A Cristina Kirchner no le gusta nada la interna que se desató en su espacio político. El que conduce y sobre el que tiene un enorme poder de influencia. No le gustan los dardos críticos de Andrés “Cuervo” Larroque, ni las acusaciones de Mario Secco. Mucho menos le gusta que el kirchnerismo quede expuesto ante la sociedad como una fuerza política que se está mirando el ombligo. La ex presidenta cree que esta interna a cielo abierto es dañina para todos los integrantes del kirchnerismo. En varios sectores del peronismo piensan lo mismo.
Incluso, creen que no solo golpea a los K, sino también a todo el resto de la coalición. Sobre todo, teniendo en cuenta que las diferencias internas carcomieron las bases del gobierno de Alberto Fernández, hasta terminar quebrando la estructura política edificada en el 2019. En el Instituto Patria aseguran que la avanzada del círculo político y territorial que rodea a Axel Kicillof son para formar parte de la mesa donde se negociarán las listas el próximo año.
Es lo que cree la ex vicepresidenta. Está segura que ese es el principal objetivo. No coincide con el mensaje ni las formas. Y, sobre todo, advierte que es una discusión que está fuera de tiempo. Para discutir lugares y poder todavía hay mucho camino por recorrer. “No es un problema de los mensajes de WhatsApp. Es una mentira eso. Es una discusión a destiempo para participar de una mesa política”, explican en el entorno de la ex presidenta.
Quienes se comunican a menudo con ella aseguran que el mensaje puede venir a través de su secretario, pero que, si es algo trascendente, lo dice ella por teléfono o en forma personal. La referencia es al discurso del “Cuervo” Larroque, que aseguró que la conducción de Cristina Kirchner son “tres ñatos que mandan un wWhatsapp” y propuso discutir esa forma de liderazgo. El eje de la agenda política está muy lejos de ser electoral.
Cristina Kirchner entiende que la interna aleja al espacio político de la gente. Es un pensamiento lógico. Lo mismo piensan en distintos sectores del peronismo. Falta de tacto. La mayoría de los argentinos están teniendo problemas para llegar a fin de mes, mientras que la principal fuerza de la oposición volvió a sumirse en una discusión de poder. Por momentos, el peronismo parece estar desenfocado. Sin un rumbo claro.
Le incomoda el fenómeno arrollador de Milei, la apertura de una discusión cultural sin precedentes y el apoyo que tiene en la sociedad. No terminan de posicionarse en el mapa nacional porque no hay una línea argumental que hile todo el relato opositor. Y, además, todo ocurre a una velocidad inusitada. En la alianza opositora cada cual atiende su juego y parece ser una foto bastante normal del momento que viven.
Teniendo en cuenta que van cinco meses de gestión y el golpe el electoral terminó de quebrar el andamiaje político del Frente de Todos, reconvertido en Unión por la Patria. En diciembre nadie en el peronismo tenía claridad de cuándo se iba a desatar un nuevo capítulo de la interna. Eran pocos los que apostaban que podía suceder en tan corto plazo. Pero sucedió.
La postura de no alimentar la interna con más declaraciones públicas va de la mano del pensamiento de CFK y encuentra un punto de coincidencia en lo que piensan muchos dirigentes del peronismo por estas horas. “Discutamos para adentro. La gente nos mira y nos vuelve a dar vuelta la cara”, sostuvo un legislador nacional que conoce los pormenores de la conflictiva etapa que vive el peronismo bonaerense.
Desde el kirchnerismo duro le quieren hacer entender a Kicillof que su proyección como líder y candidato del espacio es viable solo si cuenta con el apoyo de Cristina Kirchner. El motivo es sencillo y concreto. El gobernador bonaerense representa la política y la mirada ideológica de la ex presidenta. “Si CFK se apaga, se apaga el 80% de Axel”, sentenciaron en el círculo más chico de Máximo Kirchner. Definiciones sin ironías ni doble sentido. Una sola interpretación. Un mensaje más que claro.