Tan sólo 24 horas hacen falta para comprobar cómo a diario la inseguridad va escribiendo nuevos capítulos en nuestra provincia. Lo tremendo de esta problemática, es que decir que no se salva nadie, no es más que una cruel realidad. Y es que la padecen tanto los vecinos que viven a metros de La Costanera como los hijos de funcionarios internacionales. Efectivamente, nadie se salva de esta otra pandemia en nuestra provincia.
Tal y como lo dijimos desde este medio ya tantas veces, es en diciembre el momento en el que los delincuentes hacen de las suyas de una forma más contundente que en cualquier otro momento del año. En ese marco, es llamativo cómo desde el Gobierno no se hace lo suficiente para evitar situaciones como las que a diario debe sufrir la población que ya está harta de tener que exponer su vida debido a que el Estado no los cuida.
Lugares en Tucumán en los cuales las personas deben esperar un colectivo amontonados en el hall del propio edificio en el que viven. Este hecho insólito es moneda corriente en muchos de los barrios de la periferia de Tucumán. Los vecinos se quejan con toda la razón del mundo acerca de que el ministro de Seguridad, Claudio Maley pareciera elegir de forma arbitraria qué lugares merecen tener policías en detrimento de otras zonas.
Mientras tanto, al ser consultado acerca de la inseguridad, el gobernador decidió mandar la pelota afuera y sólo atinó a subrayar el hecho de que se incorporaron nuevos efectivos policiales, así como móviles. Para colmo, quiso vender humo diciendo que de esta forma surge la esperanza de un futuro mejor, en unas declaraciones que no hacen más que evidenciar la falta de una política de seguridad de parte de la dirigencia local.
Evidentemente se trata de un gobierno que cree que la inseguridad se resuelve solamente con incorporar más y más policías. Sin embargo, esto no se cumple en la realidad porque el peor de los males que evidencia el peronismo en Tucumán es la falta de políticas de prevención y la inexistencia de estrategias que apunten a evitar que los delitos ocurran. Mientras tanto, la sociedad apenas es una triste espectadora de la realidad.
Una realidad que evidencia cómo estos delincuentes se hacen un nombre en el mundo del hampa debido a que no pagan por sus delitos y no cumplen condena por sus asesinatos. Es por ello que los malos pueden cargar con un frondoso prontuario sin que eso implique que cumplan la condena que les corresponde por sus delitos en la cárcel. Y en esto es lamentable el papel de la Justicia, fundamental para que la realidad siga hasta ahora.
¿Cuánta más sangre tendrá que seguir derramando el pueblo para que desde el Estado se apliquen políticas eficientes y desde la Justicia se coloque tras las rejas a los malhechores en lugar de que sea la sociedad la que debe encerrarse? Ya no pensando en la pandemia de coronavirus, sino en la de la inseguridad, una problemática que, lejos de resolverse, pareciera empeorar año a año, al tiempo que desde la clase política no se le encuentra la solución.
