Argentina se encamina sin pausa y con prisa hacia sus horas más oscuras a causa de que el Gobierno nacional avanza hacia la total consagración de la impunidad. Y es que no es otra cosa lo que persigue el oficialismo luego de que ayer se confirmara que la Oficina Anticorrupción (OA) se retira de la totalidad de las denuncias realizadas en contra de los funcionarios kirchneristas involucrados en causas de corrupción.
Esto no es más que un claro mensaje en el sentido de que lo que se viene no es ni más ni menos que una Argentina para pocos, es decir, para aquellos que comulguen con el credo oficialista. De este modo, se terminará de consumar el “vamos por todo” que pregonó alguna vez Cristina Kirchner. Pero ahora se debería agregar que también vienen por todos aquellos que alguna vez osaron investigar al kirchnerismo.
La casa de brujas continúa de forma virulenta y sin importar que las instituciones traten de ponerle un freno a la voracidad oficialista. Y es que no es casualidad el mensaje enviado con esta maniobra justo cuando se sabía que esta semana podía llegar a ser clave a la hora de que la Justicia diera un paso importante en el caso de la que Corte Suprema fallara a favor de los jueces que intentó remover el kirchnerismo en el Senado.
Con la decisión tomada con la Oficina Anticorrupción, el kirchnerismo demostró que todas las advertencias que se hicieron antes de las elecciones del año pasado eran reales. Y es que no se trata más que de un gobierno de dirigentes político inescrupulosos, corruptos y sinvergüenzas, que se apoderaron del Estado como si se tratara de algo que les pertenece sólo a ellos, quienes se creen los herederos del pueblo al que desprecian cuando no piensa como ellos.
No es casualidad que de cara al fracaso en el manejo de la pandemia y en la profunda crisis económica en la que sus desacertadas medidas sumieron al país, ahora traten de avanzar con toda la furia sobre todo aquello que represente un obstáculo para sus oscuras intenciones de garantizar impunidad a toda costa. La amenaza judicial que se asomaba para el Gobierno ahora la transforman en una amenaza real sobre las instituciones. Dependerá en gran medida de la propia Justicia el poner un freno a las ambiciones desmedidas del oficialismo. Pero también dependerá de la sociedad que se agrupe en un solo frente de resistencia contra una autoridad cuya intención no es la de gobernar, sino la de asegurarse la impunidad necesaria para salir libres de todas las fechorías que cometieron amparados en el poder político. La gente será la que tenga la última palabra.
