“Este hombre (por Daniel Deiana) no tiene piedad con nadie, pero yo ya no le tengo miedo a sus amenazas”, advirtió Enriqueta Papa, ex empleada de la Mutualidad Provincial Tucumán.
La mujer denunció que el presidente de la Mutualidad se quedaba con parte del sueldo de medio centenar de empleados de la institución.
Enriqueta relató el largo calvario que sufrió en la institución, adonde ingresó en 2004.
“Al poco tiempo Deiana me corre a mi y a varios compañeros más. En ese momento subí a hablar con él y le dije que necesitaba el trabajo, él me dijo que no le importaba, que él iba a echar a la gente que quisiera…”, señala.
“Me retiré, pasó una semana, y él me citó y me dijo que firmara un convenio. A unos 50 o 60 empleados nos ofreció un convenio para que trabajáramos cinco horas, pero figuráramos con seis horas. Nos pagaría por cinco horas y la otra hora se la quedaba él…”, afirmó Enriqueta.
Señaló que durante todo ese tiempo se trabajaba en un clima de acoso y persecución permanente. “No podíamos ni ir al baño. Nos perseguían todo el tiempo dos o tres patoteros, vigilándonos hasta cuando queríamos tomar un café. Había cinco o seis tipos que rondaban la Mutualidad.”
“Estando embarazada de seis meses, me sacaron de mi puesto de trabajo por orden del señor Deiana, para que yo fuera a sacarles las pancartas a mis compañeros que estaban despedidos y reclamaban volver a trabajar. Uno de mis compañeros se opuso, pero me dijeron que si no lo hacía me despedirían. Me descompuse y dos compañeros me llevaron a la cardióloga. Vino mi ginecólogo a revisar a mi bebé, pero yo estaba en estado de shock. Me hizo un papel para que me retirara hasta que naciera mi bebé, que luego descubrimos que tiene Trastorno del Espectro Autista”, relata Enriqueta.
“Por las redes sociales mientras me seguían amenazando, que no diga esto, que no diga aquello, que no lo nombre al señor Deiana…”, señala.
“Luego fallece mi papá y cuando me reintegro luego de una semana sin trabajar por fallecimiento, entro y me entero que estaba despedida de la Mutualidad”, recuerda Enriqueta.
Dice que en ese momento “tenía mucho miedo, estaba amenazada, mis hijos eran pequeños y quería protegerlos”.
“Hoy la situación ha cambiado. Mis hijos ya son grandes, y yo pido que haya justicia. Porque este hombre no tiene piedad, no tiene piedad con nadie. Ya no le tengo miedo a las amenazas que me hizo, no le tengo miedo a nada de lo que me dijo, estoy acá, firme, para todo lo que haya que hacer…”, finaliza.
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