El Gobierno nacional, con el ministro de Economía, Martín Guzmán a la cabeza, se convenció a sí mismo de la necesidad de acordar un programa con el FMI, refinanciar la deuda con el organismo y mostrar un sendero fiscal y monetario que genere confianza y siente las bases de una eventual recuperación de la economía. Es por ello que el objetivo del oficialismo es el de lograr cerrar un acuerdo en marzo o abril de 2021.
Para ello, deberá tener en cuenta cinco elementos necesarios para poder lograr cerrar con éxito las negociaciones con el organismo internacional. De lo contrario, le incertidumbre sobrevolará la frágil paz cambiaria actual, lo cual podría llevar al país a tener que enfrentar una nueva dilatación de la brecha cambiaria, lo cual haría casi imposible evitar la tan temida megadevaluación justo en un año electoral.
El primer elemento a considerar por el timing y la política. Esto significa que la Argentina tiene no sólo una paz cambiaria precaria, sino que también se le viene el vencimiento con el Club de París. Si el Gobierno condiciona la negociación a un default es como amenazar con un suicidio. Y es que, si bien es cierto que el interés por acordar es mutuo con el FMI, la realidad es que la urgencia es nuestra.
El segundo elemento a considerar pasa por las metas fiscales. Normalmente, son el aspecto central de los programas del FMI. Pero en el marco de la pandemia mundial de coronavirus, la regla fiscal pierde jerarquía. Cabe recordar que Georgieva dijo que los gobiernos gasten lo que sea necesario para combatir la pandemia, pero que guarden las facturas, y también diferenció a países con espacio fiscal y aquellos que no lo tienen, como la Argentina.
El tercer factor a considerar pasa por el hecho de saber si tendrán o no en nuestro país las reformas estructurales. El problema es que en la Argentina cuestiones como ajuste, y reformas estructurales son palabras prohibidas. La cuestión de fondo es que sólo 20% de la población en edad de trabajar aporta al sistema previsional, lo que remite al problema laboral, vinculado a su vez a un sistema impositivo que desalienta la inversión y la creación de empleo en blanco.
El cuarto aspecto a considerar es el de si el Gobierno nacional pedirá fondos frescos o no al FMI. Y es que, antes de asumir, Alberto Fernández decía que no pediría fondos al FMI. Ahora, sin embargo, con el BCRA exhausto de reservas, al punto que, según algunos consultores, las reservas netas líquidas del BCRA son ya negativas, el panorama cambió. De hecho, no se descarta que el acuerdo con el organismo internacional incluya al principio algunos fondos frescos.
Y por último, el quinto elemento a considerar es el de la política monetaria y el dólar. Esto significa que si aporta fondos frescos, el FMI será particularmente insistente en acordar un esquema cambiario que impida que los mismos sirvan para enjugar, por un tiempo, un nuevo fracaso, como el del programa 2018-19 y, aunque fuera de programa, el de 2020. Es decir, el programa que se acuerde tiene que encauzar el déficit fiscal y corregir el esquema cambiario.