Por momentos al presidente Fernández se le hace muy difícil disimular sus pesares, al punto de que algunos habitantes de Olivos dan cuenta de ello. Y es que su gobierno no puede frenar la sucesión de conflictos y se expandió en las filas del oficialismo una consigna muy inquietante: que Cristina Kirchner no solo está disgustada con la gestión, sino que admite que se equivocó con la elección del presidente.
Por eso transmitió a sus filas el mensaje de que solo resta acompañar para aguantar los dos años y medio que quedan de mandato. En este contexto se entiende que se hayan hecho más visibles los cabildeos del presidente y ciertas reacciones contradictorias. Cristina oscila entre la injerencia y la prescindencia, y eso descoloca a su socio, a quien en su propio entorno muchas veces lo ven desconcertado.
El entorno más íntimo del Presidente le recomendó abiertamente no designar a Martín Soria como ministro de Justicia. No solo argumentó su falta de vinculación con el mundo judicial sino también sus modos violentos y su falta de equilibrio. Santiago Cafiero y Vilma Ibarra, entre otros, encabezaron las gestiones. Fernández amagó con jugarse con un nombre propio, como Julio Vitobello o Juan Manuel Olmos, pero finalmente desistió.
Es cierto que en el medio habló un par de veces con Cristina del asunto, pero no hay constancia de que su intervención haya sido definitoria. Después de muchas dudas, Alberto se expidió con su opción original. En el Gobierno interpretan que Soria será un paladín mediático, pero que el poder real en materia judicial lo seguirán ejerciendo Eduardo “Wado” de Pedro, su hermano Gerónimo Ustarroz y el viceministro Juan Martín Mena.
Para muchos la prueba de quién ganó con el recambio estará en la Cámara de Diputados: si se reactiva la modificación del Ministerio Público, se habrá impuesto el kirchnerismo; si resucita la reforma judicial, el albertismo. En el bloque oficialista dicen que es viable conseguir los votos para la primera pero que es imposible para la segunda. Para colmo, desde que empezó el año el Gobierno solo encadena conflictos con escándalos.
Además, la administración de la pandemia se ha vuelto el punto más crítico porque en el Gobierno ven pasar las semanas y la solución de las vacunas se demora. Esta inquietud también se reflejó en las reuniones con los gobernadores y los ministros de Salud, que le demandan a Carla Vizzotti mayores certezas. Al punto de que algunos mandatarios locales reclaman que después son ellos los que tienen que poner la cara en las provincias.
Es por eso que empieza a revelarse que el problema del Gobierno no es solo el Covid-19 sino su estructura y su funcionamiento. Alberto Fernández, autor material de la criatura, no exhibe herramientas para componer las averías. Cristina Kirchner, creadora intelectual del proyecto, empieza a pensar en otros futuros. En ese sentido, comienza a preparar el terreno para la candidatura de su hijo, Máximo Kirchner para la presidencia en el 2023.