La intervención reciente del municipio de Alberdi por presuntos vínculos de funcionarios con el narcotráfico encendió una alarma que resuena más allá de ese límite geográfico. “Hoy estamos en boca de todos, pero hay muchos Alberdi en Tucumán”, afirmó Fernando Gramajo, comerciante local que, como tantos vecinos, siente cómo el narcotráfico deja su huella en la vida cotidiana de al menos siete municipios de la provincia.
El sur tucumano se ha convertido en parte clave de una nueva ruta narco que cruza provincias y conecta con redes nacionales e internacionales. La llamada “Ruta de los Valles”, que involucra a Tafí del Valle, Famaillá, Monteros, Simoca, Concepción, Aguilares, Alberdi, Graneros y La Cocha, se consolida como uno de los corredores más utilizados para el tráfico de cocaína, alimentando un circuito que empieza en la frontera con Bolivia y tiene destinos como Buenos Aires, Mendoza, Córdoba y San Juan.
Según fuentes del Ministerio Público Fiscal, el trayecto comienza en las localidades salteñas limítrofes con Bolivia, donde los cargamentos son acondicionados y luego trasladados por la ruta 40 hasta Cafayate. Desde allí, los traficantes deciden si seguir por caminos catamarqueños o ingresar por la ruta 307 a Tucumán. “No importan tanto las distancias, sino cuántos controles haya en el camino”, explican los investigadores.

En ese contexto, los puestos de control fijos son escasos: sólo la Policía de Tucumán mantiene uno permanente en Colalao del Valle, mientras que Gendarmería realiza operativos esporádicos en ese punto y en la ruta 38. Esto deja numerosos caminos alternativos desprotegidos, donde los narcos circulan sin mayor obstáculo.
El aumento de incautaciones en la zona refleja una tendencia preocupante: en lo que va de 2025, ya se secuestraron 603 kilos de cocaína, casi el doble de lo decomisado en todo 2024. “Este año se ha quintuplicado la cantidad de cocaína secuestrada”, confirmó Jorge Dib, secretario de Lucha contra el Narcotráfico. No obstante, las autoridades admiten que la mayoría de la droga logra evadir los controles.
Las fuerzas provinciales intentan cooperar con las federales. En Colalao del Valle, se colocó un contenedor para que Gendarmería tenga presencia permanente, pero hasta el momento no se utiliza de forma continua.
Mientras tanto, los indicios de actividad aérea narco aumentan. “Vemos pasar avionetas por campos que no están sembrados. Es obvio que no están fumigando”, denuncia Walter Jiménez desde Simoca. “Después, aparecen camionetas circulando a toda velocidad. Algo raro pasa”, agrega Esteban Ramírez, vecino de Alberdi.

UN RECUERDO. Parte la marihuana que se trasladó en el vuelo narco y después se descubrió que no servía por estar seca.
La hipótesis de que los narcos lanzan droga desde el aire para luego recolectarla en camionetas se refuerza con antecedentes concretos. En mayo de 2018, Gendarmería halló 277 kilos de marihuana enterrados en Monteagudo, que habían llegado en avioneta desde Paraguay. En diciembre de ese mismo año, otros 273 kilos fueron arrojados en un camino vecinal entre La Cocha y Taco Ralo. Aunque esa causa fue archivada al determinarse que la sustancia carecía de THC, el operativo involucró a un empleado municipal y a trabajadores rurales.
Para los vecinos de las zonas rurales, estas actividades no pasan desapercibidas. “Acá cualquier cosa que altere la rutina se nota. Y desde hace tiempo hay movimientos extraños”, asegura Juan José Herrera. Desde el Foro de Seguridad Rural Argentina, en una reunión mantenida en noviembre con el Ministerio de Seguridad de la Nación, se advirtió que el país pasó de ser zona de tránsito a punto de ingreso de droga vía aérea, aprovechando la falta de radares y el escaso control en las fronteras.
El narcotráfico ya no es solo una amenaza lejana: se instaló en la estructura social y territorial del sur tucumano, alimentando redes criminales, corrompiendo instituciones y sembrando adicciones. En este contexto, la demanda de respuestas es urgente. Como bien señala el comerciante Gramajo, “hay muchos Alberdi en Tucumán”, y el desafío no es menor: contener un fenómeno que avanza más rápido que los recursos disponibles para enfrentarlo.