Poco se dice acerca de las implicancias sociales que pueden llegar a desencadenar los dichos y críticas vertidas desde el oficialismo para con quienes participaron de la masiva movilización del pasado lunes. Y el máximo responsable de que pudiera tener comienzo una espiral de violencia es el propio Alberto Fernández. ¿Qué pasó con ese candidato dulce y seductor que prometía cerrar la grieta? Todo eso quedó en nada y en lugar de cerrarla, la profundizó.
Pero lo peor de todo es el hecho de que no solo volvió la agresividad con el que piensa distinto y esa vieja idea de la eliminación del enemigo, que tan de moda había puesto Cristina Kirchner. Sino que, además, desde el Gobierno piensan que la sociedad argentina que no comulga con ellos es golpista, cuando en realidad una parte del pueblo argentino les está pidiendo que escuchen y resuelvan los problemas en vez de intentar cooptar la Justicia.
No obstante, el Presidente insiste con este discurso vacío, al tiempo que se habla livianamente de odio los mismos que son una máquina de odiar. No es casualidad que las fantasías de los comunicadores del oficialismo, como el lamentable caso de Dady Brieva, pasan por el hecho de barrer con la crítica, eliminar el disenso e imponer el pensamiento único. Pero lo relativamente nuevo es que coquetean con un discurso abiertamente violento.
Una de las razones por las cuales el oficialismo se muestra tan nervioso al punto de ni siquiera intentar disimularlo, es el hecho de que sienten que tienen que recuperar la calle perdida a manos de lo que ellos denominan la derecha y el macrismo. Es tan obtuso el Gobierno que no se percatan que se trata de una discusión que atrasa 50 años, lo cual, se debe al hecho de que el peronismo sigue clavado en el Siglo XX.
Lo que resulta imposible de entender para el Frente de Todos es que no se baja la pobreza, la inseguridad, la desocupación ni se controla la pandemia ganando la calle. Mientras tanto, los problemas de siempre siguen estando allí, a la espera de que el Gobierno se haga cargo de ellos. En todo este tiempo, han asistido inertes al empobrecido de la clase media, mientras que continúan discutiendo acerca de si la gente es pueblo o no.
Deberían tomar nota desde el Gobierno acerca de la posibilidad de que, en caso de continuar ninguneando e insultando a quienes piensan diferente, no harán más que sembrar la semilla de la bronca entre quienes no comulgan con ellos. Pero, además, estará incentivando el odio entre muchos de sus propios seguidores, muchos de los cuales tal vez quieran hacer realidad el deseo de Dady Brieva de atropellar gente en medio de la avenida 9 de Julio.
En ese caso, será el oficialismo el único responsable de lo que puedan provocar sus declaraciones cuando el mes de diciembre se acerca a pasos agigantados. Y es que se trata de un momento en el que los ánimos políticos parecen estar más cargados que en cualquier otro período del año. Además, el contexto de crisis sanitaria a causa de la pandemia no hace otra cosa que advertirle al Gobierno que tensar la cuerda todavía más podría implicar una verdadera ruptura social.