El frío invernal y el uso de calefactores contribuyen a la deshidratación cutánea y agravan las afecciones de la piel.
Con la llegada del frío invernal, la piel también puede verse afectada, especialmente en quienes padecen enfermedades crónicas, como rosácea, psoriasis o dermatitis atópica, que empeoran con bajas temperaturas.
En invierno, alrededor del 30% de las consultas dermatológicas están vinculadas al frío y al uso prolongado de calefacción, según la División de Dermatología del Hospital de Clínicas. Graciela Manzur, jefa de dicha división, señala que los motivos más comunes en consultas son: piel seca (xerosis), labios agrietados (queilitis) y el agravamiento de dermatitis atópica, rosácea y psoriasis.
Aunque menos habituales, aumentan afecciones típicas del invierno, como el eritema pernio o sabañones, cuyos casos crecieron notablemente el último invierno. Otras enfermedades relacionadas con el frío son la paniculitis fría, que causa nódulos dolorosos bajo la piel; el fenómeno de Raynaud, con entumecimiento y frío en extremidades; y la urticaria por frío.
Qué provoca el frío en la piel
Las bajas temperaturas disminuyen la actividad de las glándulas sebáceas, reduciendo la producción de sebo y lípidos que protegen la piel. Esto debilita la barrera cutánea y favorece la deshidratación, dejando la piel seca, tirante y sensible, según la División de Dermatología del Hospital de Clínicas.
La calefacción en interiores reduce la humedad ambiental, debilitando las defensas de la piel. Esto disminuye la producción de péptidos antimicrobianos y aumenta el riesgo de infecciones en áreas agrietadas.
El viento desgasta la capa córnea, especialmente en rostro, labios y manos, favoreciendo microfisuras que elevan la inflamación y permiten la entrada de irritantes y alérgenos.
Además del frío y el viento, otros factores afectan la piel en invierno: el uso constante de calefacción, cambios en la higiene, ropa irritante, menor exposición solar, variaciones en la dieta e hidratación, y el uso frecuente de barbijos, bufandas o prendas ajustadas al cuello.
Cómo cuidar la piel en invierno
La División de Dermatología del Hospital de Clínicas publicó diez recomendaciones esenciales para cuidar la piel en invierno y detectar síntomas que no deben ignorarse.
Es clave consultar a un dermatólogo para recibir un cuidado personalizado según el tipo de piel. Las pieles secas o sensibles requieren más hidratación y protección, mientras que las grasas deben mantener limpieza y controlar brotes. Se desaconseja la automedicación.
Se recomienda hidratar con cremas que contengan ceramidas, urea (5-10%), ácido hialurónico, glicerina, manteca de karité, pantenol o niacinamida. Aplicar justo después del baño y repetir al menos dos veces al día, sobre todo en piel seca o agrietada.
Para la higiene, evitar baños prolongados con agua caliente. Usar limpiadores sin jabón (syndet), preferentemente en crema o emulsión.
Evitar productos con sulfatos, fragancias, alcohol o exfoliantes agresivos.
Cuidar áreas sensibles: en labios, usar bálsamos sin fragancia con vaselina, lanolina o manteca de karité. En manos, usar guantes de algodón y cremas tras el lavado. En pies secos o con piel gruesa, aplicar cremas con 20% urea. En el rostro, proteger con bufandas suaves y evitar el viento directo.
Mantener el uso diario de protector solar, incluso en días nublados o fríos. Preferir fórmulas hidratantes para invierno y aplicarlo también ante largas exposiciones a pantallas por la luz azul.
Evitar cambios bruscos de temperatura, no exponerse directamente a fuentes de calor intenso ni alternar rápido entre frío y ambientes calefaccionados.
Optar por ropa de algodón o tejidos suaves en contacto con la piel. Evitar lana o sintéticos directos sobre zonas sensibles. Para trabajos al aire libre, usar ropa protectora y aplicar protector solar.
Beber entre 1,5 y 2 litros de agua al día, aunque no haya sed. Consumir alimentos ricos en omega 3 y 6, vitaminas A, C, E, D, zinc y antioxidantes.
En niños, aplicar hidratantes frecuentemente, evitar productos irritantes y proteger pliegues. En adultos mayores, se recomienda humectación diaria intensa, ya que la sequedad es la principal causa de picazón.
Mantener los tratamientos para afecciones que empeoran con el frío y consultar al médico ante grietas, picazón fuerte, sangrado o infección. Los pacientes con rosácea deben evitar desencadenantes como comidas picantes, alcohol, sauna o calor directo.