Es un secreto de Estado que Alberto Fernández sólo compartió con sus ministros y secretarios más cercanos: el presidente extenderá la cuarentena obligatoria para evitar que la pandemia del coronavirus explote de lleno en el conurbano bonaerense y la Capital Federal. Aún no decidió la cantidad de días de su ampliación efectiva pero todo dependerá del número de contagiados que cause la pandemia hasta fines de marzo.
La decisión se apoya en la lógica cartesiana que aplica el Presidente para la toma de sus decisiones: si cuando termina la cuarentena -31 de marzo-, se aplanó la curva y dio resultado, por qué ordenar su levantamiento a la espera del pico que está previsto para mediados de abril. Y al revés: si cuando termina la cuarentena, la curva no se aplanó y es el único antídoto conocido, por qué dejar al azar a millones de argentinos frente a la pandemia.
Alberto Fernández atiende todos los frentes que abre el avance del virus. Se preocupa por la cantidad de camas disponibles, los respiradores que harán falta, la ayuda económica y social para los sectores más vulnerables y el control de las fallas de la cuarentena ante la negligencia de miles de argentinos que se tomaron la medida excepcional como un bonus track de las vacaciones que ya tuvieron en el verano.
Pero el mandatario aún no encontró la solución al impacto psicológico que podría haber en la sociedad cuando anuncie que extenderá el aislamiento para evitar que embista a cientos de familias en el conurbano bonaerense y la Capital Federal.
De todas maneras, Alberto Fernández explicará sus razones de estado basadas en estudios científicos que todos los días llegan a su computadora o su cuenta de Whatsapp.
Hace unos días, Ginés González García envió al jefe de Estado un informe reservado que alertaba sobre cuatro escenarios posibles de pandemia en la Argentina. En ese dossier, el ministro de Salud escribió: “Evaluados los cuatro escenarios y en función de la oportunidad de las medidas adoptadas por la Argentina hasta el momento, y si se adoptan nuevas medidas escalonadas, se podría esperar el logro de un aplanamiento de la curva que permitiría llegar a principios del mes de junio con un total aproximado de 250.000 casos”.
Y agregó González García sin eufemismos: “En caso de que las medidas se adoptaran tardíamente, esto es, luego de que se verificara el crecimiento exponencial de la tasa de crecimiento, o que no se lograra un nivel alto de acatamiento (de la cuarentena), el riesgo se elevaría, de manera tal de producir un colapso del sistema de atención, con un número esperado de casos que superaría los 2,2 millones para el mes de junio.
Alberto Fernández tiene razones científicas y de salud pública para extender la cuarentena y sólo medita los tiempos políticos para comunicarla. Asume que dolerá por su ampliación, pero es el costo político que decidió pagar para aplanar la curva, o mejor dicho, evitar que la pandemia se expanda.
En este contexto, se resiste a comentar en público una decisión que ya asumió en la soledad del poder.
–¿Ya tiene pensado extender la cuarentena?, le preguntó al jefe de Estado un intendente peronista durante el encuentro que sucedió hoy en la quinta de Olivos.
–Esa es mi potestad. Y la voy ejercer después de consultar a los especialistas-, replicó, seco, Alberto Fernández.
Se dictará un nuevo Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) para extender el confinamiento obligatorio. Alberto Fernández decidirá su tiempo de ampliación durante el próximo fin de semana y todo dependerá de la curva y el número de contagiados en la provincia y la ciudad de Buenos Aires.
“No hay que apurarse, y hay que ser prudente. Es una crisis que se enfrenta minuto a minuto”, dijo el presidente en Olivos.