La gestión de Axel Kicillof en provincia de Buenos Aires parece haber perdido el rumbo hace rato, pero su última ocurrencia es un monumento al despropósito: en pleno sepelio del progresismo y sus variantes hembristas -esas que se dicen feministas pero terminan enredadas en sus propios delirios-, el gobernador y su ministro de Educación, Alberto Sileoni, siguen empecinados en darles a los padres de primaria un formulario que parece sacado de un sketch de comedia berreta.
¿La pregunta estrella del formulario de ingreso a la primaria? Si su hijo o hija, menor de doce años, se identifica como “mujer”, “mujer trans/travesti”, “varón”, “varón trans/travesti”, “no binario” u “otra”. La planilla, incluso, brinda la posibilidad de evitar hacer pública la “identidad de género” del alumno, a través de la opción: “No desea responder”.

El ministerio de Educación de la provincia de Buenos Aires instala ideas alocadas en niños de seis años en adelante.
Sí, en la solicitud de inscripción a las escuelas primarias (tanto públicas como privadas) están preguntándole a chicos que todavía juegan con autitos y muñecas si ya tienen claro su “identidad de género”. ¿Por qué un menor que aún no tiene la capacidad para entender cuestiones relacionadas a la sexualidad debería comprender qué le gusta en esos términos?
Otro detalle de dicho formulario incluye una arista novedosa: pertenecer a una comunidad indígena es una autopercepción. Así se desprende de la pregunta: “¿Se reconoce perteneciente o descendiente de Pueblos Originarios?”.
¿Ser indígena es una cuestión de autopercepción?
Pero, obviando las nimiedades, los problemas reales que azotan al territorio bonaerense están muy lejos de una simple torpeza administrativa. Un niño en edad de primaria, cuya franja etaria oscila entre los seis y los doce años, claramente carece de la capacidad de discernimiento necesaria para definirse en categorías tan complejas como las propuestas en el formulario. No posee la madurez emocional para comprender plenamente conceptos como “identidad de género” y mucho menos para autoproclamarse en líneas tales como “varón trans” o “mujer travesti”.
El formulario completo enviado por el gobierno de Axel Kicillof a los alumnos de primaria de todas las escuelas bonaerenses.
Este enfoque, lejos de promover una supuesta inclusión, resulta en una imposición injustificada que no respeta el desarrollo natural de los menores ni su derecho a una infancia libre de agendas adultas que les son ajenas. Mientras tanto, la situación de provincia de Buenos Aires evidencia un deterioro alarmante en aspectos fundamentales.
Inseguridad
En materia de seguridad, los ciudadanos enfrentan una realidad cotidiana marcada por la violencia. Casos como el de Kim Gómez, la niña de siete años de La Plata que fue asesinada tras ser arrastrada por el vehículo robado a su madre, Florencia Gómez, y que manejaban dos delincuentes menores de edad, reflejan la magnitud del abandono. Este trágico suceso no es un hecho aislado, sino un síntoma de la incapacidad del gobierno provincial para garantizar la protección de sus habitantes.
Con manifestaciones en las calles o inundando las redes sociales con el hashtag “Renunciá Kicillof”, los bonaerenses demandan medidas concretas que les permitan hacer actividades tan básicas como esperar un colectivo o salir a trabajar sin miedo a perder la vida, no cuestionarios que indaguen en aspectos irrelevantes para la edad de sus hijos.
Educación
En el ámbito educativo, las carencias son igualmente notorias. Las escuelas públicas bonaerenses presentan condiciones deplorables: infraestructuras deterioradas, con paredes agrietadas, techos que no resisten las lluvias y aulas que se inundan ante el menor temporal. En ciudades como La Plata, este problema se vuelve más visible con cada precipitación, afectando directamente a los estudiantes que deben asistir en condiciones inhumanas.

Alberto Sileoni y Axel Kicillof.
Asimismo, los comedores escolares, que para muchos niños constituyen la única fuente de alimentación diaria, no reciben la atención prioritaria que merecen y los productos distribuidos entre los menores en muchas ocasiones suelen son eje de escándalos por su mala calidad.
Garantizar que los chicos más vulnerables tengan acceso a una comida adecuada debería ser una preocupación central del gobierno provincial, en lugar de enfocar esfuerzos en iniciativas que no responden a las verdaderas urgencias del sistema educativo ni de las familias que dependen de él.
Bajo esa línea, es importante recordar que siete de cada diez niños que viven en provincia de Buenos Aires están por debajo de la línea de la pobreza, de acuerdo a los microdatos de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH) del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC). Entonces, ¿realmente es importante para Kicillof saber cómo se “autopercibe” un nene de ocho años frente a la necesidad de evitar que lo maten en un robo o que pase hambre? ¿De verdad Sileoni cree que un formulario con casilleros de género es más propicio que escuelas que no se caigan a pedazos?
A Kicillof, que vive en una realidad alterna, no parece interesarle este tipo de cuestiones y solo prefiere seguir alimentando una agenda que le compete a menos de 0,4 por ciento de la población argentina.