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Cristina Kirchner pasó de dar miedo a dar lástima

Quedó claro que su poder se achicó notablemente y sus proyectiles tienen la pólvora mojada. Entró en la etapa del patetismo rumbo al ocaso de su liderazgo. Nunca antes le habían torcido el brazo y puesto de rodillas como esta vez.

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Cristina Kirchner (Archivo)
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Furiosa como casi siempre, Cristina intentó ocultar su impotencia para imponer a Wado de Pedro como candidato a presidente. Armó un relato absolutamente mentiroso buscando culpables para no reconocer su debilidad política que quedó en evidencia en el cierre de listas. Cristina ya no es lo que era. Con palabras cargadas de ira quiso dar vuelta la realidad de su gran derrota. Se mostró totalmente fuera de la realidad.

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Cristina ya no da miedo, ahora da lástima. Quedó claro que su poder se achicó notablemente y sus proyectiles tienen la pólvora mojada. Entró en la etapa del patetismo rumbo al ocaso de su liderazgo. Nunca antes le habían torcido el brazo y puesto de rodillas como esta vez. Y eso que ella es la que estaba acostumbrada a poner de rodillas a los demás. No se puede tapar el sol con las manos.

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Una vez más profanó el tema de los derechos humanos y utilizó la presentación de uno de los aviones de los vuelos de la muerte para intentar levantar el ánimo a la militancia de brazos caídos. “No lean los diarios, salgan a la calle”, les ordenó. Tal vez por eso prohibió la entrada de periodistas en un gesto autoritario que la caracteriza. Ella solo quiere mostrar lo que ella quiere mostrar. Autoritarismo en estado puro.

A Wado de Pedro, al que humilló y diezmó en su auto estima, tres veces le dijo que no se preocupara. Pero Cristina lo entregó sin la menor culpa. Tiene estómago para pactar hasta con el diablo y no titubea a la hora de transar en beneficio de sus intereses personales de búsqueda de impunidad y su voracidad de poder sin límites. De hecho, su militancia está triste, confundida y en estado de asamblea permanente.

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La falta de capacidad y el capricho de Cristina ya los obligó a votar a grandes revolucionarios como Daniel Scioli en el 2105, Alberto Fernández en el año 2019 y ahora, a Sergio Massa. Ellos, que admiran al Che Guevara y romantizan el terrorismo criminal de la agrupación Montoneros, tienen que militar a un gran amigo de los empresarios más prebendarios, el mercado y los Estados Unidos.

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El diagnóstico del ala extrema del cristinismo asegura que no van a permitir que “Massa preserve el orden neocolonial”. Luis D’Elia prefirió huir del cristinismo en decadencia y se sumó a la lista de Guillermo Moreno en decadencia. No se equivoca nunca. D’Elía, levantó su voz denunciando que Massa “no tiene un carajo que ver con el peronismo. Es un neoliberal, conservador que va a ejecutar el ajuste más salvaje ordenado por el FMI”.

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Le faltó agregar que es un fullero, es decir el que hace trampa todo el tiempo. Así lo caracterizó Cristina. La falsedad más grave e insólita fue cuando en un descarado y soberbio autobombo, la reina del Calafate, dijo que “la dirigente que más medía, está proscripta”. Y ahí está la cobardía mayor. Porque utiliza el verso de que está proscripta cuando claramente no lo está, para ocultar su temor a recibir una paliza electoral de gran envergadura.

Si tuviera coraje, Cristina se hubiese presentado de candidata a presidenta. Todo el tiempo y en todos los actos le cantaban “Cristina Presidenta” y nada. No se hagan los rulos. Yo ya dí todo. Comprensión de textos. Eufemismos para no confesar la realidad: pánico a ser la mariscal de la peor derrota del peronismo en su historia. Se vio a Cristina tan despechada que le pegó a Alberto que es como pegarle a una bolsa vacía en el suelo.

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Lo dijimos, Cristina ya no da miedo, da lástima. Es un problema de ellos. De este gobierno y de este peronismo a la deriva. Pero faltan más de 5 meses de mandato de este gobierno de inútiles y autoritarios. Es insólito que el responsable de la hecatombe económica sea candidato a presidente. Massa generó una inflación por las nubes, sequía de dólares en las reservas, pobreza creciente y empresas que huyen del país.

Pero es lo que hay. Es lo menos malo que tienen. En ese marco, cabe preguntarse entonces: ¿Estamos asistiendo a la caída de la monarquía patagónica? Todavía falta. El viernes de la semana pasada, Cristina Kirchner perdió la mitad de la batalla. Falta la otra mitad y es que sean derrotados en las urnas en la provincia de Buenos Aires. Cristina lo sabe. Su furia y cobardía, también.

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