En las últimas horas un conjunto de decisiones y declaraciones del Presidente y sus ministros están sumiendo al país en la incertidumbre y la inquietud. La primera de ellas proviene del ministro de Economía y del propio Presidente. Hasta aquí no hay acuerdo con el FMI y el Gobierno no piensa en modificar su política de déficit fiscal, a pesar de la creciente inflación y de su impacto sobre el nivel de pobreza.
La falta de acuerdo con el FMI genera inquietud por dos razones. La primera, es que, si no llegamos a un acuerdo, el país no solo no podrá pagar los vencimientos de deuda que tiene por delante, sino que también se verá privado de los recursos provenientes del Banco Mundial y del BID, y quizás también de la CAF; se caerá el acuerdo provisorio con el Club de París y habrá que pagar el recargo de 9% de intereses punitivos aceptado por Kicillof sobre esa deuda.
El país seguirá sin contar con financiamiento externo para sus importaciones de bienes de capital y equipos, porque los miembros de ese Club nos excluirán de sus sistemas de seguros de crédito; posiblemente también caerán líneas de crédito bancarias y de proveedores que afectarán aún más a nuestras importaciones y, en algunos casos a las exportaciones realizadas sobre la base de líneas de financiamiento de pre-exportaciones.
Todo ello incrementará la presión sobre los tipos de cambio “paralelos”, encarecerá las importaciones y aquellos productos que tengan insumos importados, y dificultará las exportaciones de los que contengan tales insumo o partes, como los de la industria automotriz o la maquinaria agrícola. La segunda es que la falta de acuerdo quitará incentivos para que el Gobierno modifique las políticas económicas y monetarias que nos han llevado a esta situación.
Respecto de cómo bajar el déficit fiscal solo hubo una vaga referencia del ministro Guzmán a “mejorar la focalización del uso de los recursos del Estado” y a los acuerdos de precios. En cambio, el acento parece estar puesto en los aumentos de impuestos, en su mayor progresividad y en la necesidad de que la AFIP sea más eficiente en la recaudación con los grandes contribuyentes.
Al tiempo que parece haber quedado descartada la posibilidad de ajustes tarifarios importantes, una de las mayores causas de aquel déficit fiscal. Además, el Gobierno está dando indicaciones contradictorias en esa materia. Por una parte, aumenta las tasas de interés (con consecuencias insospechadas sobre el inmenso déficit cuasi-fiscal, que para el ministro Guzmán no es más que “una anomalía”).
Y deja entrever que aumentará el ritmo de devaluación de la moneda local, tal como recomienda el Fondo, pero al mismo tiempo adopta nuevas medidas que afectan a las exportaciones del sector agropecuario, lo contrario de lo que pide el Fondo. Este es un camino que no puede más que generar inquietud e inseguridad sobre el futuro de la Argentina.
¡Es hora de rectificar el rumbo de una buena vez!