Lo protagonizaron las agrupaciones gauchas de la provincia, que eligieron dos escenarios distintos, pero cargados de significado, para rendir, ahí si, su homenaje sincero y desinteresado a los próceres que eligieron esta tierra para alumbrar el nacimiento de la Argentina.
En el imponente Monumento al Bicentenario, una enorme bandera celeste y blanca sostenida por la mano opuesta a la que sujetaba la rienda, se extendió a lo largo de la avenida Mate de Luna.
La flanquearon decenas de tradicionalistas, vestidos a la usanza campera, uniformados con los colores de la tierra y la sangre de sus ponchos, acompasados por el elegante andar de sus cabalgaduras de paso peruano.
El vistoso recorrido de los gauchos fue saludado con aplausos y vítores por la gente que, aprovechando la jornada de sol, se había congregado en el parque Avellaneda.
Y una imagen similar, aunque con un marco diferente, pero igualmente imponente, se vio en las serranías de Raco, que enmarcaron otro desfile de paisanos orgullosos de brindar su homenaje al Día de la Independencia.
La fila fue muy larga y cada uno de sus integrantes se llevó el aplauso y el saludo de los lugareños y de ocasionales visitantes, gratamente sorprendidos por el atractivo desfile, encabezado siempre por la Enseña Patria.
Tanto en el corazón de la ciudad como entre los cerros, una misma canción acortó las distancias. Fue el Himno Nacional Argentino, que marcó el punto culminante de los desfiles de paisanos y su particular homenaje, sin dudas el mejor que se vio este 9 de Julio en el Jardín de la República.