La palabra “garchar” no está en el Diccionario de la Lengua española. Para encontrar registro de su significado hay que acceder al Diccionario de Americanismos, donde se define como “mantener, alguien, relaciones sexuales” y es categorizada como una expresión de uso vulgar. Vulgar significa “que pertenece al vulgo” o “que es impropio de personas cultas o educadas”. Navegando en diversos diccionarios en línea, también puede hallarse una acepción sobrentendida: garchar es estafar. Por ejemplo, “esta bosta no anda y encima… me garcharon con el vuelto”.
La palabra “empatía” sí se puede encontrar en el Diccionario de la Real Academia y expresa la “capacidad de identificarse con alguien y compartir sus sentimientos”. La palabra empatía se puede encontrar en el diccionario, pero no en campaña. El intento desesperado de Victoria Tolosa Paz por empatizar con los jóvenes sólo mostró la superficialidad con que los considera. A ellos, que son más de la mitad de los desocupados del país y de quienes muchos no logran ni terminar el secundario. Son el 20% del padrón general y suman unos 6 millones de personas. Cuando uno habla con ellos, en familias más pobres o más pudientes, coinciden en la dramática dificultad de vislumbrar un futuro. ¿En qué país vivirá Tolosa?
Para identificarse con ellos, la candidata kirchnerista en la provincia de Buenos Aires, donde la pobreza supera el 50%, hizo campaña con algo en lo que hasta ahora, que sepamos, el estado no tiene injerencia, el sexo. “Votennos porque nos gusta garchar como a ustedes”, sería el postulado electoral en el que buscó insuflar pertenencia. Si no es por una alarmante escasez de ideas o una insultante frivolidad, en su búsqueda discursiva se esconde una inquietante admisión: si tienen que apelar al goce sexual, quizás no tiene mucho más que ofrecer ni tampoco mucho que celebrar. Y peor. ¿No se preguntó Tolosa, antes de hablar de sexo, si podía ofender o violentar a quienes siguieran la entrevista, si podía darles pudor, si había alguna víctima de violencia sexual en la audiencia o madres adolescentes? La historia política argentina no está exenta de los cotilleos sobre las alcobas o de las licencias sensuales del poder. Pero si a esta frase la decía un hombre, lo tildaban mínimamente de machirulo. En la voracidad por cazar un voto, Victoria Tolosa Paz no tuvo pudor. Su ejercicio de empatía fue hablar de garchar.
Ponerse en el lugar de los otros tampoco parece ser el don de Sabina Frederic. Era difícil superar el invento cínico de “la sensación de inseguridad” acuñado por Aníbal Fernandez. Pero justificar su inoperancia diciendo que “Suiza es más tranquilo, pero también es más aburrido es de tal desprecio por el sufrimiento de quienes viven aterrados por el delito que uno se pregunta cómo pudo siquiera ocurrírsele, cómo no tuvo un umbral de contención entre la conciencia y la lengua. La gente no se aburre en el conurbano, Ministra. Claramente. Pero no porque se divierta. Esta demasiado ocupada en intentar que no la maten cuando va a trabajar o cuando vuelve a su casa. Está asediada por los narcos. Vive presa en sus casas. No tienen ciudadanía francesa como usted. Aunque eso no sirva ni para pedir disculpas a las víctimas de la inseguridad por banalizar su sufrimiento.
Los comentarios indolentes de Frederic y Tolosa desnudan el divorcio con el sufrimiento de la gente. Y que en el lenguaje, que es la materia con que la política teje confianza, no les sale ni piedad, ni comprensión ni responsabilidad. Tendrían que pedir perdón, pero no sienten ni vergüenza. No la sienten. Y eso no se inventa. Porque en definitiva el lenguaje también habla con lo que calla. La campaña viene siendo bastante esclarecedora. Como afirma el dramaturgo inglés Ben Jonson : “El lenguaje es lo que más revela a una persona; por eso, habla, para que pueda verte”. Vaya si los vemos.
Por Cristina Pérez