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Alberto Fernández, talibán de sí mismo

El Presidente se defiende con mucha pasión y se lastima con mucha agresividad; es inminente el escándalo que vaticinó Nicolini: cambios al contrato por Sputnik; diputados ayudan a Lorenzetti

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Alberto Fernández
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Es muy difícil afirmar que la foto del escándalo en Olivos le va hacer perder o no un voto al Gobierno. Son apuestas un poco misteriosas, entre otras cosas porque no sabemos cuál es la profundidad de memoria de la gente cuando vota. Sobre todo en un país donde la agenda gira tan enloquecidamente, puede ser que en el momento de la elección nadie se acuerde de la temperatura emocional que tiene hoy.

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¿Las encuestas nos guían en esto? También son misteriosas, porque suelen equivocarse, porque la metodología es controvertida. Pero es un criterio que tenemos. Y apareció una encuesta de Management & Fit, sobre la marcha, porque esto todavía está ocurriendo. Entre otras cosas, esa encuesta dice que el 91,7 por ciento de la gente se enteró de la foto en Olivos.

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Estamos hablando de una cifra impresionante, porque normalmente la comunicación es muy segmentada, es muy difícil que todo el mundo conozca el mismo tema. El 91 por ciento implica que todo el mundo sabe de qué estamos hablando, más allá de que tenga opinión formada o no. Ya habla de un impacto muy grande. Lo otro es qué opina de eso que conoce.

Un 63,2 por ciento lo considera muy grave y 12,9 por ciento dice que es algo grave. Un 76,1 por ciento, es decir, tres cuartas partes de la gente, dice que lo que muestra la foto es grave. Insisto, puede ser que después esto no incida en el voto, puede pasar.

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Pero hoy es un tema preocupante para el Gobierno, por el impacto que tiene y por la evaluación que tiene. La misma encuesta profundiza en un terreno ahí sí más resbaladizo, que es qué va a pasar con el voto.

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El 22,3 por ciento dice: yo iba a votar al Gobierno y a raíz de la foto en Olivos no lo voto. ¿Será verdad? ¿Es tan directa la relación entre la indignación y el voto? Puede ser.

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Hay que analizar un poco qué es lo que está pasando. Y lo que está pasando es, primero, la aparición de una escena que la política produce pocas veces: una escena que se entiende con toda claridad de inmediato. La foto se entiende rápido como los bolsos de López. Los bolsos de López es muchísimo menos, en términos de dinero, de lo que se deben haber llevado con Skanska. Pero para entender Skanska tenés que armar un powerpoint. Los bolsos de López se entienden inmediatamente. Están los bolsos y la ametralladora.

¿Por qué todos entendemos rápido la foto de Olivos? Porque todos estuvimos encerrados sin poder festejar, reunirnos o hacer las miles de cosas que nos prohibieron hacer. Entonces, cuando ves esa fiesta, ese cumpleaños, entendés inmediatamente de qué se trata.

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En segundo lugar porque esa foto se inscribe sobre un contexto de mucho malhumor, sobre todo en relación con la economía. Algo de lo que venimos hablando hace mucho tiempo. El 70 por ciento de la gente dice que este año es peor que el anterior y que el que viene va a ser peor que este.

Si el país estuviera creciendo a tasas chinas, en una recuperación impresionante respecto de la recesión de la que queremos salir, no sé francamente si esta foto tendría el impacto que esta encuesta dice que tiene.

El otro problema acá es que están tratando de corregir sobre lo corregido cada vez de la peor manera y eso ya no nos habla de la forma en que la familia del Presidente vivió la pandemia. Nos habla de la incompetencia del Gobierno para manejarse en medio de una crisis de opinión pública como esta. En este sentido, para decirlo con una imagen candente, Alberto Fernández es un talibán de sí mismo. En dos sentidos: por la pasión desenfrenada con que se defiende y por la agresividad con que se lastima. El Presidente dijo que fue una fiesta casi sorpresa. Hoy ya no dijo “la hizo mi querida Fabiola”. Usó una expresión muy interesante: “Se hizo”. En La Matanza, Alberto Fernández dijo “se hizo” una reunión que no se debió haber hecho. El “se” habla de una posición impersonal. Apareció ahí la fiesta. También había explicado que “pasaba por ahí y me quedé un minuto”. Si se mira la foto, él está parado, apoyado sobre una silla que tiene su saco, y con una copa de vino y otra de champagne. Tomarlas en 30 segundos revelaría una velocidad impresionante. Sería fondo blanco.

“Yo no sabía que Fabiola iba a hacer esa fiesta, me enteré ahí”, sugiere, pero había una torta que decía: “Te amo”, y salvo que Fabiola, para no hacerlo quedar mal porque él se había olvidado del cumpleaños se hizo a sí misma la torta, en un gesto de abnegación, él encargó la torta para que la comiera un grupo de gente.

Lo otro que dijo: fue un brindis, nomás. Ahora, si fue un brindis, ¿cómo es que en los registros dice que la entrada fue a las 9 de la noche y la salida a la 1.40? ¿Por cuántas cosas brindaron?

Es una forma de querer corregir que aumenta el problema porque sigue hablando de cinismo, de que mucho no importa, de que ni siquiera se puso a pensar cómo lo digo o cómo explico lo que pasó.

A esto se agrega un segundo problema. Dijo Alberto Fernández en La Matanza: “Solo le debo dar explicaciones al pueblo”. Técnicamente no es así porque hay una causa judicial que tiene que ver con todos los ingresos a Olivos, porque la fiesta no fue el único incumplimiento de la cuarentena. Hay una cantidad de ingresos que no se justifican en medio de restricciones que él mismo puso y por las cuales nos señalaba con el dedo.

Hay una investigación en la que tiene que dar explicaciones la Casa Militar, que es la responsable de la seguridad del Presidente y de lo que pasa en Olivos. Ahí, el jefe de la Casa Militar se va a ver en un problema, porque en su momento, por dos causas penales -una relativa a Milagro Sala, en donde había que atestiguar si había entrado y con qué frecuencia a Olivos, y otra relacionada con Amado Boudou y el uso de aeronaves de la flota aérea presidencial- se le pidió a personal militar de la Casa Militar que vaya a atestiguar en la Justicia.

Y atestiguaron, dijeron la verdad. Ese mismo personal militar había sido puesto en la lista de ascenso del ministerio de Defensa y en el Senado lo bocharon en represalia por lo que dijeron en esas causas, donde no mintieron. El que se enteró y puso el grito en el cielo fue el senador por Córdoba Ernesto Martínez, de Juntos por el Cambio. Pero más allá del escándalo que se armó esos siguieron sin poder continuar su carrera. Yo creo que ahora los militares deben estar diciendo: “Mejor que venga la Justicia a allanar, que se lleven los papeles que quieran, pero nosotros ir a declarar, sacrificar nuestra carrera diciendo si la vimos entrar a la colorista, a la estilista o a la peinadora, eso no”. Vemos que todo esto tiene complejidades que van más allá de zafar con una mentira.

Llamó la atención el discurso del Presidente en La Matanza, estaba muy enojado, se dio manija, dijo que estuvo todo el fin de semana leyendo a los hipócritas. Y no creo que se refiriera solamente a los periodistas, que no estamos en consideración del poder en general y de este Gobierno menos. Se debe haber referido también a colegas de él, a compañeros de él. Dice: recibí el cariño de mis compañeros”. No de todos. Sergio Berni le dijo que había entregado a su mujer. Y Alberto Fernández le contestó a Berni cuando dijo: “Los miserables que dicen que responsabilicé a mi mujer”.

Enojadísimo, dijo algo que indica que no está pasando por un buen momento intelectual, que tiene una ensalada en la cabeza. Dijo Fernández: “Me muevo como un hombre común, me siento un hombre común y a veces no tengo en cuenta que soy el Presidente y debo dar el ejemplo y fue un error y lo asumí y pedí disculpas. Me pasó lo que les pasa a los hombres comunes, me olvidé de que soy Presidente”, es la explicación. Parte de la base de que los hombres comunes violan la ley. Porque él lo que estaba haciendo con esa fiesta es violar un decreto que él mismo firmó. Hay que aclarar que la gente común cumplió con el decreto. Hubo gente que perdió el trabajo por cumplir con el decreto. Perdió su empresa, su bar o su restaurante por cumplir el decreto.

La idea de que “yo violé el decreto porque soy un hombre común” es un insulto del Presidente a los hombres comunes que no habría que recomendarle en campaña electoral. Lo más grave de este mensaje es que no entiende lo que se le está reprochando. Se le está reprochando que precisamente no se comportó como un hombre común. El pudo hacer eso porque es presidente de la Nación y nadie le dijo: “Señores, acá no entran estos invitados porque están violando la ley”. No se lo dijo el jefe de la Casa Militar, no se lo dijo el vigilante que está en la puerta de Olivos.

La gente común no podía hacer fiestas en su casa de diez o quince personas sin barbijo ni distanciamiento social, no podían siquiera ir a una fiesta, no podían circular por la ciudad. Los que podían hacer eso e ir al vacunatorio vip eran los privilegiados del poder. Lo que debería hacer el Presidente es decir: “Me comporté como un Presidente que no se siente igual ante la ley, que entiende que el poder presidencial es la capacidad de violar la ley”.

Es una concepción del poder: que la gente común viola la ley. Acá el que viola la ley es el más poderoso habitualmente. Estamos hablando de que tuvo un privilegio.

Era una vieja consigna de Julio Romero, un viejo gobernador de Corrientes, que decía: “Poder que no abusa, pierde prestigio”. El prestigio del poder es abusar del poder. Y lo que hizo Alberto Fernández es un abuso de poder. Por eso tiene que pedir disculpas. No es algo de alguien común. No vale la excusa de que me comporté como un hombre común. Les debe pedir disculpas a los hombres comunes.

No es el único problema en medio de la pandemia. Voy a volver a un hecho que tiene que ver con la mala praxis de la pandemia y es la carta de Cecilia Nicolini a aquel directivo del Fondo Ruso que vende las vacunas Sputnik. Voy a recordar un párrafo de esa carta, que aparece al final. Primero Nicolini hace todo un reclamo porque no llegan las vacunas y dice todo el esfuerzo que hicieron para que el proyecto ruso fuera un éxito y después agrega este párrafo y dice lo que sigue, que es gravísimo: “Me gustaría agregar que alguien de su equipo de producción le está pidiendo a Richmond que le solicite al ministerio de Salud que le haga la factura y que reciba el pago completo por las dosis producidas acá. Como usted puede comprender nosotros no podemos modificar el contrato -dice Nicolini- y aún menos tener un intermediario local en esto y pagarle una suma adicional en impuestos, porque podría ser un gran problema político y con la opinión pública que cambiemos siquiera una letra del contrato original”. Agrega Nicolini en esa carta: “Nosotros estamos siempre dispuestos a encontrar soluciones, pero nunca fuimos informados oficialmente por ustedes, con quienes tenemos el contrato, para estudiar otra opción”. Le está diciendo: por qué viene por Richmond la información, hay algo raro acá, hay algo oscuro. Y añade: “Yo le pedí una llamada por esto varios días atrás, informé acerca de nuestra situación pero no hemos recibido información oficial. Claro, el ruso no quiere hablar del tema”.

Dice Nicolini: “Recuerde que nosotros pudimos firmar un contrato en primer lugar porque el Fondo y Human Vaccine son entidades controladas por el estado ruso -Human Vaccine es la empresa del Fondo que vende la vacuna- por eso hay un acuerdo de Estado a Estado, justificamos esto con todas las pruebas y papeles que nos proporcionaron. Nosotros podemos recibir las vacunas donde ustedes digan, en Moscú, en Bombay, incluso en Buenos Aires, pero el pago y las responsabilidades en materias de indemnizaciones y producción son entre nosotros y Human Vaccine y el Fondo. Sin intermediarios. Inclusive fuimos un paso más allá, permitiendo que Richmond importara el principio activo libre de impuestos: millones de dólares. Hemos firmado esas excepciones de buena voluntad y de manera colaborativa entendiendo que esas dosis iban a ser entregadas a nosotros”.

El 10 de agosto, el martes de la semana pasada, entró a la Cámara de Diputados un proyecto de ley firmado por Santiago Cafiero y Martín Guzmán pidiendo al Congreso que exima del impuesto al IVA la compra de vacunas a nivel local.

Quiere decir que esto que, según Nicolini, iba a causar un gran escándalo en la opinión pública, y que no se podía hacer, la aparición de un intermediario, estaría a punto de ocurrir. Y se estaría pidiendo la eliminación del IVA, que ya las vacunas importadas ya tienen esa exención, para vacunas que se compren en el país. Quiere decir que lo que pidieron los rusos, y es que hubiera un intermediario, que puede ser Richmond; o podemos pensar también que el laboratorio Mabxience, de Hugo Sigman, se convierte también en intermediario entre Astrazeneca y el Estado. Eso que no debía ocurrir estaría por ocurrir.

Solo una ley puede modificar un impuesto. Entonces, estamos en las puertas de otro escándalo. Porque la misma Nicolini anticipó que esto es un escándalo. Vamos a tener que tener aclaraciones de por qué este proyecto de ley introduce algo que ojalá no aparezca, que es la opacidad en los precios.

Porque a partir de ahí vamos a saber cuánto le cobra el Estado a Richmond, pero no sabremos a cuánto le vende Gamaleya a Richmond. Eso va a quedar en una zona muy difícil de acceder. Hasta ahora, el Estado le compraba a los estados. Lo dice la propia Nicolini. Y creo que también lo explicó Marcelo Figueiras, el presidente de Richmond, cuando el Congreso convocó a los laboratorios porque había desabastecimiento de vacunas.

No es el único proyecto de ley inquietante en medio de la campaña. El otro es un proyecto de ley rarísimo: firman dos diputados, un diputado radical muy importante, Emiliano Yacobitti, uno de los líderes destacados del radicalismo porteño, y otro diputado que, desde el punto de vista de la configuración del Congreso, es todavía más relevante, Cristian Ritondo, presidente del bloque del Pro. Ellos firman un proyecto de ley que dice que, dada las dificultades que tiene la Corte para nombrar al presidente de la Corte, quieren darle una solución al problema y que esa solución sería que el presidente de la Corte sea designado por antigüedad.

El que tiene más antigüedad -sostiene el proyecto- sería presidente por tres años y así sucesivamente. Hasta hacer toda la rotación. El proyecto que dice de esta “de cinco miembros”. Es un proyecto raro y muy discutible.

Van a aparecer ya los que recuerden el artículo 113 de la Constitución, que dice en una línea que la Corte fija su propio reglamento y nombra a su personal. Es decir: nadie ajeno a la Corte puede intervenir en su funcionamiento.

Algo parecido a lo que pasó cuando Cristina preguntó a la Corte si podía el Senado hacer sesiones virtuales y la Corte dijo: “No nos venga a preguntar porque el Senado tiene derecho a hacer lo que quiere”. Un poder no se puede meter en el funcionamiento del otro. Para eso está el reglamento interno y con eso basta. El Congreso ahora se querría meter en el funcionamiento de la Corte. Si se aprobara este proyecto, y la Corte no lo declarara inconstitucional, el presidente de la Corte sería Juan Carlos Maqueda. Primera pregunta: ¿Maqueda querrá ser presidente de la Corte?. Segunda: ¿Querrá ser presidente de la Corte por una ley del Congreso, un constitucionalista como Maqueda? Maqueda nunca tuvo interés en ser presidente de la Corte, prefiere no estar en la línea de fuego y en la complejidad de manejar un tribunal de gente con personalidades difíciles.

Muy probablemente Maqueda no quiera ser y tampoco quiera ser Elena Highton, por limitaciones de salud inclusive, y porque a Highton la pretenden relevar, ya lo dijo Cristina, porque está vencida de edad. Si no es Maqueda y no es Higton, el que muere por volver a ocupar el lugar que ocupó en su momento es Ricardo Lorenzetti. Y cuando se indaga en el proyecto, la información de la política es que si este proyecto no lo pidió Lorenzetti, lo pidieron amigos de Lorenzetti.

Empieza a haber una operación de la política para poner a Lorenzetti al frente de la Corte. Este proyecto es inviable si no lo aprueba Cristina y Cristina hasta donde sabemos no lo tiene a Lorenzetti en sus oraciones, sobre todo desde aquellas fotos de Lorenzetti con Moro y Bonadio. Esa foto limó las relaciones entre Lorenzetti y Cristina, porque ahí Lorenzetti se propone, como el líder de un Lava Jato local, de lo que Cristina llamaría el lawfare. ¿Qué alcance tiene esto? ¿Está Cristina en la operación? Lo que te puedo decir es que está Sergio Massa, porque entró el proyecto a la Cámara y, algo que Massa no hace a menudo, inmediatamente lo cursó a la comisión de Asuntos Constitucionales. Massa, si no es muy amigo de Lorenzetti, era muy amigo de Bonadio, el otro que está en esa foto. La pregunta es si esto tiene la aprobación de Cristina Kirchner. Y eso no lo vamos a saber ahora porque es un proyecto muy inconveniente en campaña.

El único que puede tener una urgencia es Lorenzetti, o el que quiera ser presidente de la Corte. Si está Cristina de acuerdo con este proyecto, ¿es gratis o Lorenzetti ofrece algo a cambio si llega a la presidencia de la Corte? Puede ofrecer decisiones que faciliten lo que Cristina quiere: que se termine lo que ella llama el lawfare. Por ejemplo, que se consideren nulidades en procedimientos o se tengan en cuenta auditorías que ella reclama en obra pública y la Corte no concede. El presidente de la Corte puede determinar el ritmo de determinadas causas. Al presidente de la Corte se le recortaron muchas facultades, pero tiene muchas facultades. Si pasan las elecciones y Cristina dice: “Vamos a darle curso a este proyecto”, y Máximo Kirchner también, no sé si va a ocurrir, no hay respuesta. Si llegara a ocurrir, estamos ante un cambio político de primera magnitud, porque este es un proyecto de Yacobitti y Ritondo. Quiere decir que habría un acuerdo entre el Pro, el radicalismo -porque no creo que Yacobitti y Ritondo jueguen por las de ellos, sobre todo porque Ritondo es presidente del bloque. Aunque hasta donde sé, Larreta no sabía nada de esto y tampoco Macri. Y Macri, que tiene temas en la Corte, está inquieto. Cualquier hoja de ese árbol que se mueve en ese bosque a él lo inquieta.

Pero estaríamos ante una escena totalmente inesperada. Un acuerdo político alrededor de la Corte. ¿Son coincidencias increíbles? Confío en que son más profesionales que Fernández, y que las “coincidencias increíbles” solo ocurren en Olivos.

En el Congreso no hay coincidencias increíbles. Sobre todo estando Cristina en el medio. Si es que llega a estar, porque no quiero ir más allá de la información que tengo. Ahora estoy imaginando, es mi obligación plantear la hipótesis, porque esto ya está en el Congreso y Massa lo autorizó en Asuntos Constitucionales. ¿Se corta solo Massa para hacerle un favor a un miembro de la Corte o hay un guiño de Cristina? ¿Massa de qué lado juega en el lawfare? Esa es una gran pregunta. Creo que en su momento Massa era uno de los jefes del llamado lawfare. Muchísimo más que Macri. Y Cristina lo sabe. Por razones políticas no lo puede admitir. Si lo hubiera admitido, no habría vuelto al poder.

Después de la elección, en la Argentina se va a abrir una escena muy distinta de la actual. Si el Gobierno obtiene un número de votos que lo lleva a hacer un acuerdo con el Fondo –y el Gobierno y aún los sectores más duros, incluso la señora de Kirchner, están dispuestos a un acuerdo con el Fondo-, vamos a una escena donde va a haber que establecer una mesa de negociación. Porque el Fondo pide un acuerdo político.

La pregunta clave es: ¿Se van a sentar solo para hablar del Fondo o, una vez que se sentó la clase política para hablar, cosa que no pasa desde hace muchísimo tiempo, se discuten otros temas y va a haber una agenda institucional? Este proyecto, si avanza, si no es solamente una gauchada a Lorenzetti de amigos de Lorenzetti, ¿es solo un proyecto, o el proyecto es el mantel de la mesa?

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