“Hay que cuidar el mango más que nunca”, se lanzó hoy veloz, casi como si fuera un acto reflejo, el jefe de gobierno porteño y candidato presidencial, Horacio Rodríguez Larreta. Fue un cuestionamiento directo a la política de Alberto Fernández de sumar 29.000 empleados públicos –en situación transitoria hace más de 10 años- a una posición permanente dentro del Estado. Se trata de una iniciativa que se lanzó en diciembre de 2020 y que se implementa desde hace más de un año atrás.
La rapidez de respuesta sobre esta temática específica –el peso del Estado, el costo implícito para los contribuyentes y el impacto final en los precios, una idea nuclear que se sostiene también detrás de los debates por las tarifas de los servicios públicos y los impuestos- tiene una trama proselitista: capturar un espíritu de época que viene expandiéndose muy lentamente y que, como los empleados estatales, aún no tiene un estatus cristalizado en la Argentina; no está claro si es un discurso que permanecerá o si es hijo de una coyuntura, o sea, transitorio. Hasta hoy quien mejor iza la bandera de esta mentalidad es Javier Milei, el “político” que más rápido crece en las encuestas camino a las elecciones.
Rodríguez Larreta –y sus votos- no sólo son amenazados por una fuerza externa libertaria de derecha, sino por la radicalización dentro del PRO, donde es prensado por los extremos que encarnan Mauricio Macri y Patricia Bullrich. La titular del partido propuso el viernes quitarle dos ceros a la moneda; el ex presidente advirtió que “Aerolíneas termina siendo una fábrica de empleo para La Cámpora”. Martín Tetaz, desde la UCR, pide públicamente debatir con Milei.
El economista libertario esmerila las posiciones intermedias en Juntos por el Cambios de la misma manera en la que el Frente de Izquierda va copando los extremos dentro del Frente de Todos. Este se convirtió en un problema fundamental para la vicepresidenta Cristina Kirchner y para La Cámpora, y es el combustible de la interna.
La mentalidad económica argentina
El espíritu de época criollo sigue más cerca del populismo que del libre mercado. Sin embargo, hubo un corrimiento hacia este segundo polo en los últimos tiempos. Un artículo escrito por el decano de la facultad de Ciencias Económicas de la UCA, Carlos Newland, en conjunto con el húngaro Pal Czegledi y el estadounidense Brad Lips, dejó esa conclusión al indagar en la mentalidad económica reinante en la población de una serie de países, entre ellos, la Argentina.
Se tomaron preguntas específicas vinculadas a la economía de la World Values Survey –encuesta de valores que se hace cada cuatro años a nivel global- y se produjo un índice. Esos cuestionamientos elegidos por los especialistas estaban orientados a dar una respuesta de la gente sobre la preferencia sobre la eficiencia, la opción entre la iniciativa pública o privada, la redistribución de los recursos y la responsabilidad del individuo en su performance económica.
Los países con una población más pro mercado fueron Nueva Zelanda, República Checa, Suecia, Estados Unidos, y Bulgaria. Se destacan allí, indicaron los autores, naciones pertenecientes a la “anglosfera”, al norte de Europa, y países pertenecientes en el pasado a la órbita comunista. La Argentina quedó en el puesto 63 de 76 países, o sea, entre los 15 países en los que la población es más proclive a la regulación económica. Allí están también España e Italia –adentro de la Unión Europea, por lo tanto, limitados por instituciones continentales-, Ucrania y Rusia, y raramente, Chile. Las revueltas que terminaron en una nueva constitución y un gobierno de izquierda en el país trasandino –dice Newland- es quizás el mejor ejemplo del descalce entre una elite gobernante y la mentalidad que reina en esa población.
Otro hallazgo del estudio: las nuevas generaciones en las naciones más capitalistas del mundo, como los Estados Unidos, muestran una actitud mucho más proclive a la regulación del Estado, mientras que lo contrario ocurre en los más jóvenes de las ex naciones comunistas, que actualmente son muchos más favorables al capitalismo que sus mayores. Quizás este último punto, tras décadas de dirigismo estatal en la Argentina, expliquen algo del “efecto Milei” entre los jóvenes.
Newland afirma que, como en los 90 (luego de la hiperinflación), la mentalidad a favor del libre mercado puede estar creciendo actualmente como solución alternativa a la propuesta ante la suba de los precios. En rankings previos sobre mentalidad económica de la población en el país, la Argentina estaba diez puestos más cerca del populismo que en la actualidad, lo que refleja, explican los expertos, cierto agotamiento de una determinada pulsión estatista.
Sin embargo, la ubicación actual el país en esa tabla sigue más cerca de una mentalidad populista. Por eso, la actual crisis abre un interrogante de futuro: ¿ese agotamiento detectado por políticos y analistas es un paréntesis tras el que se volverá a una mentalidad más “dirigista” o tiene algo de permanente? Para Newland, la verdad está más cerca de la primera opción.
Los candidatos no tienen problemas con estos vaivenes de la Argentina. Se adaptan fácilmente. La crítica de Larreta a Fernández podría haber ido dirigida en otra época al propio Macri. A fines de octubre de 2009, el entonces jefe de gobierno porteño, pasó 17.000 empleados a planta permanente para “recuperar el prestigio y la calidad del empleo público”. Otro espíritu recorría la Argentina.