La movilización que tuvo lugar ayer en distintos puntos del país, fue una muestra de que este tipo de protesta va perdiendo fuerza en tanto que se va repitiendo, por lo que se genera así un debilitamiento al punto de que va perdiendo su capacidad y no genera efecto alguno. De hecho, la de ayer fue el octavo banderazo en contra del Gobierno nacional en menos de cinco meses y está claro que la sociedad deberá encontrar otra táctica a la hora de reclamar.
El primer banderazo sucedió el 20 de junio y la protesta se centró en las fuertes restricciones a la circulación en gran parte del país en el marco de una cuarentena que seguía extendiéndose desde marzo. Aun así, la gente salió a la calle por el intento de expropiación de la cerealera Vicentin, algo que finalmente no ocurrió por la efectividad de la movilización. La segunda protesta fue la del 9 de julio, e hizo hincapié en la excarcelación de Lázaro Báez.
Aquella vez, el kirchnerismo criticó a los manifestantes, a los que trató de irresponsables. Luego vino la tercera movilización del 1 de agosto y tuvo como principal motivo convocante la reforma judicial, que fue la antesala para el cuarto banderazo, el que más personas reunió y tuvo lugar el 17 de agosto. Allí también se manifestó el hartazgo por la extensión del aislamiento, pero esta vez, se agregaron otras cuestiones a la insistencia en avanzar con la reforma de la Justicia.
Y es que a esa altura del año, aumentaban la inseguridad, la caída de la economía, el desempleo y la inflación. Luego, el quinto banderazo fue el 13 de septiembre y tuvo como marco las tomas de tierras, el avance de la reforma judicial, las protestas de la policía bonaerense y la quita de una porción de la coparticipación a la ciudad de Buenos Aires sin diálogo. En menos de una semana, tendría lugar la sexta movilización, el 19 de septiembre.
En este caso, lo que la disparó fue la embestida contra los jueces Bruglia, Bertuzzi y Castelli, quienes investigan a Cristina Kirchner en causas de corrupción, en un momento en el que la Corte Suprema todavía no había aceptado el per saltum. Luego vino la penúltima marcha del 12 de octubre, cuando se instó a la Corte Suprema a fallar en favor de los magistrados relevados de sus puestos por parte del kirchnerismo. La de ayer fue la última y claramente se nota el desgaste.
La repetición de un mismo modo de protestar y el poco tiempo entre cada movilización, sumada al fin de la cuarentena en el AMBA, ameritan el cambio de estrategia, si la sociedad quiere hacerle sentir la presión al Gobierno. Y es que al oficialismo no le hacen mella las marchas a esta altura de los acontecimientos. En esto, tiene un papel clave la oposición debido a que es gran responsable de que la sociedad no pueda canalizar su fastidio con el kirchnerismo. Y es que deberán comenzar a ser exigidos por la sociedad, para que cumplan su rol de representantes del pueblo y, en lugar de observar cómodos desde casa como fracasa el pueblo marcha tras marcha, ejercer su rol de control del Gobierno. La oposición no puede ser sólo declamativa ante la prensa, debe ejercerse a diario contra las políticas que pretenden arrasar con toda institución. Si los opositores no cumplen ese rol, será el pueblo el que lo haga.