Argentina está gobernada por un triunvirato integrado por Cristina Kirchner, Alberto Fernández y Sergio Massa, de acuerdo a las encuestas que circulan, tanto vice como presidente tienen una imagen negativa del 70% y del 71,6% respectivamente, en tanto que Massa tiene una imagen negativa del 68%. El primer dato a tener en cuenta es que ningún miembro del triunvirato tiene capacidad de generar credibilidad en los agentes económicos.
Sean estos empresarios o consumidores y sin credibilidad no hay posibilidad alguna de llevar adelante un plan económico consistente. Es más, tan poco creíbles son, que mientras Silvina Batakis estaba en Estados Unidos diciéndole a Kristalina Georgieva que tenía el apoyo de Cristina Fernández de Kirchner para hacer el ajuste de las cuentas públicas, acá le estaban serruchando el piso para eyectarla de poder en menos de un mes de gestión.
¿Quién les va a creer en su palabra si ya han mostrado no tener el más mínimo pudor de dejar pagando a su flamante ministra de Economía? ¿Qué puede hacer Sergio Massa en un gobierno con credibilidad por el piso? Muy poco. Tiene que enfrentar dos grandes problemas: 1) distorsión de precios relativos y 2) reformas estructurales. Corregir los precios relativos implica devaluar el peso, corregir las tarifas de los servicios públicos y asumir el costo político de llevar adelante esas medidas.
La corrección de los precios relativos sería un simple “rodrigazo” que generaría más descontento social y mayor caída en la credibilidad del gobierno. Es más, podría desatar un desborde inflacionario aún mayor si no se hace en con un plan económico consistente que respalde ese cambio de precios relativos. Eso le pasó a Celestino Rodrigo, hizo un cambio de precios relativos en un gobierno sin credibilidad y sin un plan económico.
Pero la corrección de los precios relativos no alcanza. Viene otra parte muy complicada que es frenar la inflación, tarea que requiere de poner orden en las cuentas fiscales. El gasto público creció 10 puntos porcentuales por encima de la tasa de inflación y, es importante resaltarlo, crece en todos los rubros del gasto, incluso en las transferencias a las provincias. Este aumento del gasto público en términos reales hizo que el déficit fiscal primario aumentará 240% en el primer semestre de este año con relación al primer semestre del año pasado.
Pero ese aumento del déficit fiscal llevó a una expansión monetaria para financiar el rojo fiscal. Si quieren terminar con la inflación tienen dos opciones: 1) bajar el gasto público o 2) aumentar los ingresos. Con las empresas agonizando por falta de insumos, no se ve que quede mucho jugo en el limón para seguir exprimiéndolo con más impuestos. Si no hay mucho margen para equilibrar las cuentas matando con más impuestos a las personas, solo queda bajar el gasto público.
Tema que no parece estar en el espíritu de un gobierno populista, como lo es el kirchnerismo. ¿Bancará Cristina Fernández de Kirchner y La Cámpora una baja del gasto público? Difícil. La otra opción que tiene Sergio Massa es licuar el gasto público, pero eso requiere de mantener la inflación para aumentar el gasto por debajo de la tasa de inflación con el descontento social que hoy ya domina a la sociedad.
En todos los casos Massa tiene que poner en juego el mínimo capital político que tiene y tratar de poner orden fiscal para lograr mayor disciplina monetaria a los efectos de frenar algo la inflación, con un gobierno que no quiere pagar el costo político del desastre que hizo con su populismo. En materia cambiaria se habla de conseguir dólares para el BCRA. ¿Con qué va a comprar los dólares el BCRA?
Sencillo. Con la maldita emisión monetaria, la cual impactará en la tasa de inflación. Tal vez coloquen más deuda en Leliq y Pases Netos, agrandando el déficit cuasifiscal y rogando que no le estalle antes de las elecciones. Una vez más hay que insistir que muchos se hacen la ilusión de creer que con artificios cambiarios, monetarios y financieros se pueden evitar las reformas estructurales.
Eso puede ocurrir en una economía que no está agonizando como es el caso de la Argentina y zafar durante un tiempo, pero hoy el problema no es solo la falta de dólares en el BCRA, sino, fundamentalmente, un gasto público que hoy ya no tiene otra fuente de financiamiento que no sea la emisión monetaria. Habrá que esperar los anuncios de Massa en materia económica, pero tenemos dos datos fundamentales para evaluar el futuro de su gestión.
Este es un gobierno populista que no cree en la disciplina fiscal y, por lo tanto, es inevitable caer en un proceso megainflacionario. El segundo dato es que es un gobierno con un mínimo de credibilidad en los tres miembros del triunvirato que conforman. No tienen capital político que puedan invertir para cambiar el rumbo. En definitiva, solo un milagro puede evitar que la crisis continúe su rumbo.