Martín Guzmán no sufrió un repentino ataque de locura. Su desafío al kirchnerismo (“Vamos a gestionar con la gente que esté alineada con el programa económico”, dijo en un programa de TV), sobrevino después de dos conversaciones con Alberto Fernández. Una a su regreso de Brasil, el sábado. La otra, el mismo lunes. En ambas ocasiones el Presidente, palabras más o menos, le dijo lo mismo.
Ni el ministro de Economía, ni nadie, conoce por ahora como será restaurado aquel orden prometido. Porque el oficialismo atraviesa una coyuntura en la cual no se avizora ningún puente tendido entre los bandos en disputa. Quizás el Presidente piense que, por eso mismo, sería el momento de empoderar a todos los funcionarios que no flaquean. Una suerte de reagrupamiento para enfrentar, si es que llega, la instancia de una negociación que abra las puertas a una tregua.
¿O a la ruptura definitiva? Aquella disputa es por el cortísimo plazo. El impacto del índice de la inflación de marzo que se conocerá este miércoles. Guzmán anticipó que estará por encima del 6%. Se verá cuánto. Lo cierto fue que decidió alzar su escudo porque imagina bien lo que ocurrirá el día después. Recrudecerán las críticas sobre él. Desde el Instituto Patria. En esta oportunidad, también de parte de la oposición.
El desacople explica las razones acerca de por qué el grueso de la población sigue divisando un futuro oscuro. Guzmán -también los funcionarios del área que responde a Cristina Fernández– han encontrado en la guerra en Ucrania que desató la invasión de Rusia el anclaje para sus argumentaciones. El ministro repitió en TV que se trata de un fenómeno mundial. Verdad como enunciado general.
Guzmán, quizás sin darse cuenta, trazó su propio límite a la permanencia en el Gobierno. Aseguró que a partir de este mes será posible observar una baja sensible en los indicadores de la inflación. Con las mismas herramientas utilizadas hasta ahora. Idéntico vaticinio había hecho en marzo del 2021. No es lo que piensa el kirchnerismo. Lo verbalizó el Secretario de Comercio, Roberto Feletti, con un pronóstico pesimista: “Si no hay cambios esto se va a poner feo”.
Los rumores sobre supuestos cambios se intensifican. Cualquier ensayo, en ese aspecto, choca siempre contra un problema estructural en el Gobierno. El parcelamiento de los ministerios para conformar la amalgama política en el Frente de Todos. El fenómeno se extiende a todos los estamentos del Estado. Explica las constantes internas y la falta de gestión. Guzmán, quizás por primera vez de modo explícito, no estuvo solo en su raid defensivo.
Tuvo el soporte de Aníbal Fernández. El ministro de Seguridad, ataviado ahora de “albertista”, advirtió que “los que no están de acuerdo” con el rumbo económico “no deberían estorbar”. En una traducción más sincera cabría leer: “Debieran irse”. No se animó a tanto. Aunque replicó la misma frase del ministro de Economía: “Se gobierna con los que están dispuestos a acompañar”, señaló.
La intención de Aníbal tuvo un objetivo superior que la defensa de Guzmán. Apuntaló al Presidente. “No acompañar sus decisiones solo tienden a limar su figura”, alertó. Se colocó en la misma fila que el santafesino Agustín Rossi, cuya pertenencia al “albertismo” se consolidó el año pasado cuando Cristina hizo una alianza con el gobernador Omar Perotti para las legislativas. El Presidente no tuvo otro remedio que acompañar. Les fue muy mal.
Rossi organizó en su provincia un foro de discusión con dirigentes peronistas. Su cierre no dejó dudas: “Tenemos que fortalecer la gestión y fortalecerlo al Presidente”, exhortó. Su nombre está en la grilla de candidatos para cuando Alberto disponga una remodelación del Gabinete. El Presidente le reconoce dos cosas: la eficacia política que demostró cuando fue jefe del bloque en Diputados entre 2005-13; la comprensión que tuvo cuando lo ungió como ministro de Defensa porque debía cederle a Máximo la jefatura del bloque oficial.
Rossi empezó a tejer política en Santa Fe para devolverle, si fuera posible, aquellos reconocimientos a Alberto. Largó la carrera a la gobernación 2023 –Omar Perotti no tiene reelección—ungiendo para dicho cometido al diputado provincial Leandro Busatto. Un dirigente, tal vez, con pergaminos escasos para ese cometido. Pero con linaje respetable: es pariente de José Albistur, amigo íntimo de Alberto y pareja de la diputada bonaerense, Victoria Tolosa Paz.