El entendimiento con el FMI es una bocanada de oxígeno real para el Gobierno y el país, ante una asfixia en ascenso marcada por un dólar imparable y una sociedad que, aún con sus propios problemas, no dejaba de pedir que este paso se diera. Finalmente, el Gobierno alejó el tan temido escenario de default. La gran pregunta es si aprovechará esta oportunidad para diseñar un plan en los dos años que le restan.
Dicho esto, sin eufemismo, dado que todo individuo o familia planifica sus acciones, nadie va viviendo al tanteo, los gobiernos tampoco pueden administrar sin un rumbo. Tanto para la macroeconomía como para la economía doméstica. Este acuerdo de facilidades extendidas convenido por las partes es la base sobre la que trabajarán para arribar al acuerdo final. Viene con la promesa de no tocar el gasto social, ni las jubilaciones, así como también propiciar obras de infraestructura.
Lo complejo, hasta donde se conoce, es la reducción del déficit fiscal, así como también la no transferencia de partidas del BCRA al Tesoro nacional. Para el FMI este punto representa “la ruta de consolidación fiscal que constituirá un ancla de política clave del programa, en el que también acordamos una estrategia para reducir los subsidios a la energía de manera progresiva”. El Gobierno enfrenta el desafío de impulsar la reactivación económica y agudizar la lucha contra la inflación, pero a su vez evitar que las medidas que adopte impacten en lo social.
El silencio de Cristina Kirchner es el aporte a esta “causa”, de la cual descree. En cuanto a su pensamiento sólo remitirse a sus cartas, tuits o a su exposición en Honduras. No sólo Alberto Fernández sabe que sin este acuerdo no hay 2023. Cristina también. La dura realidad económica impuso lo que la persuasión de AF hacia CFK, no pudo. Este acuerdo, cuando llegue al Congreso -más allá de discursos altisonantes-, será aprobado.
¿Será aprobado? Lo que hasta la media tarde era una certeza (la aprobación), la renuncia y sus fundamentos a la presidencia del bloque de la Cámara de Diputados de la Nación de Máximo Kirchner, genera un espacio de duda. La pregunta que sigue es cuál es el alcance y la representatividad de la misma. ¿Es la retirada del 20% del kirchnerismo duro del gobierno? Esto tiene un final abierto. La carta al Presidente esta vez, la escribió Máximo Kirchner.
El punto crucial es la actitud del Gobierno luego de este alivio económico (posponer pagos hasta el 2026), con monitoreo trimestral del FMI. El desafío del Presidente es reencauzar su gestión y ordenar políticamente su gobierno. Poner certidumbre no sólo en los mercados, sino y principalmente en los dadores de empleo. Argentina tiene pobreza y desocupación en demasía, ante lo cual la única receta de rescate definitivo es la inserción laboral.
Los empresarios deben volver a confiar y eso sólo se logra con señales claras. El Presidente hoy emprende su viaje a Rusia y China -EEUU no lo ve mal y el FMI lo propicia-, con la doble intención por un lado de mejorar y ampliar las reservas del BCRA consiguiendo los DEGs no utilizados por Rusia, y ampliar los swaps chinos. Así como también reencauzar la llegada de inversiones de ambos países a la Argentina.