Es más que preocupación. Ya es angustia y es miedo lo que genera la inflación. Es el tema dominante porque desestabiliza cualquier certeza en la vida diaria, ya ni pensar en el mes que viene, ver cómo se deshace el valor del dinero entre compra y compra. No es una sensación. A tres semanas de febrero, ya las consultoras privadas encienden la alarma. Sólo por tomar un ejemplo, hay mediciones que al 21 de febrero arroja 3,7% de subas de precios y los alimentos picando a 5%.
La cosa ya tomó velocidad a pesar del acuerdo con el Fondo y de que promete que se va a dejar de emitir en dos años, la desconfianza en el peso es enorme. Aún se puede estar peor. La pulverización del peso es una bomba en la realidad de las familias y agrava por minuto los índices de pobreza. La desesperación por el valor de las cosas es la desesperación por no saber cómo seguir o cómo sostener algo que se va de las manos.
De esto nadie habla y el secretario de comercio sigue en su puesto. El Presidente ofrece una sucesión de discursos donde siempre parece estar enojado. Incluso cuando inaugura algo. Enojado y desconectado de la realidad. Si no hace el ridículo nos toma el pelo. En las últimas horas negó que nos hubiéramos detenido por la pandemia, cuando fue el abanderado de la cuarentena más larga del mundo.
O cree que somos estúpidos o es sólo una táctica para licuar sus responsabilidades. Total, se licua el valor del peso argentino, el valor de la confianza y también tenemos un Presidente licuado, devaluado, que no resuelve los problemas. Cristina Kirchner sigue sin hablar como si eso la alejara de las responsabilidades. Este también es su gobierno, aunque tome distancia y no se haga cargo.
Ya es claro que el kirchnerismo está que trina por el acuerdo con el Fondo y la suba de tarifas está hoy en el centro de sus lamentos. Alicia Castro, la ex embajadora que suele expresar cabalmente a la vicepresidenta afirma que el 60% de subas que pide el Fondo es para lograr un 40%. O sea, lo que Guzmán negocia como un logro es lo que ya tacha con rojo el ala dura y lo denuncia como estrategia para que pase el incremento.
Hoy, ese es el punto de freno de la negociación. Porcentajes que ni mueven el reloj de los subsidios que pueden complicarse aún más si se sigue disparando el precio de los commodities energéticos por la guerra. Cuesta decir esta palabra como parte de la crónica diaria. Este día se inscribe en las páginas de la infamia, como cualquiera en que se elijan los cañones. Aunque parezca lejana, Ucrania está cerca.
Hasta hoy las sanciones económicas sólo parecen haberlo envalentonado y ahora juega al ajedrez con tanques. Vaya aliado ostenta Argentina. Dejarlo consumirse en su fuego parece ser la estrategia frágil del mundo libre. El fuego por aquí tiene otras traducciones. En Corrientes la gente mira al cielo esperando la lluvia que puede calmar los incendios que no pudo apagar la ineptitud. Por terceros hizo anunciar el Presidente que sobrevolará la zona del desastre.
Y no se sabe aún si se animará a tocar tierra. Mientras el Presidente no aterriza en la realidad, la realidad se pone cada vez más difícil para los argentinos de a pie. Menos de un mes separan a la Argentina de un vencimiento que no podrá pagar al Fondo. Allí aguarda, ominoso, el abismo no visitado de un default ante un organismo internacional. Un gobierno dislocado en internas feroces socava su propia gobernabilidad. Ninguno de ellos parece tener noción de lo que pasa en el almacén o en la verdulería.