos debido a la crisis económica y social.
Este nuevo desequilibrio entre una cantidad exigua de dólares y al mismo tiempo un nuevo capítulo de expansión monetaria, plantea serias dudas sobre el arranque de 2022. El peligro de un nuevo desborde cambiario está latente. No se trata de pasar de un ritmo de devaluación del tipo de cambio oficial del orden del 1,3% a otro más cercano al 3 ó 4%. Si solo fuera esto resultaría un dato menor o incluso irrelevante. Tendría lógico que el tipo de cambio vuelva a aumentar al ritmo de la inflación como sucedió a principios de año para evitar perder competitividad.La segunda mitad del año será más desafiante en materia cambiario REUTERS/Agustin Marcarian/Illustration
Sin embargo, el verdadero desafío es ver cómo se administra esa gran expansión de pesos y al mismo tiempo escasa cantidad de reservas para salir a enfrentar la demanda de dólares que podría ocurrir incluso luego de las elecciones.
Por eso, ahora todas las miradas apuntan a lo que podría suceder en el primer trimestre del año próximo. El peligro de una nueva crisis en el verano (como ha sucedido muchas veces en la Argentina) está a la vuelta de la esquina. Existe un peligro real de otro episodio de fuerte devaluación que genera un salto de la brecha cambiaria una vez más arriba del 100%. Se trata del escenario base que manejan los principales bancos y brokers de Wall Street.
Por eso será de una enorme importancia las negociaciones que lleve adelante el ministro de Economía, Martín Guzmán, para llegar a un acuerdo con el FMI, que establezca un sendero serio y un plan económico más allá de las urgencias electorales. Ese compromiso con el Fondo no solo debería contemplar una refinanciación de la deuda a diez años, algo imprescindible.
El arreglo con el FMI también deberá tener metas claras para llegar al equilibrio fiscal, fortalecer el nivel de reservas y recuperar la economía en forma sostenida. También seguramente incluirá un sendero de adecuación tarifaria y baja gradual de subsidios. Será la oportunidad para encauzar expectativas y frenar el fuerte pesimismo de los mercados respecto al rumbo de la Argentina.
Si un acuerdo con el Fondo no es lo suficientemente convincente para recuperar ciertos niveles de confianza, el 2022 podría presentarse muy complicado para la economía y para la estabilidad financiera y cambiaria. Más allá del resultado electoral, existen ciertos caminos que la Argentina deberá atravesar independientemente de quién gobierna. De lo contrario, seguirán sucediéndose las crisis. Y en el medio un deterioro del que resulta cada vez más difícil salir.