Hace poco más de un año, cuando Vanina, de 36 años, abogada y madre de tres hijos les comentó a sus amigas que su idea de mudarse a Barcelona, muchas le dijeron que estaba loca. “Hoy, la mayoría de ellas me llaman para felicitarme, para pedirme que les pase el dato del abogado que me hizo los papeles, que las ayude a conseguir trabajo. Algo dentro mío se rompió, en relación al país y al futuro, y por eso decido irme. Y me parece que le está pasando a mucha gente”, dice.
Algo similar le ocurrió durante la cuarentena a Lucas Cairella, de 25 años, que tiene un título en administración de empresas y trabaja como country manager en una empresa de software. “Estoy buscando algo un poco mejor. No sé. Uruguay, Chile, Perú. Algo que me permita imaginarme una vida a diez años. Acá no puedo proyectar tener hijos, ni comprar una casa. Si ni siquiera podemos comprar más de 200 dólares”, dice.
Victoria Barbarrosa es abogada, tiene 25 años y desde hace un tiempo es su madre quien la alienta a que se vaya del país. A fin de año tomó la decisión y sacó pasajes para mayo, pero su viaje quedó trunco por la cuarentena. Ahora cuenta los días para que se reabran las fronteras y poder instalarse en España. “Soy abogada y apenas llego a pagar un alquiler. Durante la cuarentena volví a vivir a la casa de mis padres. Tengo más claro que nunca que mi lugar no está acá. Tengo muchos amigos que ya se mudaron y están viviendo otra vida”, dice.
Consultas en consulados
No son los únicos. Si bien no hay estadísticas en Migraciones que puedan medir este fenómeno, ya desde hace algún tiempo las consultas en las embajadas y consulados de países como Italia, España, o incluso Australia vienen creciendo. “En los últimos diez años se tramitaron más de 78.000 ciudadanías“, apunta el cónsul general de Italia, Marco Petacco. “En los momentos de crisis e incertidumbre económica, crece la demanda de estos trámites. Es algo que ocurre siempre en la Argentina”, agrega. Aunque por el momento se realizan trámites urgentes o de forma no presencial, la demanda de nuevos turnos es permanente, incluso durante la cuarentena.
No es un fenómeno nuevo, aunque esta vez tiene algunas características distintas. La particularidad es que este impulso de éxodo se da en momentos en que reina la incertidumbre en muchos de los países más prósperos. La pandemia cerró fronteras y complicó las economías, incluso del Primer Mundo. Pero a la vez alimentó el hartazgo en grandes sectores de la población, especialmente entre los jóvenes profesionales.
Una encuesta realizada por la consultora Taquión Research Strategy revela que en los últimos meses de aislamientos social, creció la cantidad de argentinos que están pensando en irse a vivir fuera del país. ¿Si pudieras irte a vivir fuera del país, lo harías? En abril, el 31% dijo que sí. En junio, ante la misma pregunta, la respuesta cambió: el 49,1% dijo que se mudaría. Un claro reflejo que el efecto de la cuarentena y el contexto económico y político también están impactando en la decisión de muchos de reorientar su norte.
Peor noticia
“Los argentinos con capacidad de pensar a largo plazo están pensando en irse. Es la peor noticia para un país que necesita de proyectos a mediano y largo plazo. La falta de un futuro es el peor presente que alguien podría imaginar”, apunta el estudio.
Hace algunos días, Marina Díaz Ibarra, que en 2016 dejó su cargo en Mercado Libre para irse a desarrollar una start up de innovación digital en Estados Unidos, publicó en sus historias de Instagram una pregunta “¿Pensando en irse?”. Le llovieron las respuestas. “Me escribieron más de 400 personas. Desde chicos muy jóvenes hasta gente grande, que afirmaban que ellos ya están jugados, pero que alientan a sus hijos a que se vayan. También dos señoras de más de 60 años que, sin hijos en casa, se animaron y decidieron mudarse juntas a Europa”, cuenta Marina.
“Creo que hubo una caída de ficha muy fuerte durante la cuarentena, que refleja algo que viene pasando. Muchos se decidieron cuando vieron cómo se vive la cuarentena en otras partes del mundo. Nosotros la enfrentamos emitiendo. Hay gente que siente que está dentro de una compuerta que se está llenando de agua: la inseguridad, la devaluación, la expropiación. y que cuando se sincere y se abra la cuarentena, la situación se va a desbordar. Es una pena, pero así vamos a exportar nuestros mejores cerebros al resto del mundo”, opina Díaz Ibarra.
Mudarse en cuarentena
“¿Mami, por qué estos señores se llevan el sillón?” El hijo mayor de Vanina no entiende por qué casi todos los días vienen personas a llevarse cosas. Hace dos meses que deberían haberse mudado desde Tigre a Barcelona, una decisión que les llevó más de un año y que quedó interrumpida por la cuarentena. Los barcos de mudanza ya no salían, así que optó por desembalar los muebles y vender casi todo. Desarmar una casa es lento y doloroso, sobre todo para los chicos que ven el proceso como un despojo.
“Es difícil. En España no vamos a tener las cosas que acá tenemos. Todavía no tenemos trabajo y vamos con mucha incertidumbre. Pero preferimos ser nosotros la generación del desarraigo y que nuestros hijos tengan más oportunidades. No es por la situación económica que nos vamos. Al contrario, tanto mi marido como yo tenemos mucho trabajo. Pero hace un tiempo hicimos el ejercicio y no pudimos imaginarnos a mediano plazo. ¿Por qué? Hay derechos muy importantes como la libertad, la seguridad, el respeto a la propiedad que quiero que mis hijos tengan y siento que hoy el país no nos los está garantizando”, dice Vanina. “Desde hace algún tiempo, cada vez que nos subimos al auto, lo primero que hacen los chicos es decirme que trabe las puertas y suba los vidrios. No vivimos ningún hecho de inseguridad directo. Pero ellos viven con miedo. Y ese miedo se los transmití yo. No me gusta esta decisión. Creo que el mejor lugar para mis hijos es su país, pero quiero que crezcan libres y con oportunidades“, dice.
Renunciar a la residencia argentina
Iván Sasovsky es abogado especialista en impuestos. Desde hace un tiempo, en su estudio son permanentes las consultas de personas que quieren resolver su situación ante el fisco y tramitar la pérdida de residencia argentina. “A partir de que se nombró la palabra expropiación, ya desde el cambio de gobierno, las consultas son permanentes”, dice Sasovsky. El modelo de Susana Giménez y del empresario Marcos Galperín animaron a muchos a pensar mudarse a Uruguay y dar de baja su residencia argentina, apunta.
“Esta no es una migración como la del éxodo de 2001, para probar suerte. Acá es una migración para proteger el patrimonio. Vienen angustiados por la decisión de irse y a nosotros nos angustia mucho tener que asesorarlos y decirles que, analizando sus números, hay más incentivos para irse que para quedarse. Decirle a un argentino que no le conviene tener la residencia argentina es muy triste“, afirma Sasovsky.
“¿Irse del país o quedarse? El desvelo de una clase media desilusionada”. Hace unos días, LA NACION publicó una columna de opinión de Luciano Román que en pocas horas se viralizó: puso en palabras el sentimiento de toda una generación que está evaluando la decisión de proyectar un futuro que empieza en Ezeiza. La nota circuló en los grupos de Whatsapp de amigos y también de padres que alientan a sus hijos a buscar otros destinos.
Esta cuarentena, fue como tirar un fósforo en nafta
Lucas Cairella
Cuando Lucas Cairella la recibió sintió que hablaba de él. “Puso en palabras cosas que me pasan por la cabeza. Cuando tenés 25 años, estudiaste y escuchás a tus abuelos, tíos y padres decir que este país no cambió y no va a cambiar, ¿qué haces? Hace tiempo que estoy en ese debate de irme o quedarme. Pero en esta cuarentena, fue como tirar un fósforo a la nafta”, dice.
Una de las razones que motorizaron su decisión, explica, fue el anuncio de expropiación de Vicentin. “Es un baldazo de agua fría a los 25 años. ¿Qué va a pasar dentro de 25 años? ¿Si quiero tener una familia, cómo hago? Si ahora no puedo comprar más de 200 dólares”, dice. Aunque antes pensaba en España o Italia, u otros países que se le abrieran con el pasaporte que le heredó su abuela, ahora piensa en oportunidades como Uruguay, Chile, México o Perú. “No hace falta mudarse frente a la playa en Barcelona. Acá cerca puedo buscar lugares donde estar un poco mejor”, dice.
¿Qué importa dónde estoy?
“En enero nos vamos”, dice Enrique, que es licenciado en relaciones públicas, tiene un trabajo que le gusta, 25 años y vive con su novia. También tiene un pasaporte alemán. La cuarentena le dio una idea para no irse sin trabajo. “Desde hace más de tres meses que hago mi trabajo sin ver a nadie en persona y funciona bien. ¿Qué importa dónde estoy?“, dice. Su idea es plantearle a la empresa donde trabaja una continuidad viviendo en Europa y trabajando de forma remota. “Puedo hacer otro trabajo de medio tiempo allá también”, dice.
Para él, el quiebre llegó después de las PASO. “Los cuatro años del gobierno anterior nos habían generado cierta expectativa de cambio político y social. Pero el plan económico salió muy mal y por eso volvimos a lo de antes. Desde entonces, cada nueva circular del Banco Central es una razón más para irme. No puedo imaginarme una familia en un país en el que no puedo ahorrar ni comprar una casa. Es un país hermoso, pero es una lástima. Mi primo que se fue hace poco a Suiza me lo dice todos los días: ‘¿Qué estás esperando? Salí de ahí’ “, cuenta Enrique. Su abuela es la que más sufre esta decisión: “Me dice que ella sabe que es lo mejor para mí, pero que no le gusta, porque ella, que es española, salió de la Guerra Civil y apostó a una Argentina que crecía, y la pone muy triste que ya no sea así”.
Hartos de la grieta
Lucas tiene 36 años, tres hijos y está esperando que la embajada de Estados Unidos permita tramitar la visa de trabajo para mudarse a Minnesota. “Tenía la idea de mudarme hace tiempo. En la empresa vengo aplicando a posiciones regionales y estaba decidido a irme a Uruguay si no me salía”, cuenta. Finalmente, hace unos meses le confirmaron su traslado a Estados Unidos. Lucas explica sus razones: “La cultura del enfrentamiento, la grieta me cansó. Ya no somos los argentinos esas personas buena onda. Somos gente enojada con nuestros vecinos. El Estado quiere estar en todo”, dice.
Una camada de egresados viviendo afuera
Federico Malek suelte decir que, si se viene el fin del mundo, él quisiera estar en la Argentina “porque acá todo llega un día después”. Es el gerente general de Iúnigo, la empresa de seguros on line y fue el innovador que trajo al país hace varios años a Groupon. Federico egresó de la carrera de Economía en la Universidad de San Andrés en 2007. Con sus 16 compañeros más cercanos tienen un grupo de WhatsApp. Todos rondan los 35 años. Sólo cuatro viven en el país. La mayoría están radicados en Estados Unidos, algunos en Chile y Uruguay. Casi toda una camada de egresados viviendo fuera del país, desde al menos unos cinco años.
“No fue el resultado electoral ni la pandemia. Es un tema más estructural. En la Argentina, la posibilidad de hacer carrera corporativa no existe, por los vaivenes económicos. A largo plazo no se puede aspirar a nada. El camino natural de los egresados de carreras económicas es, entre los 28 y los 30 años, hacer un MBA en Estados Unidos y que esa sea la puerta de entrada al mercado laboral internacional. En las carreras tecnológicas es similar. Otros optan por insertarse en organismos multilaterales para moverse a posiciones globales o regionales. Pocos aspiran a quedarse en el país porque las chances son limitadas. En cambio, sí hay oportunidades para los que quieren innovar y emprender, como es mi caso, porque el capital humano argentino para empresas tecnológicas es de lo mejor de la región”, dice Malek.
Claudia Luján tiene 45 años, es psicóloga y hace un año y medio se instaló en Andorra. “Fue una decisión difícil. Teníamos que empezar de cero, mi marido y yo, y con una hija que entonces tenía nueve años”, dice. Pero atravesar la cuarentena allá la hizo terminar de convencerse: apenas llegaron compraron un bar y ella empezó a trabajar en asistencia psicológica en un centro municipal. Cuando todas las puertas de la ciudad se cerraron, el gobierno andorrano les dijo que les iba a pagar el 100% de los alquileres, de los servicios. Incluso, le asignaron un sueldo al marido, que es el dueño del bar, y les pagan los salarios de los empleados. A ella, que atiende pocos casos por consultas online, le pagan también un salario completo y Lupe, que ahora tiene 11 años, sigue su escolaridad desde la casa, sin ningún problema. “Siento que el cuidado de los ciudadanos es primordial acá. Cuando hablo con mis colegas de Buenos Aires están muy angustiados porque tienen menos del 20% de trabajo y tienen que pagar todo”, explica Claudia. “Cada vez me convenzo de que hicimos lo correcto”, dice.