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El modelo está muerto, pero el Gobierno trata de ocultarlo

La política económica del kirchnerismo ya dio sobradas muestras de estar en una etapa terminada pese a que persisten los esfuerzos oficiales para evitar lo inevitable: una devaluación y un ajuste fiscal

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Hugo Rafael Chávez Frías, presidente de la Republica Bolivariana de Venezuela, murió en Caracas el 5 de marzo de 2013. Sin embargo, existen hipótesis muy difundidas, aunque no confirmadas, de que en realidad falleció en diciembre de 2012 en La Habana, a donde había ido a tratarse de cáncer. El ocultamiento se habría producido para gestionar (y beneficiarse de) la transición y para dirimir una difícil sucesión política, disputada entre Diosdado Cabello y Nicolás Maduro. La elección recayó finalmente en Maduro, de quien la ex secretaria de Estado de los Estados Unidos Madeleine Albright dijo que “posee todos los defectos y ninguna de las virtudes del líder al que reemplazó”.

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Al modelo económico del cuarto gobierno kirchnerista le ocurre algo análogo a lo que pasaba con Chávez a inicios de 2013. Es muy probable que esté muerto, pero el gobierno se empecina en ocultarlo. La autopsia dirá que la causa mediata de su muerte es un persistente déficit fiscal que, sumando el gobierno nacional, las provincias y el Banco Central (BCRA) fue, en promedio, de 9,3% del PBI entre 2020 y 2022.

Renovamos compromiso

Cristina Kirchner, en su discurso en Avellaneda en junio, argumentó que el déficit fiscal no es el causante de la inflación, comparando para tal fin el de la Argentina con el de otros países del G-20, que en su mayoría tienen déficits fiscales mayores que nuestro país. (La comparación que hizo es engañosa ya que no incluye el déficit del Banco Central, que puede superar el 4% del PBI en la Argentina este año, pero no viene al caso.) Siguiendo con la analogía entre la salud y la economía, es como comparar un paciente diabético, hipertenso, con exceso de peso, fumador y sedentario, la Argentina, con pacientes que vienen en forma y haciéndose todos los chequeos correspondientes, como gran parte de los países del G-20.

La Argentina, defaulteadora serial, confiscadora de depósitos, envilecedora perenne de su moneda, no se puede dar los mismos lujos que otros países. No hay nadie ni en el extranjero ni en el país que quiera comprar deuda del gobierno argentino como para financiar un déficit tan elevado. Entonces el BCRA termina imprimiendo billetes que, también a diferencia de lo que le pasa a la mayoría de los países del G-20, nadie quiere.

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En un discurso en Avellaneda, Cristina Kirchner destacó que en Europa muchos países tienen déficit fiscal, pero no tuvo en cuenta los antecedentes de default y alta inflación que arrastra la Argentina
En un discurso en Avellaneda, Cristina Kirchner destacó que en Europa muchos países tienen déficit fiscal, pero no tuvo en cuenta los antecedentes de default y alta inflación que arrastra la ArgentinaTomás Cuesta – LA NACION

El BCRA imprimió billetes para financiar al fisco por 7,4% del PBI en 2020 y 4,7% en 2021. Se suponía que el acuerdo con el FMI iba a llevar a una reducción importante del financiamiento del BCRA al Gobierno en 2022, al 1% del PBI. Hasta el 8 de julio, sin embargo, llevaba 2,6% del PBI entre financiamiento directo e indirecto, este último mediante la compra de bonos del gobierno por más de 1 billón de pesos desde el 8 de junio, cuando el mercado perdió la confianza en la deuda en pesos. Una parte de esta emisión es “esterilizada” (sacada de circulación) por el Banco Central mediante la emisión de Leliq, las cuales superaron los 7 billones de pesos en julio (casi 10% del PBI). Otra parte, sin embargo, presiona la demanda de bienes y servicios nacionales e importados y por lo tanto la inflación y las reservas internacionales, y también la brecha entre el dólar oficial y los mercados paralelos.

Recolección de Basura

El comunicado oficial que anunció la muerte de Chávez decía que el deceso se produjo por consecuencia de un “infarto fulminante”, no por cáncer. En el caso del modelo del cuarto gobierno kirchnerista ocurrirá algo parecido. La causa inmediata de su debacle no será el déficit fiscal, sino, como ya pasó con la Convertibilidad y con tantos otros modelos, la caída de precios internacionales de nuestras exportaciones.

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Cuando el modelo parecía moribundo a fin de 2020, una fenomenal suba de los precios de la soja, del maíz, y en menor medida, del trigo, sumado a la distribución de Derechos Especiales de Giro por parte del FMI, le permitieron al gobierno estirar la agonía. Entre el campo y el FMI aportaron más de US$14.000 millones extra a la economía argentina. Lo mismo ocurrió luego de las elecciones legislativas de 2021. Parecía que el Gobierno debería devaluar en los primeros meses de 2022. Pero la invasión rusa a Ucrania y otros factores empujaron fuertemente hacia arriba las cotizaciones de nuestras exportaciones. El precio trigo llegó a subir un 66% poco después de la invasión rusa. A esto se sumó que el FMI, increíblemente, expandió el préstamo a la Argentina en US$4500 millones cuando se negoció un nuevo acuerdo en marzo de este año.

La morfina, sin embargo, se terminó. Desde el pico de marzo/mayo de este año los precios de la soja, el maíz y el trigo cayeron un 23%, 26% y 43%, respectivamente. La Reserva Federal de los Estados Unidos está subiendo las tasas de interés para desacelerar la economía y por lo tanto también la inflación. Otros bancos centrales en el mundo están en el mismo proceso, que llevará casi inexorablemente a una recesión global. Con menor actividad y un dólar fuerte frente a otras monedas, los precios de nuestras exportaciones muy probablemente sigan bajando. A esto se suma que las tratativas para poder levantar las restricciones sobre las exportaciones de Ucrania están avanzando. Si el Banco Central no pudo acumular reservas con los precios de nuestras exportaciones en máximos históricos, ¿qué nos espera con precios sustancialmente más bajos? La sequía, tras que éramos pocos, amenaza la cosecha de trigo

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Este panorama global, el elevado déficit fiscal y la pérdida de confianza de los mercados en la deuda local en pesos generaron una dinámica que, como argumenté en mi columna anterior, no se arregla sola. Requiere de acciones políticas y económicas que permitan reestablecer la confianza y eliminar los desequilibrios que dieron lugar a la crisis.

El Gobierno, sin embargo, optó no por resolver la crisis, sino por intentar administrarla y patearla a la próxima administración. En esta clave hay que entender la llegada de Silvina Batakis al Ministerio de Economía. Confesa admiradora de José Ber Gelbard, difícilmente reestablezca la confianza de los mercados y de la población. Si bien parece conocer las palancas del Estado con mayor precisión que Martin Guzmán, y declaró que se sentaría sobre la caja para domar la situación fiscal, difícilmente logre que el déficit primario baje del 3% del PBI en 2022.

Las medidas tomadas entre el Ministerio de Economía y el BCRA en días recientes también apuntan en la misma dirección: revalúo inmobiliario, suba de las retenciones sobre compras en el exterior, continuidad de la restricción sobre las importaciones y la oferta por parte del BCRA de seguros de venta de los bonos del Gobierno a los bancos. Todo apunta a lo mismo: poder seguir emitiendo, un poco menos pero no mucho menos, y lograr que eso no agote las reservas internacionales ni seque el financiamiento del mercado al Gobierno. Es decir, apunta a evitar devaluar y ajustar el gasto público. Movimientos en la administración pública, como la salida de Adrián Cosentino de la Comisión Nacional de Valores (CNV), apuntan en el mismo sentido: los que vienen son mas duros con el mundo empresario que los que se van. Más látigo, digo lapicera, para administrar la crisis.

Silvina Batakis, confesa admiradora de José Ber Gelbard, difícilmente reestablezca la confianza de los mercados y de la población.
Silvina Batakis, confesa admiradora de José Ber Gelbard, difícilmente reestablezca la confianza de los mercados y de la población.AFP

Esta dinámica está generando además un daño importante y duradero a las empresas, los comercios y al sistema financiero. Es decir, a casi toda la economía que genera valor en nuestro país. Sin insumos para producir o productos para vender, miles de empresarios y comerciantes agonizan. El daño es duradero, porque ¿quién va a invertir en una economía que somete a sus empresarios a estos calvarios tan seguido y por tanto tiempo?

El sistema bancario está siendo diezmado mientras tanto. Los bancos están llenándose de bonos del Gobierno y de Leliq, que desplazan así al financiamiento al sector privado. Las Leliq se duplicaron como porcentaje de todos los activos de los bancos desde mayo de 2018, cuando empezó la crisis actual, mientras que los préstamos al sector privado casi se contrajeron a la mitad. La exposición de los bancos al Gobierno y al Banco Central explotó este año, tendencia que se profundizará en los próximos meses (ese es el objetivo del BCRA de haber ofrecido a los bancos un seguro de venta de los bonos del gobierno).

El modelo está muerto, pero el Gobierno sigue intentando dilatar el anuncio. Intenta evitar lo inevitable: una devaluación y un ajuste fiscal. Pero la población ya anticipa la noticia y actúa en consecuencia. Faltan precios y oferta en muchos productos de la economía, el dólar se dispara en los mercados paralelos. Todos saben lo que viene, a pesar de que Alberto Fernandez y Cristina Kirchner se empecinan en ocultarlo.

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