Por TN.com.ar – El 15 de mayo del año pasado, los hermanos Juan Antonio y Luis Armando Espinoza volvían de hacer trámites cuando los interceptó la Policía provincial, cerca del paraje El Melcho, al sur de la capital de Tucumán. El mayor relató en ese entonces que fueron golpeados y que, antes de perder el conocimiento, escuchó un disparo de bala. Cuando se despertó, Luis ya no estaba y su desaparición fue la antesala de uno de los crímenes más conmocionantes de los últimos años.
Los Espinoza sencillamente estuvieron en el lugar y la hora equivocadas. Así se cruzaron en el camino de los policías que participaban de un procedimiento para detener una carrera de caballos que se había organizado cerca de la zona.
A Luis lo encontraron después de una semana de angustia. Su cuerpo, envuelto en frazada, plástico, cables, sogas y cinta de embalar fue descartado en el límite con Catamarca. Estaba a más 100 metros de profundidad en un barranco montañoso de una zona conocida como Las Banderitas, y tenía un disparo de arma de fuego en la espalda.
La familia del asesinado Luis Espinoza armó en Tucumán un lugar para recordarlo. (Foto: José Inesta/TN.com.ar)
A un año del crimen, el dolor de la familia sigue a flor de piel como el primer día pero un oportuno avance en la causa les devolvió la esperanza de que, por lo menos, se haga justicia por Luis. Días atrás, el fiscal de Homicidios Carlos Sale pidió la elevación a juicio con nueve oficiales y dos civiles imputados por homicidio agravado, entre ellos el comisario de Monteagudo Rubén Montenegro. Pero solo 10 de todos ellos, llegarán detenidos al inicio del debate.
“Todos fueron responsables por lo que pasó, todos tienen que estar presos”, reclamó Gladys Herrera, la mamá de Luis Espinoza, en diálogo con el periodista José Inesta para TN.com.ar. La mujer, junto a su marido y dos de sus hijos, de pie frente a la misma comisaría en la que estuvieron hace un año, cuando todavía buscaban respuestas y a Luis vivo.
“Nunca pensamos que lo habían matado”, dijo Gladys, y explicó: “Creíamos que lo habían detenido, que lo habían trasladado a otra comisaría, pero que estaba vivo”. Y tal vez el cuerpo nunca hubiera sido encontrado si dos de los oficiales involucrados no se hubieran quebrado y hubieran roto el pacto de silencio. Ellos fueron los que confesaron el crimen y dieron pistas precisas para poder encontrarlo.
De acuerdo al expediente, Luis murió por un proyectil del arma de uno de los integrantes de la fuerza que le disparó por la espalda. La bala impactó en el omóplato izquierdo del peón para después seguir su recorrido hasta perforarle un pulmón. Luis murió desangrado en ese monte, solo y sin recibir asistencia de nadie.
Al momento de ser asesinado, el peón tenía 31 años y seis hijos. No sabía leer ni escribir, pero trabajaba todo el día y vivía para esa familia que desde hace un año lo llora sin consuelo. “Le pido a la justicia que haga justicia”, sostiene su mamá con un dolor que traspasa las palabras y se puede sentir a la distancia. “Como madre pido que todos sean condenados a cadena perpetua, porque todos ellos me han dejado un dolor muy grande en el corazón”, pidió entre lágrimas.