El pastor Alejandro salió de transitoria de la Unidad 32 de Florencio Varela, en la provincia de Buenos Aires. Fue esta semana. Tenía 24, tal vez 48 horas para disfrutar su libertad. Luego, debería regresar a la cárcel. Pero nunca se reintegró. Aunque esa no sería la mayor sorpresa para el mundo de los pabellones evangélicos de las cárceles bonaerenses.
Ya estando prófugo de la Justicia, subió una selfie a su estado de Whatsapp. Estaba en lo que parece ser una cama, acostado. Una mujer lo besa. La mujer de otro pastor de la cárcel. La pareja de un detenido con el que compartía pabellón. Los “hermanitos”, como se denomina en la jerga a los presos cristianos, están indignados. Y le advirtieron que si llega a ingresar otra vez a prisión, le harán pagar la traición. Le escribieron presos de las unidades de Lomas de Zamora, San Martín, Olmos, La Plata y Florencio Varela, según publica Clarín.
Alejandro Claudio Guerrero (37) contó su historia en Telefé Noticias. Fue en mayo de 2018, en la Unidad 9 de La Plata. El video aún puede encontrarse en Youtube. Contó que su primer robo fue a los 10 años, y que a esa misma edad ya vivía en la calle y consumía cocaína. Se la pasaba arriba de trenes. De Glew a Alejandro Korn. “Sustraía bolsos, billeteras. Tiré muchas personas a las vías, para robarles. Al que se resistía, lo empujaba del tren. No sé si alguno habrá muerto”, detalló.
?Siempre según lo narrado en la entrevista, pasó 20 años detenido. “Yo quería morirme”, dijo. “Estaba en la calle a la edad que tenía que estar en el colegio, el club y con mi familia. Lo más doloroso que viví en el tren fue ver a un nene de mi edad con su papá y su mamá. Verme en mi situación, me mató de impotencia”. En el cierre, confiesa que llegó a matar. Y que su carátula es “robo calificado y portación ilegal de arma de guerra”.
El pastor Alejandro, según le cuentan a Clarín ex compañeros suyos de pabellón, llegó a la iglesia carcelaria por negocios. Hasta hace menos de un año, era referente de los sectores 7 y 8 de la Unidad 9 de La Plata. Un “siervo de Dios”, como se los llama. Su jerarquía era “evangelista”. Su última causa es de octubre de 2015.
“Quería hacerte creer que era cristiano y tenía mucho contacto con los penitenciarios”, cuenta un detenido. “Hacía negocios con ellos: vendía la carne que recibía para el pabellón, te cobraba las camas y lo que te puedas imaginar”.
La rutina en los dos pabellones que dirigía era la siguiente: a partir de las 7 de la mañana, una hora de oración. De 9 a 10, participan de la actividad “Estudio bíblico”. Luego, el “culto central”. A las 13, hacen oraciones por la familia. El cierre del día es a las 18. Las peleas, las facas y las drogas están prohibidas. El que no cumple con esa norma, es expulsado de la iglesia.
El pastor Alejandro, por su jerarquía, también accedía a los talleres curriculares de la tarde: era guitarrista y cantante de la banda de música del sector evangelista. Además, participaba de cada reunión espiritual.
?Los presos, en general, tienen pocos hábitos para demostrarse respeto y afecto entre pares. Las dos mayores demostraciones de confianza es la “presentación formal” de su familia y compartir el número de teléfono de sus casas y familiares.
El pastor Alejandro había formado una amistad con Javier (su nombre no es real), otro detenido de su “Monasterio”. Al punto de que Javier, que había llegado por robos y se encomendó a Cristo luego de recuperarse de una enfermedad que lo llevó al filo de la muerte, le presentó a su mujer, Johanna (su nombre tampoco es real).
Alejandro, Javier y Johanna pasaron a compartir ratos los días de visita, siempre en la Unidad 9 de La Plata. En mayo pasado, luego de los motines en distintas cárceles bonaerenses, Alejandro fue trasladado a la Unidad 32 de Florencio Varela. Javier continuó en La Plata. Y Alejandro, al seguir en contacto con Johanna, le pidió un favor: que le dejara fijar la dirección de su casa de José C. Paz ante su Juzgado. Ese es uno de los requisitos solicitados para los que están a punto de recibir el beneficio de la salida transitoria.
El pastor Alejandro salió, se fue de Varela a José C. Paz y nunca más regresó. No solo eso: se animó a subir fotos con Johanna, en su cama, y la imagen se viralizó entre los detenidos evangelistas de todas las unidades. La Justicia y la Policía no son los únicos que lo están buscando.