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El desplante de Máximo Kirchner a Alberto Fernández

Cristina Kirchner apuesta a él para garantizar la continuidad del nacional populismo chavista y de asegurar que logre su impunidad tan deseada.

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Máximo Kirchner no acompañó a Alberto Fernández en la apertura de Sesiones Ordinarias y crece la tensión interna en el Frente de Todos (Foto: NA).
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Máximo Kirchner no brilló por su ausencia porque es imposible hacer brillar a un personaje tan oscuro. Pero su faltazo intencional a la sesión lo convirtió en el eje de muchos análisis sobre la debilidad de Alberto Fernández y la dependencia, incluso sicológica, que el Presidente tiene de Cristina Kirchner y su príncipe heredero. ¿Esta tan mal la Argentina que es importante lo que haga o diga Máximo?

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Es un muchachote que no trabajó en su vida, que no pudo terminar los estudios, que no tiene ni carisma ni formación intelectual destacada. Su único mérito es ser el Nene de Mamá. Un apellido que le sirvió para encaramarse en la conducción del Partido Justicialista bonaerense, en la jefatura del bloque a la que renunció y manejar, a través de sus soldados, las cajas más millonarias del estado.

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Parece una monarquía hereditaria porque la reina Cristina construyó poder de esa manera. Máximo es tan poco inteligente que no se atrevió nunca a enfrentar a un periodista independiente en una entrevista y pocas veces se animó con un periodista militante. Se cree muy vivo, pero es muy tonto. Piensa que nos puede engañar diciendo mentiras infantiles como que no estuvo en el Parlamento porque su hijo empezaba las clases y le hizo una “escena” para que se quede.

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No sabe ni mentir. No hace bien ni el mal. ¿Quién se puede tragar semejante píldora? Pregunta chicanera: ¿Y los miembros de La Cámpora que no movilizaron ni a un solo militante para apoyar al gobierno, también tuvieron que llevar a sus hijos al colegio? Encima involucro en una falsedad a sus hijos. Eso también lo padeció el con sus padres que le hicieron poner el gancho en varios libros y contratos que destilan corrupción por los cuatro costados.

No tienen piedad ni con sus propios hijos. Hacen trapisondas y los meten en la pelea. La gran pregunta es en donde radica su poder de daño. Y otra vez, volvemos a lo mismo. En su apellido. Máximo es el máximo representante de lo que llamo el Cristinato. Su discurso es un aburrido rosario de lugares comunes setentistas, carece de la astucia táctica de su padre y de la buena oratoria de su madre.

Primera reflexión: que el peronismo histórico siga secuestrado por Cristina es insólito, pero tiene cierta lógica de poder. En sus filas no cuentan con un liderazgo que supere los 25% de los votos que conserva la arquitecta egipcia. Pero que el poderoso justicialismo bonaerense se deje atropellar y se arrodille ante Máximo es incomprensible. El grandulón juega con un juguete llamado peronismo que su madre le dio para que se entretenga.

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Factura poder detrás de las polleras de su madre. Máximo Kirchner tiene un máximo de imagen negativa. Además, nunca en su vida ganó una elección encabezando una boleta. Ni siquiera se atrevió a competir en las elecciones internas para elegir autoridades partidarias. Todo lo hace en silencio, desde la oscuridad. Es todo transa en el nombre de su madre. Él tiene la llave de su despacho.

Sus lugartenientes en la Guardia de Hierro de Cristina que es La Cámpora dicen que a Máximo le cuesta ser oficialista. Que se siente cómodo en el papel de opositor. Le cuesta ser oficialista porque destruir es más fácil que construir. Máximo tiene licuado su poder. Ya no puede imponer las cosas con su verticalismo castrense y castrista. Es cierto que fueron muy exitosos en apropiarse de todas las cajas más deseadas y suculentas de la administración pública.

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Y que sembraron las segundas y terceras líneas de los ministerios con talibanes camporistas. Pero también es cierto que sus dogmas ideológicos envejecieron prematuramente, que se convirtieron en burócratas y millonarios en algunos casos y perdieron la rebeldía de la juventud. Viven en un frasco, hablan en inclusivo de los derechos de las minorías, pero se olvidan del derecho de las mayorías. Máximo ya tiene 45 años. Ya no es un pibe.

Es un magnate que sigue utilizando ese look setentista, de pelo largo, barba desprolija, zapatillas y campera. Cristina apuesta a él para garantizar la continuidad del nacional populismo chavista y de asegurar que Cristina logre su impunidad tan deseada. No le hace asco a nada que tenga que ver con la acumulación insaciable de poder y de dinero. En eso es igual a sus padres. Es un millonario que dice combatir a los millonarios. Es el máximo representante del Cristinato.

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