Alberto Fernández resolvió ayer que Felipe Solá continúe como ministro de Relaciones Exteriores, a pesar de sus constantes errores políticos que afectaron la imagen presidencial frente a Joseph Biden cuando se está iniciando una nueva etapa de las relaciones bilaterales entre Argentina y los Estados Unidos.
El gesto de distensión política de Alberto Fernández sucedió cuando en el primer piso de la Casa Rosada ya corrían apuestas respecto al sucesor de Solá: Jorge Taiana, ex canciller, actual senador y cercano a Cristina Fernández de Kirchner, corría a la cabeza en todas las tómbolas. Y a continuación, lejos en la relación fuerzas, aparecía Daniel Scioli, que recoge elogios por su gestión en la embajada argentina en Brasil.
Las apuestas entre los ministros y secretarios más cercanos al Presidente no eran un albur veraniego. El Canciller no tenía trato con Alberto Fernández y se enteraba de sus decisiones geopolíticas por amigos, los cables cifrados que recibe en su despacho del Palacio San Martín o las cuentas oficiales en las redes sociales.
Pero Alberto Fernández evaluó que un cambio de canciller podía causar daño al Gobierno -interno y externo- y sopesó los treinta años de amistad política y personal que tiene con Solá. El ministro de Relaciones Exteriores no podía creer cuando escuchó al otro lado del celular que el jefe de Estado lo invitaba a desayunar en Olivos.
El cónclave duró ciento cincuenta minutos, a solas, mientras la mañana del sábado discurría sin llamadas urgentes; un desayuno light para Alberto Fernández, y medias lunas crocantes, café y jugo de naranja para el inesperado invitado que seguirá al frente del Palacio San Martín.
–Vos no tenes idea en el lío que nos metiste con Estados Unidos. No entiendo porqué lo haces. Sos el canciller; vos crees que todavía te dedicas a la política en la Provincia. Te estas equivocando feo-, dijo Alberto Fernández con el café recién servido, cuando recordó que el canciller había mentido al comentar en radio su diálogo con Joseph Biden.
Solá en silencio miraba fijo al Presidente.
-¿Me podes decir por qué lo hiciste?-,insistió el Presidente.
-Había prometido ese reportaje y recordé lo que decíamos de Trump y el FMI. Por eso lo dije…-, contestó Solá.
-Pero la charla era con Biden. No había nada que decir…
Solá volvió a callar.
Frente al mutis del canciller, Alberto Fernández avanzó de nuevo.
-Y ese tuit de la Cancillería marcándole la cancha a Biden. Cuando lo leí, pensé: ‘Qué le pasa a Felipe, no entiende que está jugando en primera. No entiende que me perjudica en la relación con Estados Unidos’-, añadió el jefe de Estado.
-Tenés razón, fue un error-, reconoció el ministro de Relaciones Exteriores.Alberto Fernández cuando dialogó con Joseph Biden en su despacho de la Casa Rosada
El reconocimiento de Solá arrancó la primer señal de distensión al Presidente. Y a partir de ahí, como nunca había pasado desde la llegada a la Casa Rosada, Alberto Fernández y su canciller trabajaron en perfecta armonía.
El jefe de Estado le comentó su cena del viernes con el secretario de Asuntos Estratégicos de Brasil, Flavio Viana Rocha, la obra de dragado que está conversando con Luis Lacalle Pou, y la agenda oficial que pretende ejecutar en su próxima visita a Chile.
–Vos te das cuenta que no hablábamos desde noviembre-, interrumpió Solá cuando Alberto Fernández comentaba sobre su estrategia geopolítica en América Latina.
–Y que esperabas. Hiciste muchas cagadas. Y no estaba con humor para atenderte.
Cerca del mediodía, Solá saludó a Alberto Fernández y abandonó la quinta de Olivos confirmado como canciller.
Sin embargo, ese gesto de distensión presidencial no debe tomarse como un cheque en blanco o un cambio abrupto en la metodología radial que aplica Alberto Fernández para ejecutar su política exterior.
El Canciller seguirá al margen de la toma de decisiones en Estados Unidos -es territorio diplomático de Jorge Arguello y Gustavo Beliz-, China -Sabino Vaca Narvaja chatea directo con el Presidente-, o Rusia, adonde la asesora Cecilia Nicolini reporta sin escalas con Balcarce 50.
Solá recuperó el diálogo político con Alberto Fernández, que ayer le dio una nueva oportunidad como ministro de Relaciones Exteriores.
Y nada más.