Un hombre se abre paso entre la gente sonriente que esperaba a Cristina Kirchner para saludarla antes de que entre a su casa, en Juncal y Uruguay. En la noche, iluminada por las luces de las cámaras de televisión, el hombre levanta su brazo izquierdo y en su mano tatuada sostiene una vieja pistola Bersa calibre 32 automática color negro. El arma está apta para disparar y tiene cinco balas en su cargador.
Cuando la acerca a apenas cinco centímetros de la cara de la vicepresidenta de la Nación, el hombre gatilla. Se escucha el ‘clac’ metálico, pero el disparo no sale del caño porque ningún proyectil estaba en la recámara de la pistola. Retira el brazo, vuelve sobre sus pasos, intenta escapar, pero lo atrapan los custodios de Cristina Kirchner y algunos militantes que estaban en el lugar.
Todo eso ocurrió tan rápido que Cristina Kirchner no alcanzó a darse cuenta de que habían gatillado un arma frente a su cara. En ese momento, cuando el agresor tiró del gatillo, ella intuyó algo, escuchó ese sonido extraño, pero siguió agachándose hacia la calle para levantar un ejemplar de su biografía “Sinceramente” que le habían alcanzado para que lo firmara. Ajena al episodio, siguió firmando libros a cielo abierto.
El instante duró lo que duró, lo que dura un manotazo, y los argentinos tardaron varios minutos en entender lo que había pasado, intuyéndolo en las imágenes fraccionadas que habían conseguido captar las cámaras de televisión y los celulares de algunos asistentes. La política no conoce todavía las consecuencias que tendrá este episodio, totalmente desconocido para la historia contemporánea.
El arco político entero salió a condenar el ataque, con comunicados, tuits y declaraciones oficiales. El Presidente y las principales figuras de la oposición pidieron tranquilidad y repudiaron el ataque de un hombre que había llegado hace casi 30 años de Brasil, cuando todavía era un chico, y que, si uno se guía por lo que publicaba en sus cuentas de redes sociales y por los símbolos que muestran los tatuajes en sus brazos, simpatizaba con las ideas de la ultraderecha radical.
Anoche, la vicepresidenta habló con el presidente Alberto Fernández y con el ministro de Economía, Sergio Massa, los principales miembros de la alianza gobernante. Luego del shock inicial, el Gobierno reaccionó suspendiendo las actividades públicas con un feriado. La CGT se reunirá esta mañana y podría marchar al mediodía. El PJ bonaerense anunció que el acto en el que pensaba hablar Cristina, el congreso partidario que estaba previsto para mañana en Merlo, quedará para más adelante.
La política quedará casi congelada hasta que digiera lo que pudo haber pasado y lo que pasó. Cristina tenía pensado hablar en Merlo, para continuar con su discurso de las últimas semanas. Sin mencionar la crisis económica, la vicepresidenta se dedicó en el vértigo de los últimos días a criticar la acusación de los fiscales de la causa de Vialidad, a castigar al tribunal que la juzgará, a enfrentarse al Gobierno porteño.
Desde el lunes 22 de agosto, cuando los fiscales pidieron 12 años de prisión para la vice, los vectores de la política que se organizan en torno a ella tomaron una velocidad infrecuente. Anoche, en ese instante que no resultó fatal por cuestiones que todavía se investigan, la crisis ingresó en un camino cuyo final se desconoce. Se desconoce porque no tiene antecedentes en la historia democrática, ni siquiera como intento.