No tienen vestuario, pero entrenan igual. Juegan en la Selección Nacional Femenina de Pelota Paleta, pero no cobran. Cyntia “Popy” Pinto y Soledad Frías García saben que el deporte que las apasiona no es tan popular y que quizás por eso su camino parece empinarse más que el de otros atletas, pero eso no las frena. Ponen el corazón, compiten y se destacan: hace tres semanas ganaron el campeonato argentino de primera categoría damas en modalidad trinquete (cancha cerrada), que se jugó en Santa Fe. Es la primera vez que Tucumán sale campeón a nivel nacional en esa división. Ahora van por más.
Este deporte se juega en parejas de dos golpeando una pelota de goma con una paleta contra una pared (“frontón”). Es una variante argentina del juego original conocido como Pelota Vasca.
“Popy” y Soledad juegan juntas. Son las únicas mujeres que practican Pelota Paleta en la provincia en primera categoría. Empezaron cuando eran niñas. “Vengo de una familia pelotari. Jugaban mis abuelos, mi tío, mi padre y mi hermano. Amo mucho este deporte, lo siento como algo que lo llevo en la sangre. He dejado de estudiar las últimas materias de Radiología para poder dedicarme a esto”, cuenta “Popy”, que hace más de 10 años compite en la Selección y en 2021 se consagró campeona del torneo argentino de damas.
Soledad está terminando sus últimas materias de la carrera de Veterinaria y tiene una clínica. No podría dedicarse a la Pelota Paleta sin la ayuda de sus familiares y amigos. Su mamá, por ejemplo, se encarga de la veterinaria mientras ella tiene clases y entrena junto con Cynthia en el Frontón (España 153).
LA GACETA / ANTONIO FERRONI
“En el club las mujeres todavía no tenemos vestuario. Estamos peleando por conseguirlo para poder entrenar más tiempo y tener la tranquilidad de poder decir ‘bueno, juego, me baño y ya me voy y sigo con mis actividades diarias’ y no tener que estar calculando el tiempo para volar a la veterinaria y seguir trabajando”, cuenta Soledad.
Competir y estar a la altura no sólo insume tiempo y desgaste físico y anímico. Para poder practicar el deporte hay que tener buenas zapatillas para evitar lesiones, que pueden costar entre $30.000 y $100.000 según la calidad; una paleta de madera o de carbono que puede costar alrededor de $25.000; y gafas protectoras para cuidar los ojos, que cuestan entre $5.000 y $20.000.
Todo esto sin contar los viajes. Los que son para competir sí son financiados por la Confederación Argentina de Pelota, pero el resto no. “Tenemos que viajar cada 15 días a Buenos Aires para los entrenamientos con la Selección. Y toca costear todos los gastos uno mismo o por ahí acudir a familia, amigos, hacer rifas. Al estar en la Selección, uno tiene un poco más de chances de conseguir que lo ayuden, pero sigue siendo difícil. Cuesta porque el deporte no es conocido entonces no saben qué es ni cómo se juega. No saben que cada vez que Argentina viaja a competir trae muchas medallas de bronce, plata y oro”, explica Sole, que se quiebra al decir que lo más lindo de competir es el momento del himno, llegar al podio “y ver tu bandera”.
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A estas dificultades se le suma una más: ser mujeres y vivir en el interior. “Cuesta más jugar porque somos pocas y toca siempre jugar con varones, que por lo general tienen más fuerza y la velocidad del juego es otra. Entonces a una le toca entrenar mucho más la parte física: ir al gimnasio, sacar fuerza de piernas, velocidad y resistencia, porque los partidos pueden durar 40 minutos, una hora. Y al ser mujer también cuesta más que te dejen entrar. ‘No, con mujeres no juego’, ‘no quiero perder contra mujeres’: hay varones que realmente se enojan mucho cuando pierden”, cuenta.
“Popy” coincide. “Mi papá no quería saber nada de que me dedique a esto porque jugaban todos hombres y era un deporte muy machista. Bueno, hasta el día de hoy lo sigue siendo”.
Sueños
A Soledad le gustaría que la disciplina sea más conocida. “Es muy lindo viajar, estar en la Selección, compartir y participar de torneos. Aunque por ahí no parece de afuera, se juega con mucha estrategia: cuando uno viaja a un torneo lo hace con un delegado o con un entrenador que de afuera te va indicando. Hay que conocer al rival, tiene que haber un estudio. O sea: no es sólo entrar y jugar”, explica.
¿Cuál es la próxima meta? El Mundial y los Panamericanos de Santiago de Chile. “Ojalá podamos seguir representando a la provincia y al país. Lo más gratificante es cuando ganás: ese momento de subir al podio con la bandera”, dice Cynthia. Todos los sacrificios parecen quedar de lado -o quedar justificados- cuando se ponen la camiseta celeste y blanca.