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Acuerdo con Pfizer

¿El Gobierno nacional responderá por las muertes que se pudieron evitar?

Vacuna Pfizer
La vacuna de Pfizer contra el COVID-19 (REUTERS/Dado Ruvic)
Descacharreo

Lo sucedido ayer resulta revelador de la mala praxis en la gestión sanitaria del gobierno nacional de Alberto Fernández. Y es que ayer martes, la ministra de Salud, Carla Vizzotti, comunicó que se firmó, tras una incomprensible e irresponsable demora de doce meses tras varias idas y vueltas, el acuerdo con el laboratorio estadounidense Pfizer. Serán 20 millones de dosis que arribarían en los últimos meses del año.

Doce meses después del primer anuncio sobre Pfizer, para cuya investigación Argentina aportó 6 mil voluntarios, Vizzotti celebró el acuerdo. Sin que fuera necesaria la entrega de los glaciares. Queda claro que la demora, irresponsable en medio de la pandemia, obedeció a la puja política interna del Gobierno y su coalición, el Frente de Todos. Las trabas que perduraron con los laboratorios estadounidenses fueron utilizadas por la oposición para martirizar al Gobierno.

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El impedimento de Pfizer fue símbolo por una razón: se trata de la primera vacuna habilitada para inmunizar menores que padecen comorbilidades. El kirchnerismo supo responder a ese acoso con relato. Nunca tuvo corroboración en ningún plano. El ex ministro Ginés González García fue el primero en afirmar que Pfizer se había “portado mal”. Luego el propio Presidente confesó, acongojado, que firmar el acuerdo hubiera significado para él un “acto de violencia”.

Incomprensible. Sonó a la “sarasa” que hizo célebre, en un descuido, el ministro de Economía, Martín Guzmán. El Frente de Todos obstaculizó varias veces en el Congreso la modificación de la Ley de Vacunas que impedía progresar en tratos con los laboratorios estadounidenses. Solo para no darle el gusto a la oposición que promovió aquellos cambios, Alberto Fernández firmó el 2 de julio un DNU que reguló la posibilidad de acceder a Pfizer, Moderna y Johnson&Johnson.

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El agua estaba llegando al cuello. La jugada fue aceptada a disgusto por los K. Ese DNU resultó convalidado por el Senado, con la ausencia de la vicepresidenta. En definitiva, la campaña de vacunación sigue sin exhibir la aceleración adecuada. Ante la posibilidad de una tercera ola existe una brecha de 10 millones entre las vacunas recibidas y las inoculadas. La Argentina pareciera andar con los tiempos cambiados. La segunda ola decrece, aún con estándares altos.

Los muertos por día, arriman la gran tragedia a las 110 mil víctimas. La tercera ola estaría al caer. Pero repentinamente parecen cesar casi todas las restricciones. Hasta desapareció la batalla entre la Ciudad y Buenos Aires por la Educación. Axel Kicillof, el gobernador de la Provincia, anunció, como Horacio Rodríguez en la Ciudad, que después de las vacaciones de invierno vuelven las clases presenciales en todos los niveles.

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En el caso bonaerense, el regreso a las aulas será en los 135 distritos. No hay estadística epidemiológica, ahora mismo, que pueda resistirse. ¿Algo ha cambiado de repente y nadie se ha dado cuenta? Una sola cosa. El fin de semana pasado fue el cierre de listas para las PASO de septiembre. La campaña electoral toma hervor. Se nota en las palabras de la clase política. ¿Hace falta otra explicación?

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