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Veinte años después del 2001, la misma decadencia

La economía kirchnerista anduvo bárbaro mientras había plata para repartir

de la rúa fernández
De La Rúa - Alberto Fernández
Descacharreo

El espejo retrovisor de dos décadas le dio a la crisis de 2001 la chance de una revisión de cierta perspectiva histórica. “Cierta perspectiva” porque mirar 2001 desde 2021 ofrece incómodos reflujos presentes en término de problemas que se repiten, la falta de dólares, problemas de gobernabilidad, un presidente débil y un índice de pobreza inmoral. Decir reflujo y repetición implica que en realidad son problemas que nunca se solucionaron.

Y aquí encontramos la primera interpelación, por qué si luego de aquélla crisis Argentina transitó la mayor bonanza económica de su historia producto del boom de los commodities, y entre ellos los precios excepcionales de la soja, no pudo revertir la trampa de su decadencia y su postración. Por qué los años de riqueza no fueron una oportunidad de despegue. Se puede sintetizar que la economía kirchnerista anduvo bárbaro mientras había plata para repartir.

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Con o sin bolsos, pero lejos de una matriz productiva tuvo una matriz extractiva, con impuestos que llevaron al punto de lo insoportable la carga tributaria en Argentina pero sin sentar las bases para una economía moderna con crecimiento sustentable. Cuando la plata comenzó a acabarse, primero quisieron tapar la inflación, luego los pobres, luego los delitos y después ante cada problema inventaron un nuevo cepo. El resto es historia conocida.

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La mirada hacia 2001 también ofreció en este aniversario de dos décadas acercamientos más agudos sobre la tensión ideológica y económica de aquella debacle, con un presidente que tenía minoría en el Congreso, al que primero dejó su vice, y luego le bajó el pulgar el líder de su propio partido que era Alfonsín. Sigue en el centro de las discusiones el rol del peronismo, sobre todo en los incidentes en las calles.

Hasta qué punto el Estado puede apropiarse y confiscar los bienes de los ciudadanos con corralitos, devaluaciones, impuestos o cepos, para pagar las cuentas de su ineptitud es una discusión actual, y no saldada que ha reverdecido dos décadas después con cuestionamientos al tamaño del Estado y a su intervencionismo extremo. La actualidad de los problemas de 2001 interpela como pocas cosas a la clase política.

El “que se vayan todos” de entonces hoy se asoma en la natural desconfianza en la política para resolver los problemas, en la búsqueda de referentes fuera del sistema y en la baja de asistencia a las urnas más allá de los efectos de la pandemia. El 2001 no es del todo pasado en Argentina. Su larga sombra nos interpela y nos afecta. Su presencia ominosa como fantasma de los diciembres tiene raíz en la falta de resolución de los problemas que lo hicieron posible.

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Es por ello que hay quienes hablan de las permanentes crisis argentinas. Más bien parece una crisis económica crónica con permanentes mutaciones, para usar una palabra de la pandemia, que redunda en el más lamentable progreso, el que no es el de los ciudadanos sino de la decadencia y la pobreza. No en vano el tango dice en la voz de Carlos Gardel “que veinte años no es nada”.

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