Débora y su marido Diego son tucumanos que se mudaron a Buenos Aires para probar suerte como muchos comprovincianos que dejan la provincia en busca de un futuro mejor. Lo novedoso y, por lo que hoy son noticia en todo el país, es que emprendieron un negocio que solo contrata a personas jubiladas para darles a ellas una mejor calidad de vida.
Pusieron un restaurante al que llamaron “Las nonas, Petrona y Ramona” y tomaron la decisión de contratar exclusivamente a mayores de 60 años para ayudarles a mejorar sus ingresos y afrontar los gastos cotidianos.
En una entrevista para el programa Telenoche, los tucumanos contaron que percibían que trabajar con gente muy joven era un problema por lo poco que duraba en sus puestos. Al poco tiempo se iban y quedaban colgados. Por este motivo, Débora y Diego decidieron ir a buscar gente mayor. Por su compromiso, por las ganas que tienen de salir adelante y el valor que le dan a la palabra empeñada.
El restaurante “Las Nonas Ramona y Petrona” queda en Tres Arroyos al 399 en el barrio de Villa Crespo. Con este nombre, los dueños deben rendir homenaje a las abuelas de la familia, cuyas recetas caseras sirven como base para el menú ofrecido en el local. Además, su objetivo trasciende lo culinario: buscan crear un espacio laboral donde los jubilados se sientan valorados y puedan contribuir con sus habilidades y experiencia.
Cómo nació el restaurante que contrata jubilados
La génesis de “Las nonas, Petrona y Ramona” surgió en un momento de necesidad. Ante la falta de oportunidades laborales y con Débora embarazada, la pareja decidió apostar por la venta de empanadas y pastas caseras, utilizando las recetas transmitidas por sus abuelas.
Esta iniciativa no solo se convirtió en un negocio exitoso, sino que también se transformó en una plataforma de inclusión para personas mayores. “Es un desafío para ellos, y por eso toman el compromiso y lo cumplen mejor que muchos menores de 30 -sostuvieron los dueños- Porque tienen responsabilidad, mucho respeto y honestidad y, a pesar de su edad, ganas de salir adelante”.
Los testimonios de los jubilados que trabajan en el restaurante son conmovedores. Mónica, una de las empleadas, relató cómo se levanta temprano todas las mañanas y viaja durante dos horas desde González Catán para llegar al trabajo.
A pesar del sacrificio, Mónica y sus compañeros valoran la oportunidad de trabajar en un ambiente donde se sienten parte de una familia.