“Las hijas de Héctor Saraspe, civil, asesinado por el ERP en Tucumán, se presentaron en una peña de ese grupo terrorista que se reúne con impunidad durante gobiernos democráticos, recordándoles que son unos criminales”, publicó Justicia y Concordia en Twitter.
Las hijas de Saraspe enarbolaban una pancarta que decía: “La verdad contada a medias no es una media verdad, sino un gran mentira. Héctor Oscar Saraspe presente”.
Héctor Oscar Saraspe era el cantinero del bar del club social de su pueblo, Santa Lucía, y fue asesinado a sangre fría por guerrilleros del ERP el 20 de septiembre de 1974, en pleno gobierno constitucional de Isabel Perón.
Saraspe es recordado en el libro “Los otros muertos”, que escribieron Victoria Villarruel y Carlos Manfroni, del libro, reuniendo historias de víctimas del terrorismo de la década de 1970, y un listado de muertos, secuestrados y torturados por la acción del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) y Montoneros.
El asesinato de Saraspe fue una venganza. En octubre de 1972 la policía tucumana intentó detener en Santa Lucía a Ramón Rosa Jiménez, cabecilla del ERP, quien estaba prófugo luego de haber dejado 5 guardiacárceles muertos en su fuga de prisión.
En el enfrentamiento en Santa Lucía resultaron heridos Ramón Rosa Jiménez y otro terrorista del ERP.
Como había una sola ambulancia, llevaron al más grave al hospital. Entonces, el policía Eudoro Ibarra le pidió a Saraspe que trasladara a Jiménez hasta la comisaría para que la ambulancia lo buscara de ahí. Saraspe lo cargó en su auto y lo dejó en la comisaría.
Jiménez murió poco tiempo después y comenzó el calvario de la familia Saraspe. Llamadas telefónicas, amenazas, persecuciones al lugar de trabajo, panfleteadas, pintadas…
Hasta que el 20 de septiembre de 1974 el ERP tomó el pueblo de Santa Lucía para concretar su venganza.
Cortaron las vías telefónicas, y se dividieron en grupos: uno fue hacia la casa de los Saraspe, donde los atendió Graciela, de 8 años, una de las hijas de Héctor, y sin saber que los extraños que preguntaban por su padre eran terroristas, les indicó que estaba en el club. Hacia allí se dirigieron y cuando lo identificaron le pegaron dos tiros en el pecho.
El otro grupo de criminales fue a la casa del policía Ibarra, en donde lo acribillaron de 16 disparos adelante de sus hijos.
No satisfechos con haber asesinado a Héctor, los terroristas continuaron amenazando a la familia Saraspe aún después del atentado: que los iban a secuestrar, a asesinar en misa, a poner una bomba en el cementerio…
Actualmente, estos crímenes, como muchos otros de los “idealistas” del ERP y Montoneros, no son recordados, y mucho menos por los jóvenes.
Sin embargo, ambos asesinatos conmocionaron a esa localidad pedemontana de Santa Lucía.
Saraspe e Ibarra fueron velados durante tres días y el acompañamiento al cementerio se recuerda como el más grande en la historia del sur tucumano.
Las hijas del Sr. Saraspe, civil, asesinado por el ERP en Tucumán se presentaron en una peña de ese grupo terrorista que se reune con impunidad durante gob democráticos recordándoles que son unos criminalles. pic.twitter.com/Kv0uoKzM43
— Justicia y Concordia ? (@Justicia_y_C) September 20, 2019