Un mes atrás, la provincia de Chaco empezó a ser protagonista del horror absoluto de la mano del clan Sena, una familia que ostentaba el poder mediante la política y que creía que podía actuar impunemente.
La trama detrás del femicidio de Cecilia Strzyzowskicomenzó muchos meses antes del crimen. Para la fiscalía, no hay dudas de que César Mario Alejandro Sena, su pareja y a quien conoció por Tinder en 2021, junto a sus padres Emerenciano Sena y Marcela Verónica Acuña, planearon el asesinato.
Con engaños, César convenció a Cecilia de viajar con él a la ciudad de Ushuaia, prometiéndole vivienda y un trabajo estable donde iba a ganar 350 mil pesos por mes. La joven tenía un empleo como auxiliar en un centro de salud del barrio Emerenciano, donde cobraba apenas un plan social, y la oferta de su pareja le pareció tentadora. Lo dudó, pero finalmente aceptó mudarse al sur con su exesposo, de quien se había divorciado a poco tiempo de casarse, pero con quien convivía en la casa de su propia abuela.
El fatídico 2 de junio de 2023, a las 9:16 de la mañana, César ingresó con Cecilia a la residencia de sus padres ubicada en la calle Santa María de Oro al 1460, de la ciudad de Resistencia. La joven cargaba una valija negra que le había regalado su tía abuela, llevaba puesto un buzo de color rosa y también tenía una mochila. Estaba lista para emprender el viaje. Sin embargo, de esa casa no salió por sus propios medios.
Con total impunidad, infundiendo terror y poder: así se deshicieron del cuerpo de Cecilia
Las pericias recolectadas por los investigadores señalan que entre las 12:13 y las 13:01 de ese día, el clan Sena perpetró el brutal crimen. De la vivienda a Cecilia la sacaron adentro de una bolsa y envuelta en una frazada de color marrón, arriba de la camioneta de César Sena. Los cómplices fueron cuatro, quienes hoy siguen detenidos por encubrir al matrimonio y a su hijo, los poderosos dirigentes piqueteros de Chaco.
Uno de los colaboradores que ayudó a la familia a deshacerse del cuerpo fue Gustavo Obregón, el chofer del clan, que aportó datos significativos a la causa. Su testimonio fue clave para encontrar lo que queda de la víctima, al igual que sus pertenencias.
Al declarar ante la Justicia, lo primero que dijo Obregón fue que cuando llegó a la casa de los Sena, a las 16.58 de ese 2 de junio, el cuerpo de la joven estaba tirado en el interior de una de las tres habitaciones que tiene la vivienda de Santa María de Oro.
“Fui a la casa porque Marcela Acuña me había mandado un mensaje diciendo que le pareció haber visto un cuerpo, que su hijo estaba lastimado y que vaya urgente. Ella me dijo que ya se había ido del lugar, que adentro de la casa estaba César, y que Emerenciano había salido minutos antes. Cuando llegué, entré a la habitación alumbrando con la linterna de mi celular y veo que en la esquina de la pared pegada al baño había un bulto largo, todo envuelto. Era un cuerpo”, declaró el empleado ante la Justicia.
Lo que le llamó la atención además fue que César tenía marcas en su cuello, las cuales no le había visto el día anterior. Esas lesiones corresponden a rasguños que la Justicia sospecha que la víctima le habría provocado en un intento por defenderse.
Después de ver el cadáver envuelto en la frazada, Obregón llamó a su esposa, Fabiana González, otra de las imputadas por encubrir a los principales responsables del crimen. Minutos después, volvió a la escena la dueña de casa. Las cámaras de seguridad muestran que tanto a Marcela Acuña, como Fabiana, entraron una y otra vez a la casa, planeando lo que sería el descarte de cualquier prueba que los incriminara.
Dos horas después, las cámaras de seguridad muestran a Gustavo Obregón saliendo de la casa a bordo de su auto marca Citroën Cactus color gris. En una Toyota Hilux blanca, detrás de él, salió César Sena.
“Gusti, ayudame a sacar esto. Tenemos que ir al campo”, le dijo César a Obregón, a las 19 de ese mismo día, según el pedido de prisión preventiva que hizo la fiscalía y al que TN tuvo acceso. “Eso” era el cuerpo de Cecilia. Adentro de la cajuela de la camioneta habían cargado el cadáver de la joven de 28 años. “Estaba duro y era pesado. Yo estaba nervioso y tenía miedo. César era mi jefe, no podía negarme”, dijo el chofer en su testimonio como imputado.
Declaró además que el joven le pidió que llevara consigo un bidón con nafta. Obregón lo guardó en el asiento de atrás y emprendieron marcha hacia la famosa “chanchería” del barrio Emerenciano, cerca del paraje Tres Horquetas, a unos 25 km de Resistencia.
Después de varios minutos, ambos llegaron en autos diferentes a la Ruta 11, kilometro 1.016 y medio, que es la entrada al campo de los Sena. “Él me decía que mire para todos lados por si no había ‘moros en la costa’. Entramos por la tranquera, yo estacioné el auto y fui hasta la casa que está en esa propiedad para buscarlo a Gustavo Melgarejo”, contó Obregón.
Justamente, el casero de esa vivienda es otro de los imputados por encubrimiento junto a su pareja Griselda Lucía Reinoso. A pesar de que el chofer aseguró no haberlos visto ese día, la Justicia presupone que sí estaban en el momento en el que incineraron el cuerpo.
Frente a una “virgencita” y con el fuego “a rojo vivo”
Una vez adentro del campo Tres Horquetas, también conocido como “Campo Rossi”, César Sena descargó el cadáver de su pareja, lo colocó arriba de unas leñas, volcó el bidón de nafta y prendió fuego. Así lo relató Obregón.
“Cuando volví para el lado donde estaba César, él ya había bajado el cuerpo. Había un montón de leña apiñada, en frente de una virgencita, a unos 150 metros de la casa. Lo que estaba adentro de la frazada ya estaba envuelto en llamas”, aseguró el chofer de Sena. “Se me cruzó todo el tiempo que lo que estábamos quemando era una persona”, sumó.
De una forma sumamente macabra, mientras los restos que quedaban de Cecilia eran consumidos por el fuego, al que Obregón describió que estaba “al rojo vivo”, Sena charlaba con su chofer lo más tranquilo. “Me decía si íbamos a ir a jugar al pool, me hablaba de otras cosas”, sostuvo en su relato.
“Mientras el cuerpo se quemaba, pude observar en ese momento que César estaba manipulando dos celulares. Vi por la luz nomás, que el escribía en uno y después escribía en otro. Ahí no hay nada de luz, estaba todo oscuro, solamente se veía la luz del fuego y de los celulares. Él estaba parado entre la camioneta y el fuego”, describió, lo que da a entender que podría tener en sus manos el celular de la víctima.
“Yo estaba asustado, tenía miedo, tenía respeto y todo junto. Por eso en el momento no salí hablar ni nada. Era yo contra todo el mundo, porque todos en el barrio decían que César era inocente, inclusive no solo la gente del barrio, también gente de otro entorno”, afirmó Obregón.
A las 21, el cuerpo ya estaba totalmente calcinado y de ese bulto quedaban solo cenizas.
Mientras la mamá de Cecilia buscaba a su hija, los Sena se deshacían de los restos
Obregón contó que ayudó a los Sena a juntar los restos que habían quedado en el campo Rossi y que los colocaron en distintas bolsas de residuo de 40×80, que luego fueron descartadas en distintos puntos de Resistencia.
“El 6 de junio agarramos una pala y las bolsitas que César me mandó a comprar a Carrefour y nos fuimos caminando en frente de la virgen, donde se incineró el bulto. Ahí llegamos, yo le abrí las bolsas a César y él comenzó a cargar las dos bolsas con la pala, juntando las cenizas desde el medio de la quema. En ningún momento vi huesos grandes, pero sí podía observar que había huesos chiquititos”, declaró el chofer.
Ese mismo día, la mamá de Cecilia, Gloria Romero, se enteró de que su hija estaba desaparecida gracias a una persona desconocida que se acercó a su casa y le dijo “vi a tu hija y estaba en peligro”. La mujer hizo la denuncia y la búsqueda comenzó.
Aunque el cuerpo de Cecilia no se encontró en su totalidad, en días posteriores, a orillas del río Tragadero, los investigadores encotraron restos óseos humanos calcinados que, se presume, son de la joven chaqueña. Ese lugar fue marcado por Obregón.
Los resultados de las pruebas científicas estarán listos para la semana entrante, según aseguró el abogado que trabaja con la querella, Fernando Burlando, a TN. “El primero de los huesos mide 3,5 centímetros de largo y 0,7 de ancho y se corresponde a una falange de una mano”, dijo.
“El segundo 3,5 centímetros de largo y 1,3 de ancho que pertenecen a un dedo del pie”, mientras que el tercero de 2,5 centímetros de largo y 2,3 de ancho que “se correspondería a un hueso largo, con uno de sus extremos seccionado, en forma transversal, lo que lo hace estar representado en forma incompleta”.
En el barrio Emerenciano también se hallaron algunas pertenencias de la víctima, tales como un dije en forma de cruz que fue reconocido por su madre y su tía-abuela, el anillo de casamiento, la valija con la que había salido al supuesto viaje que le habían prometido, y hasta el buzo rosa que traía puesto la última vez que la vieron con vida.