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Alberto Fernández es el máximo responsable de un gobierno terminado

Con su discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso Nacional y su posterior entrevista en un canal “nac & pop”, confirmó lo que propios y ajenos venían gritando a los cuatro vientos: es el peor presidente que tuvimos en democracia.

alberto fernández
Alberto Fernández
Descacharreo

¿Estamos ante un gobierno líquido o un gobierno liquidado? Alberto Fernández, con su discurso de apertura de las sesiones ordinarias del Congreso Nacional y su posterior entrevista en un canal “nac & pop”, confirmó lo que propios y ajenos venían gritando a los cuatro vientos: es el peor presidente que tuvimos en democracia. El país que describió es uno distinto del que vivimos los argentinos.

Bastaron tan solo unas pocas horas para que el apagón generalizado, que sufrió casi la mitad del país, dejara expuesta la contradicción inocultable entre las palabras del presidente y la realidad. Como si lo anterior no fuera suficiente evidencia del fracaso de un gobierno líquido, que se les escurre por los dedos, la amenaza narco a Messi fue la gota (solo la gota) que termina de rebalsar el vaso de la hipocresía del relato populista.

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Lo cierto es que el narco ganó, lo dijo la persona que está a cargo de la seguridad nacional, reconociendo además que esa victoria se viene gestando desde hace 20 años. Son dos décadas donde el populismo tuvo su mejor momento, para dejarnos con un presente distópico y “derrotados” ante la inflación y los narcos. La cruda realidad le dio al Presidente dos cachetadas en la cara.

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Una el apagón y otra la amenaza al mejor jugador de fútbol del mundo, demostrándole que todo lo que dijo sobre su gestión era una farsa. Casualmente sobre ambos hechos se intentó poner un halo de duda en cuanto a su origen, buscándola esta vez en un complot celestial contra el Gobierno, lo que por cierto es una verdadera locura imposible de sostener. El discurso fue una diatriba repleta de hipocresía y cinismo. La entrevista posterior es su complemento.

Fue insolente con los ministros de la Corte, que, estoicos, soportaron las bravuconadas de un presidente haciéndose el “recio” en público y con hinchada propia, frente a dos personas a las que sentaron completamente solas para ser exhibidas tanto en el recinto como en las imágenes de la transmisión oficial, que no cesaban de mostrar sus rostros cada vez que el presidente embestía contra el Poder Judicial.

Lo cierto es que Alberto Fernández nos mostró a todos, una vez más, que solo es un personaje de ficción. La Corte Suprema, que preservó la institucionalidad, salió fortalecida. Cristina Kirchner, por su parte, cumplió con una obligación que le imponía el cargo, pero no se la vio cómoda sentada junto a quien considera un traidor y quiere ver fuera de la Casa Rosada lo antes posible.

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Esa realidad de fantasía es la que vivimos el pasado 1 de marzo en la inauguración de un período legislativo tomado por la grieta, el quiebre institucional y la chapucería barata, con dos protagonistas para el olvido. Tuvo su epílogo en la realidad misma, convirtiendo a los “narcos” en los nuevos sicarios del populismo, al demostrar que su crecimiento solo es posible ante la decadencia del Estado, liquidando definitivamente cualquier chance del Frente de Todos en las próximas elecciones.

¿Gobierno líquido o gobierno liquidado? Una pregunta que se responde con datos, en un país donde cuatro personas de cada diez están en la pobreza (según información del Indec), o sea unos 18 millones de argentinos que terminan siendo las víctimas del populismo que logró cambiar la dirección de la movilidad social: antes era para arriba, ahora es para abajo. Situación aún más grave si se considera a los menores de 17 años.

En este caso el nivel de pobreza llega a un doloroso 52,9%, unos 7 millones de chicos que viven en un mundo de miseria. Ese nivel de pobreza se convierte además en caldo de cultivo para el crecimiento del narcotráfico. Vamos, según estiman las principales consultoras, a un año de crecimiento cero, con una inflación del 100% o más. O sea, recesión más inflación, un combo muy peligroso para un año electoral en un contexto donde el 15% de los que tienen trabajo registrado son pobres, al igual que el 47% de los que tienen uno informal.

¿Gobierno líquido o gobierno liquidado? Se trata de buscar una explicación a la lógica del razonamiento de quienes tienen la responsabilidad constitucional de gobernarnos hasta el próximo 10 de diciembre, pero que han demostrado su fracaso más rotundo con índices de pobreza, inflación, inseguridad, endeudamiento y degradación de la educación pública y de la moneda nacional como pocas veces hemos visto. La respuesta no sería excluyente.

Por el contrario. Estamos frente a un gobierno líquido y liquidado. Un nuevo fin de ciclo, para muchos del kirchnerismo. Entendemos que el fin de ciclo que se aproxima es el del cristinismo, que vendría a ser algo así como el kirchnerismo, pero en su versión más prepotente y soberbia.

El populismo como formato de país ha dado muestras claras de ser un gran error. Repartir lo que no se tiene es imposible. El divorcio existente entre la política y la ciudadanía es abismal.

Al igual que el divorcio entre la política y el poder real. La clase política con sus desatinos sólo logra debilitarse cada día un poco más, sosteniendo a su vez el surgimiento de nuevas figuras que son la consecuencia de la grieta. Está claro que los argentinos algo tenemos que hacer, como dijo el peor presidente que tuvimos en democracia. Deberíamos empezar por votar a los más capaces, y no a los que nos prometen el futuro mejor que nunca llega.

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