No existe en Formosa persona joven (e incluso de mediana edad) que no tenga en su imaginario a Gildo Insfrán como miembro del máximo poder de la provincia. Elegido gobernador en 1995, a punto de cumplir un cuarto de siglo en el cargo, antes había sido vicegobernador desde 1987. Es decir: sos treinta y dos años en el Poder Ejecutivo de una de las provincias más pobres de la Argentina.
Del Gran Timonel al compañero general
Insfrán, o simplemente “Gildo”, como se lo conoce en toda Formosa, nació en 1951, estudió veterinaria en la Universidad Nacional del Nordeste, y fue militante estudiantil del maoísta Partido Comunista Revolucionario, aunque antes de graduarse ya había migrado al justicialismo. Elegido diputado en 1983, al final de su período fue ungido como vice del gobernador Vicente Joga para la gestión que comenzaría en 1987. Se mantuvo en su puesto durante dos mandatos, hasta que pegó el salto hacia la gobernación.
Reelecto en la época dorada del menemismo, Insfrán inauguró un largo mandato que aún no cesa. En 1999 impulsó la reforma constitucional que habilitó la reelección indefinida, la cual se votó en una tumultuosa sesión con una particularidad que hubiera hecho las delicias de Gabriel García Márquez: la oposición no pudo entrar al Parlamento provincial porque las puertas del edificio habían sido trabadas con fierros y cerradas con flamantes candados.
Este domingo, Gildo intentará alcanzar su séptimo mandato como gobernador en una elección en la que sólo será confrontado por la alianza Nuevo Frente –constituido por los radicales PRO y un puñado de peronistas disidentes- que postula a Adrián Bogado, hijo del vicegobernador que Insfrán traicionó para perpetuarse en el poder.
Bogado estará acompañado por Natalia Coronel, dirigente del partido Obrero. Sus chances de ganar son inexistentes:la elección exhibirá –como siempre–un cuarto oscuro repleto de sublemas que tributan al sueño de poder de Don Gildo.
Analfabetismo y corrupción
A 15 años de su asunción, el censo de 2010 supervisado por el INDEC (Instituto Nacional de Estadísticas y Censos) señalaba que Formosa era una de las provincias con mayor analfabetismo del país, con un porcentaje que llegaba al 4,1 por ciento, y con departamentos que tenían picos de 13,5 puntos porcentuales, (como Ramón Lista, de alta población aborigen).
El 41,1 por ciento de la población formoseña no tiene agua potable en sus viviendas y no existe tendido de gas en toda la provincia. Además, las estadísticas del Ministerio de Salud de la Nación, en base a estudios realizados en 2015, ubicaban la tasa de mortalidad infantil en 12,6 por ciento, sólo por debajo de las de Corrientes, que llegaban a 14,5 puntos por ciento.
En 2012, el ministerio de Economía de la provincia le pagó a la consultora The Old Fund, que pertenecía a Alejandro Vanderbroele y estaba sindicado como testaferro de Amado Boudou, un contrato millonario que era imposible de justificar. Insfran tiene muchos contactos en Comodoro Py y la denuncia en su contra duerme placenteramente en un estante.
El gobernador peronista no ha bajado los índices vinculados a la pobreza y la indigencia, no mejoró los números de alfabetismo y las cloacas son un rasgo de modernidad que aún no han llegado a Formosa. Sin embargo, Gildo va a triunfar en los comicios provinciales.
Además de gobernador, este domingo se eligen diputados provinciales e intendentes de 37 localidades, junto a sus concejales. El partido de Gildo Insfrán tiene 57 sublemas, mientras que la oposición del frente radical-macrista-ex gildista tiene más de treinta sublemas.
Ingresar al cuarto oscuro en cada elección equivale a una exploración de las boletas en las mesas diferenciadas levemente por su color. Un viaje, diría un optimista, a la aventura. O todo lo contrario.
Como vicegobernador, Insfran vio pasar a Raúl Alfonsín y ascender a Carlos Menem. Como gobernador, colaboró con Eduardo Duhalde tras la caída de Fernando de la Rúa, y finalmente se alineó con Néstor Kirchner y Cristina Fernández, que jamás cuestionaron su lógica de poder.
Si no sucede un milagro, el Tío Gildo será gobernador. De nuevo: como en el Día de la Marmota.
La magnificencia del Estado, que se corporiza en Gildo y su corte, permite afianzar en el imaginario social la razonabilidad de su poder eterno, a la vez que la presencia obligatoria de todo el funcionariado cohesiona su poder interno e impide la disidencia. Ya van 24, casi 25 años de Gildo gobernador durante sus seis mandatos. Todo indica que llegará al séptimo.