Opinión. “Lo que nos dejó la semana“
En la semana que pasó, quedó en evidencia como pocas veces, el hecho de que hay que tenerle mucho miedo a este gobierno de “gabinete emparchado”. Están desesperados y, de acá al domingo 14 de noviembre, son capaces de hacer cualquier cosa por un voto. Están ofreciendo pan (muy poco) para hoy, y hambre para mañana. Y están montando un enorme circo, vertiendo toneladas de chamuyo y mucha “limosna”.
Pretenden hacer, en cinco minutos y a las atropelladas, lo que no hicieron en un año y medio, en el que sí hubo: Cuarentena eterna, Vacunatorio vip, Olivos gate, Economía cerrada, Pobreza, Desocupación, Altísima inflación, Escuelas cerradas, Dedito levantado, Búsqueda de impunidad y venganza. Te prometieron asado, te dieron polenta, y ahora quieren arreglar a los trabajadores privados aumentado el salario mínimo a $32.000, el equivalente a 177 dólares.
Cambiaron la fórmula diciendo que le iban a devolver la dignidad a los jubilados, y le metieron la mano en el bolsillo, como explicó la misma Fernanda Vallejos. Ahora dicen que lo van intentar todo: La suba del mínimo no imponible de ganancias. El bono de 6.000 para los jubilados. Un IFE para 2 millones de personas que todavía no pudieron identificar. La posibilidad de jubilarte a los 55 años, si es que tuviste la suerte de tener aportes registrados durante 30 años.
¿Pero en serio creen que este manotazo de ahogado y esta búsqueda desesperada de votos no se les va a volver en contra, como un boomerang? ¿Y encima van a ser tan irresponsables de echar más nafta al fuego de la política, de la economía, de la pobreza de la pandemia y de los gravísimos errores que cometieron hasta hoy? Sería mucho mejor que comprendieran por qué perdieron.
Y la respuesta, quizás sea, porque montaron tanto circo, abusaron tanto del chamuyo, y ofrecieron tanta limosna disfrazada de trabajo, que ya no les creen más. Y es que, así como en el 2019 el kirchnerismo volvió al poder a costa de mentiras, hoy pretenden repetir la fórmula con la hipocresía del nuevo jefe de Gabinete, Juan Manzur, uno de los primeros imputados del Plan Qunitas.
Quien fue acusado de abuso de autoridad por obstruir la interrupción de un embarazo de una chiquita de 12 años que fue violada por la pareja de su abuela y denunciado por José Cano de fraude en las elecciones de 2015 en Tucumán. Como si eso fuera poco, volvió al Gabinete uno de los dirigentes con más desprestigio, más mal educado y menos eficiente de la Argentina: Aníbal “Patota” Fernández.
El mismo que insulta a las mujeres como Elisa Carrió y Graciela Ocaña. El que ensucia a los muertos que no pueden defenderse, como el fiscal Alberto Nisman. De la mano de estos impresentables, apuntan a que con anuncios que en su gran mayoría no se cumplirán y que, por el contrario, terminarán de destruir a la Argentina, consigan revertir el resultado exhibido en septiembre. Si para muestra basta un botón, con la pandemia hacen algo que va en esa línea.
Y es que a esta altura casi nadie sabe qué se puede hacer y qué no, y llevará días acomodarse a la cantidad de información sobre el fin de las restricciones que el Gobierno, por indisimulable interés electoral, amontonó en un decreto. Advertidos de la intencionalidad, muchos habitantes decidieron continuar con el barbijo puesto. Un ejemplo nada sofisticado pero cercano de la falta de confianza en el Gobierno.
El atropellado fin de las restricciones resulta así tan absurdo como lo fue la cuarentena eterna. Fernán Quirós, ministro de Salud de la Ciudad, alzó su voz de alarma: “Debió ser más organizado, con más tiempo, en más etapas y con mayor previsibilidad para la gente”, lamentó. Su razonable conclusión perdió de vista la angustia del oficialismo, que en su apuro incluso anunció lo mismo más de una vez.
La idea no muy sutil detrás de la ofensiva sería, hay que mostrar gestión, y que se note. En verdad, lo que se advierte más que gestión es desesperación, sentimiento que patentizó el jefe de Gabinete con su sincericidio “que Dios nos ayude”. Pero siguiendo con las restricciones, el oportunismo político lució su impudor con la vuelta de los hinchas al fútbol. ¿Cuál fue el estudio científico que avaló habilitarlo a quienes tienen una sola dosis en su esquema de vacunación?
La última sorpresa llegó en la tarde del viernes desde el Ministerio de Salud. Carla Vizzotti comunicó que se habilitaba la vacunación con Sinopharm a niños de 3 a 11 años. No hay ningún ensayo concluido que confirme la eficacia de dicha vacuna en niños de esa edad, y sólo se está aplicando en China, Bahrein y Emiratos Arabes. Una decisión que parece al menos arriesgada y que justificaría argumentos y explicaciones más detalladas.
En definitiva, el peor gobierno desde la vuelta de la democracia, ha convertido al Estado en una kermés electoral a cielo abierto ya que de la gran piñata llueven subsidios, planes, jubilaciones anticipadas, bicicletas y cocinas al ritmo enloquecido del “Plan Platita”. Y es que están dispuestos a llevar al país al abismo en el intento de ganar los votos que necesitan para mantenerse en el poder.
Ahora bien, por efecto de la desesperación, lo que antes se veía como una dádiva hoy se muestra como lo que en verdad es, un soborno que se paga con una heladera y la ilusión de una Tierra Prometida que nunca llega. Según parece, esa contraprestación no alcanzaría. Devaluada, oxidada, huele a estafa. Quienes la reciben siempre acaban perdiendo y están cada vez peor. Como el dólar, hoy sus votos cotizan más alto.
Sin embargo, la carencia no afecta la dignidad de las personas. Y son muchos los que no se dejan engañar. Así lo reflejan el resultado de las PASO y el testimonio de tantos que, en medio de la necesidad, aceptan la ayuda con trampa que les extienden, pero sin caer en la trampa. Venga la cocina, venga la compu, pero el cartelón del Frente de Todos queda enrollado en un rincón y al cuarto oscuro no me acompaña nadie.
Los campeones del voto cautivo ven cómo, cada vez más, el pez se queda con el señuelo, pero no se traga el anzuelo. Es mucha la bronca y la impotencia acumulada. Y muy larga y evidente la mentira. En medio de esta zozobra, Cristina Kirchner se juega su suerte política o, para ser precisos, la garantía de su impunidad y el destino de sus causas judiciales. El gimnástico y feudal Manzur, llegado de una Tucumán donde los votos se pagan en físico, también apuesta fuerte.
Él aspira a que del zafarrancho pueda salir derechito y sin mácula como candidato a presidente en 2023. Lo mismo pretende, agazapado, Sergio Massa. Incorregibles, deberían corregir al menos sus viejas prácticas, si aspiran al éxito. Porque lo que parece estar implosionando, más que un partido, más que el relato, es la Argentina inviable que las políticas corporativas, clientelistas y extractivas del peronismo han delineado durante los últimos 70 años.
Por otra parte, el presidente, casi desahuciado, no parece aspirar a nada. Pero, acaso en un intento de guardar las formas, le siguen arrimando el micrófono. Ante la mirada insistente y burlona de su mandataria, principal responsable de los daños que produce esta administración, habló en la semana que ya no volverá frente al auditorio más triste y apagado que uno recuerde. A veces se entiende por qué Cristina Kirchner se pregunta para quién juega Alberto Fernández.
Desesperado por resultados inmediatos, el nuevo gabinete no dejó lugar para las dudas: el impulso del consumo y el levantamiento de las restricciones serán los dos caballitos de batalla con los que buscará levantar cabeza en noviembre. Ni los desequilibrios económicos archiconocidos (déficit, inflación, escasez de reservas, atraso cambiario) ni el riesgo epidemiológico de tomar medidas apresuradas e inconsultas son limitaciones para el oficialismo.
Y es que en el gobierno no consideran al futuro y a la calidad de vida de la gente como prioridades de la agenda pública. Es por ello que, en los próximos meses, Juntos por el Cambio tiene el desafío más grande con que puede encontrarse una fuerza de oposición que ya dio pruebas de su competitividad y se prepara para volver a gobernar. Toca demostrar que esto va más allá de un mensaje de desaprobación al Gobierno.
Y es que hay un voto de esperanza del que deben hacerse cargo, que los interpela directamente a ellos. La hoja de ruta es clara: garantizar equilibrio en el Congreso es el paso inmediato e imprescindible para dar el salto en 2023. Sobre todo, considerando que, pase lo que pase el 14 de noviembre, el kirchnerismo intentará redoblar la apuesta, aunque se lleven puesto al país como quedó demostrado con las medidas anunciadas en la semana que pasó para no volver.