Cristina Kirchner está más escondida que Putin, que al menos habla desde las catacumbas del Kremlin, pero sus intentos son igual de extorsivos. El cristinismo no sólo quiere zafar de votar un acuerdo con el Fondo, sino que la oposición se traicione asociándose a un plan económico que carga en las espaldas de la clase media el ajuste mal hecho que ellos proponen para que nada cambie. Son gatopardos, pero no tontos.
El problema de la avivada es que el desfiladero es muy finito y el viento no es de cola. En estas horas en las que el oficialismo busca ocultar su encarnizada guerra interna, el intendente Mario Ishii de Jose C Paz, les puso nombre a las cosas: los llamó traidores. Ayer 9 de marzo los rusos se levantaron con un cepo a las monedas extranjeras y con las marcas más populares de Estados Unidos en pleno éxodo.
Las noticias de Moscú nos recuerdan que por acá tenemos una economía de guerra sin guerra. Sitiada por ineficientes, corruptos y malos. No puede haber bondad ni eficacia en armar una montaña de subsidios y defenderla. Un día, lo dice el cuento, Frankenstein se vuelve contra su creador. El kirchnerismo es experto en crear monstruos para que los sufran otros, hasta que les aparece inefable una cosa que no es fantasma: la realidad, cruda y cara como el petróleo.
La fantasía animada de arreglar el déficit con crecimiento y sin hacer nada se diluyó como todo lo leve se diluye en el aire. El precio de los combustibles espoleados por las sanciones a Rusia, amenaza con una crisis energética de proporciones y la cuenta para bancar los subsidios puede convertirse en la tormenta perfecta haya o no acuerdo con el Fondo. A ese Frankenstein no pueden ni decirle traidor.
El ministro Guzmán viajo a Houston, Texas, porque claramente tiene un problema. La factura por gas licuado se multiplicó por seis y pasó de 1300 millones de dólares a 8.500 millones de dólares, sólo por ahora. La previsión de expertos es ominosa: anticipan cortes de gas en casas y en empresas durante el invierno y eso no sólo trabaría el flaco crecimiento esperado para este año, también desataría la furia de los usuarios.
El populismo reparte baratijas, que salen muy onerosas. Encima, el año que viene hay elecciones y entonces, para el peronismo, “traidor”, será el que pierde. Esa es la única lógica de Cristina: preservarse en el desbande. Hoy sólo une a la coalición del Frente de Todos, la amalgama de cargos, cajas y mandato restante. Las dificultades para mancomunar esfuerzos y votar su propio plan económico dejan en evidencia las grietas en la copa de cristal que, ya sabemos, no se arregla.
El presidente no encontró mejor contexto para decir entre ebrios balbuceos que este es su primer mandato. Fue al tiempo que Ishii advertía que un default sería catastrófico. No es por tontería que Alberto Fernández no tiene mejor idea que anunciar que irá por la reelección, en las puertas de la catástrofe. Es pura preservación. Debe disimular eso que se pierde en cada minuto durante un tercer año de mandato si las cosas no van bien.
Y no son sólo los dólares que no hay para pagar la energía que termina regalada, sino poder. Ese otro traicionero que deja en banda cuando viene la malaria. “Cuidado con los idus de Marzo”, advierte el oráculo en estas fechas con tanto traidor rondando agazapado. Ya no alcanza con culpar a Macri por la deuda. Tardaron dos años en cerrar con el Fondo, por irresponsables y encima se endeudaron tres veces más rápido y por más plata en la mitad del tiempo.
Ahora, sufren no por enfrentar la realidad sino por querer tirársela a otros en la cabeza, sean opositores o una sociedad harta a la que buscan esquilmar hasta la última gota con cinismo y psicopatía. Y es difícil que cunda otra sensación que la de la estafa cuando la inflación argentina ya supera la de Venezuela. Ya que Feletti sólo fue una mala caricatura, quizás el Presidente prometa, uno de estos días, que soluciona el problema de los precios, en su segundo mandato.