Martín Guzmán les dijo al Presidente y a sus colegas del gabinete que para la próxima semana espera tener cerradas las conversaciones con los técnicos del Fondo Monetario Internacional por el acuerdo para tomar un crédito por US$ 40.000 millones. Según el relato del ministro, será el momento previo a su propio viaje a Washington para firmar una Carta de Entendimiento con el organismo que luego será enviada al Congreso y, por último, volverá a la capital de Estados Unidos para que el Directorio del Fondo firme el préstamo.
Es un cronograma que, como suele ocurrir, Alberto Fernández dejó en manos de factores que no controla: la Argentina no aceleró las negociaciones con el Fondo por una decisión política, lo hizo porque a fines de marzo debe pagar al Fondo una cuota que supera las reservas disponibles en el Banco Central. Para decirlo de otra manera: si esa cuota hubiese tenido fecha de vencimiento en octubre, las negociaciones, y acaso el “sendero fiscal” de reducción del déficit, podrían haber seguido estirándose.
Por supuesto, la porción del Gobierno que reconoce como jefa a Cristina Kirchner no va a permitir que esa agenda que mostró Guzmán camine con la facilidad de quien salta un renglón o marca con una tilde un punto que considera resuelto. Ayer martes, el formoseño José Mayans dijo que los senadores necesitan conocer el detalle del programa para “saber en qué compromiso” ingresará el país.
Es exactamente lo mismo que habían reclamado los dirigentes de la oposición la semana pasada. El detalle es que Mayans es el jefe de bloque del Frente de Todos. En el equipo de Máximo Kirchner dicen algo parecido para excusarse de adelantar cómo votará el saliente jefe de la bancada oficialista en Diputados. Otra vez, aparece un dilema recurrente del gobierno de Alberto Fernández.
Las voces críticas le salen de abajo de las piedras de su propio jardín y para encontrar apoyos hay que buscarlos con lupa o con telescopio. En sus conversaciones con los técnicos del FMI, Guzmán procura asegurarse un adelanto de dinero para que los desembolsos para pagar cada vencimiento del préstamo que pidió Mauricio Macri no dependan de las evaluaciones trimestrales que prescribe la Carta Orgánica del Fondo.
Más puntualmente, el Gobierno quiere despejarse el panorama de las revisiones en el año próximo. En un año de elecciones seguramente será imposible cumplir las metas de déficit, así que tenemos que tener el dinero antes de que en alguna revisión salte que no respetamos la meta. En Juntos por el Cambio conocen esa particularidad del acuerdo y por eso caminan por un filo que divide dos precipicios.
Para la oposición sería una catástrofe quedar pegados a un gobierno con muy baja popularidad y también ponerse en posición de ser quienes dan el último empujón hacia el default. Por eso es que en los últimos días se acumularon las señales opositoras a favor del acuerdo y los reportes de economistas de ese espacio que sostienen que Guzmán firmará un pacto con metas “cumplibles”.
