Con hostilidades manifiestas de uno y otro lado, se puede presagiar una relación invadida por disputas y asperezas entre Argentina y Brasil.
El presidente electo Alberto Fernández felicitó ayer a Lula da Silva por su cumpleaños y volvió a pedir por su libertad. Definió de esa manera su absoluta falta de empatía con el jefe de Estado brasileño Jair Bolsonaro, quien respondió desde Medio Oriente, donde se encuentra de gira: “Yo lo lamento: no tengo la bola de cristal, pero creo que los argentinos eligieron mal”.
El brasileño admitió que las reformas “del presidente Macri no fueron exitosas”. “Pero el pueblo colocó (en la Casa Rosada) a quien hundió al país en un buraco”, planteó. Y luego envió un mensaje tan terminante como el de Fernández: “No voy a felicitarlo”.
Por el momento, estas descortesías parecen destinadas a trazar los límites mutuos. Alberto no le perdona al brasileño, al menos por el momento, algunas declaraciones y hechos recientes. Bolsonaro piensa, todavía, que el Mercosur podría suspender a la Argentina si el país no se aviene a la estrategia de liberalización comercial que presuntamente emprendería Brasil. En el mismo diálogo con los periodistas, el presidente sostuvo: “No vamos a salir del Mercosur. Pero podemos juntarnos con Paraguay y Uruguay para decidir si Argentina hiere alguna cláusula del acuerdo o no. Si hiriera el tratado, podemos alejar el país. Claro que esto va a depender de lo que acontezca con las elecciones en Uruguay, cuyos resultados no sabemos”.
La tensa relación del kirchnerismo con el gobierno brasileño no es el único inconveniente que asoma en el horizonte geopolítico. Uruguay también fue a las urnas este domingo 27 de octubre y el Frente Amplio puso en riesgo su hegemonía de los últimos años. De acuerdo a los análisis que se realizaron esta mañana en Montevideo, el líder opositor Luis Lacalle Pou emerge como favorito para la segunda vuelta electoral del 24 de noviembre. ¿Cómo terciará entre Brasil y la Argentina un eventual gobierno del Partido Nacional? Teniendo en cuenta los destratos históricos del kirchnerismo a los uruguayos, principalmente durante el conflicto por las papeleras, no sería ilógico imaginar un alineamiento de una nueva administración con Brasil.
El desafío para el nuevo gobierno de Fernández es enorme. A esta altura, hay que preguntarse si el flamante presidente electo afianzará sus lazos vigentes con Evo Morales (Bolivia) y Nicolás Maduro (Venezuela) bajo el riesgo de aislar a la Argentina del mundo o intentará dejar atrás la verborragia de la campaña para entablar relaciones adultas y estables con Brasil, Uruguay, Chile y los Estados Unidos.
La realidad es que ni a Bolsonaro ni a Fernández les convendría desmantelar el bloque sureño. Las razones se miden en números de intercambio comercial. De las ventas brasileñas hacia el mercado argentino, 33% del total fueron vehículos y autopartes (o sea, bienes industriales). De igual modo, el grueso de las exportaciones argentinas hacia el mercado brasileño fue de 41,1% en el mismo rubro. Pero el dato más fuerte es que los dos mercados son grandes importadores de los bienes industriales producidos por cada uno de ellos.
Es cierto que un análisis global del intercambio, entre ambos socios, muestra este año una sensible reducción: el total de exportaciones brasileñas hacia Argentina cayó, en los primeros nueve meses del año, nada menos que 38%; esto llevó al mercado argentino a ocupar el cuarto lugar para Brasil, que tiene entre los tres primeros socios a China, Unión Europea y Estados Unidos. No por casualidad, en esta gira por Asia, Bolsonaro estuvo en China y se encontró con el presidente Xi Jinping; y el próximo 15 de noviembre albergará en Brasilia la cumbre de los BRIC. También es cierto que hay sectores de Brasilia que ambicionan salir del Mercosur y celebrar un acuerdo de libre comercio con Washington. Por ahora, sin embargo, el propio Bolsonaro descartó la opción de irse del Mercado Común del Sur.
La sequedad y acritud que domina el vínculo entre quienes serán colegas a partir del 10 de diciembre próximo no son suficientes para definir a priori si el futuro será tan ríspido como se presenta. Hay un elemento que no se puede descontar: para los militares brasileños, la Argentina es un componente esencial dentro del boceto geopolítico. En síntesis, defienden la continuidad de las buenas relaciones con Alberto Fernández. No por casualidad Bolsonaro señaló antes de salir de Abu Dhabi: “Para decidir qué hacer voy a conversar con Ernesto Araújo (el canciller) y con el general Augusto Heleno (ministro de Seguridad Institucional)”. De este último se sabe que tiene una influencia acentuada sobre el jefe de Estado; y, además, el general se ha definido como un “argentinófilo”.
Otra frase de Bolsonaro muestra que el presidente brasileño, a través de sus viajes, adquirió el sentido de pragmatismo que le faltaba en los primeros meses. Dijo sobre Alberto Fernández que antes de proceder a una decisión “vamos a esperar ahora el baño de realidad que él va a tener”. Precisamente, de lo que se trata es nada más y nada menos que de la inserción en la realidad. Hay muchas empresas brasileñas en Argentina que ocupan lugares dominantes en mercados claves: por ejemplo, el cárnico. A la vez, las empresas argentinas continúan ambicionando una parte de los grandes mercados brasileños, como por ejemplo el gaucho o el paulista. Lo que va a ocurrir, en ese contexto, se puede de alguna manera predecir: tanto Alberto Fernández como Bolsonaro tenderán a sofocar arrebatos. Puede ocurrir, incluso, que Brasil invite a la cumbre del Mercosur en Bento Goncalves, en el sur brasileño, al presidente electo. Será el 5 de diciembre, y la diplomacia brasileña eligió ese día precisamente con la idea de que Macri hable y decida por Argentina.
Por su parte, el canciller Araújo publicó en redes sociales comentarios poco elogiosos para con la nueva gestión presidencial en la Argentina: “No hay mucha ilusión de que el kirchnerismo de Fernández pueda ser diferente del kirchnerismo clásico. Los signos son los peores posibles. Parece que se acerca el cierre del comercio, el modelo económico retrógrado y el apoyo a las dictaduras. Las fuerzas del mal están celebrando. Las fuerzas de la democracia se lamentan por a Argentina, el Mercosur y toda América del Sur, pero Brasil permanecerá completamente del lado de la libertad y la integración abierta”.
Y por último cerró: “La izquierda es totalmente ideológica en el apoyo a los regímenes tiránicos de la región. Pero cuando se relaciona con las democracias (de las cuales depende), la izquierda pide “pragmatismo”. Curioso. “Pragmatismo” siempre significa que la derecha se acomoda a los intereses de la izquierda. Seremos pragmáticos al defender los principios e intereses de Brasil: un Mercosur sin barreras internas y abierto al mundo, una América del Sur sin dictaduras”.