Alicia Tolomei siempre tuvo el deseo de cursar Derecho. Lo cumplió luego de jubilarse y, a mitad de camino, perdió la visión de un ojo. Madre de seis y abuela de 15, dijo a TN: “A esta edad, cuando lo normal es retirarse, yo recién estoy empezando”.
Alicia Tolomei tiene bien identificado el momento que provocó un giro en su vida: “Mi hija menor se recibió de abogada, me invitó a trabajar con ella y fui, pero yo quería dar un paso más, así que le dije: ‘¿Qué te parece si me pongo a estudiar también?’. Y así empecé. Esto fue en 2018″.
A los 74 años, con seis hijos y 15 nietos, esta vecina de San Isidro cumplió el sueño que tenía desde chica y “las cosas de la vida” le habían impedido conquistar hasta hoy: recibirse de abogada.
“Me anoté varias veces para cursar la carrera. Lo hice desde muy joven. Pero cada vez que empezaba, quedaba embarazada y tenía que dejar”, sitúa en charla con TN.
“La Colo”, como la conocen familiares y amigos, siempre se jactó de ser “muy estudiosa” y eso fue lo que intentó inculcarles a sus hijos Juan (51), Pablo (49), Karina (46), Ana (42), Laura (37) y Florencia (30). “Entre las chicas, una es contadora, la otra médica, otra es nutricionista y la restante, abogada. Faltaba la vieja loca nomás”, bromea.
En medio de la carrera, Alicia perdió la visión de un ojo: “Pensé en abandonar una vez más”
Además del trabajo de toda una vida como docente de Catequesis, Alicia estudió economía (“Me fue muy bien, pero no me gustaba y abandoné”) y se recibió de cocinera y pastelera profesional. Sin embargo, nunca dejó de sentir que algo le faltaba, y que el Derecho era una especie de amor no correspondido.
“Era como un sueño que quedó guardado en un cajón, y pensé que nunca iba a abrirlo. Pero se recibió Florencia y fue como si se me hubiese reavivado la llama”, describe.
Las primeras tareas en el estudio jurídico de su hija menor fueron como inyecciones de confianza: “Ayudaba, me manejaba muy bien. Hacía demandas, atendía al público. Siempre me gustó”.
Una mañana, Alicia tomó impulso y se inscribió en la Universidad de San Isidro. “Empecé a estudiar y, al mismo tiempo, trabajaba en el estudio. Fue así hasta que llegó la pandemia”, recuerda.
En la semana previa a que se decretara el aislamiento obligatorio, la vida la puso a prueba: Alicia perdió la visión del ojo derecho. “Me operaron de cataratas y me lo vaciaron. El 15 de marzo de 2020, ya no veía nada”, menciona.
La primera reacción -reconoce- fue el deseo de abandonar. “Total, ya lo había hecho tantas veces. Iba a ser una más. Por otro lado, la pandemia provocó una deserción muy grande y el grupo quedó muy diezmado. Pero la directora de la carrera siempre me alentó a seguir. Fue una compañera en todos estos años”, remarca.
Alicia no se dejó doblegar. Ni la lesión en la vista, la edad, las restricciones derivadas de la pandemia ni las exigencias propias de actividad universitaria pudieron torcer su voluntad. Todos los días, ella se ponía la alarma a las cuatro de la mañana para triunfar en la carrera contra los apuntes amontonados en la mesa del comedor. “Cursaba y rendía, cursaba y rendía. Y así pude recibirme en cuatro años”, se enorgullece.
“No voy a negar que tuve momentos de mucha tensión. Hubo materias complicadas, pero no me ‘bocharon’ en ninguna. Estudiaba, eh. Estudiaba mucho”, remarca, y vuelve a alzar la voz: “Por más que haya sido en una facultad privada, no te recibís así nomás. Eso es un mito. Veo chicos que los rebotan hasta tres veces en la misma materia”.
“A los 74 años lo normal es retirarse, yo recién estoy empezando”
El martes pasado, Alicia debió sortear un último obstáculo: rendir Derecho Internacional Privado, “la materia más difícil, el famoso ‘filtro’, el eje de la carrera”. Fuera del aula, su esposo César (82, también jubilado), hijos y nietos la esperaban con cotillón, harina y huevos. El ritual clásico dirigido a quien finaliza una carrera. “La Colo” rindió el examen final y obtuvo una calificación de 9.
“Estaban enloquecidos en la familia. Vinieron todos y lloraban conmigo. Yo tenía unos nervios bárbaros. ¿Y si me iba mal?”, se pregunta hoy, sin las tensiones de la previa. “Ahora me siento como en una nube”, acota.
“Fueron cuatro años fantásticos, y nunca sentí que se me tuviera compasión por mi edad”, sonríe, y vuelve a ponerse seria: “Tuve una sola profesora que fue mala, que nunca me respetó y me trató mal en todo el cuatrimestre. Me costó, sufrí mucho porque me sentía maltratada, pero vencí”.
Ya con el título en mano, Alicia analiza las ofertas laborales que empiezan a llegar: le ofrecieron sumarse al Colegio de Abogados de San Isidro y dar clases en la facultad. “Tengo un montón de proyectos. Me siento como si tuviera 30 años. Pensar que, a esta altura de la vida, lo normal es retirarse y quedarse tranquilo en casa. Yo estoy empezando”.