Se piense lo que se piense sobre Cristina, hay una cosa cierta y es que ella nunca se embanderó con el peronismo, y menos con Juan Domingo Perón. Cualquiera puede guglear sus actos y discursos: lo que encontrará serán elogios y referencias a Evita, una figura a la que los progres sienten como propia y de la que siempre han querido apropiarse. Pero de repente, la vice se acordó de Perón y hasta hizo cantar y cantó la marcha peronista.
Anoten qué dijo: “Este no es un juicio a Cristina Kirchner. Esto es un juicio al peronismo”. Un detalle: la que tiene juicios y está en problemas es Cristina y son juicios nada menos que por corrupción. Esta vez, con el alcance que tuvo el ventilador de pruebas potenciado por la transmisión en vivo y en directo y su altísimo rating de gente, es decir, de votantes. Otro detalle: “Van por todo, no sólo por mí”.
Claro como el agua clara: necesita que los peronistas salgan a defenderla. El argumento es siempre el mismo, aunque lo presente del derecho y del revés o del revés y del derecho. Por ejemplo, decir que “esto no tiene efecto sobre mí, pero sí sobre el resto de la dirigencia política porque la disciplina”. Más confuso es lo que dijo después: “Esto disciplina la clase política para que nadie se atreva a hacer dos veces lo mismo”.
¿Qué cosa? ¿Darle la misma licitación dos veces a Lázaro Báez? Pero no sólo hubo frases apuntadas al peronismo: también hubo aprietes por todas partes para conseguir adhesiones. A dirigentes del partido, intendentes, gobernadores, legisladores y hasta los jefes de la CGT. No le fue mal con eso. Unos más, otros menos, todos agacharon la cabeza, aunque era evidente que los estaba pegando con actos de corrupción.
Esos, que como no puede explicar ante la Justicia, Cristina intenta negarlos con sarasa política. Se sintió absuelta por la historia, y se creyó la metáfora. La pretensión detrás de la movida es mostrar que ella es la jefa indiscutida del peronismo y que el peronismo se moviliza por ella. También, levantar el ánimo y bajarles línea a los fieles más fieles, con los que no tiene ningún escrúpulo a la hora de buscar deformar los hechos a como dé lugar.
Por supuesta portación de votos, Cristina se cree inmune, aunque mejor sería decir impune. Puede creer que aún mantiene aquel 54% y descreer que en las legislativas pasadas perdió cinco millones de votos. Está mostrando a propios y extraños que no es la exitosa que se cree: lo que hace no lo hace por fortaleza sino por debilidad. Aprovecha el turno de hablar: confía en que ese sigue siendo su fuerte, y más bien espera que confía en que Massa le baje las olas.