El Presidente augura un pronto renacer. Digamos que de alguna forma nos está permitiendo soñar en lo imposible. Alberto Fernández es quién hace inútiles esfuerzos para intentar mostrarnos ese camino donde en apariencia podremos recuperar el destruido nivel educativo, donde volveremos a tener empleos, donde se reabrirán las puertas de empresas y donde renacerán aquellos emprendimientos sepultados durante la cuarentena.
Incluso hasta parece que podremos gozar de más y mejor salud. En plena campaña electoral nos enteramos a través de las palabras presidenciales que lo peor parece que ha quedado atrás. Incluso mejor aún, se vienen tiempos de goce, fiesta y disfrute. Y lo último y más insólito, casi payasesco, ahora habla de que se recuperó la totalidad del empleo perdido en la pandemia de COVID-19.
Detrás de la realidad fantástica que se plantea, vive e intenta expresar Alberto Fernández, existe una realidad distinta, verdadera, real y, por sobre todo, muy cruel. Su decreto de confinamiento eterno nos ha dejado en uno de los peores puntos de la historia del país. La pobreza se ha multiplicado en cada rincón, los locales comerciales se fueron apagando hasta finalmente bajar sus persianas.
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Las empresas se fueron perdiendo detrás de la incomprensión oficial. Los emprendimientos se fueron llenando de fracasos y tristezas, y los chicos que se hicieron de un futuro más sombrío que el que ya llevaban en sus pesadas mochilas, los dejaron de educar por un interminable período de tiempo, lo que hará con seguridad que ellos tengan que pagar las consecuencias de tamaña estupidez durante todo el resto de sus vidas.
La vida que queremos es esa vida que, justamente, nos ha quitado el propio Presidente. Nos ha dejado sin fuerzas, sin trabajo, sin empresas, sin amigos y sin miles y miles de personas que han muerto, muchas por cuestiones de la vida claro está, pero muchas otras por la negligencia, la corrupción y la desidia del gobierno. Nos costará años recuperar actividades, profesiones, pymes, emprendimientos y empleos que las acciones de Alberto Fernández nos hicieron perder.
La economía no se recuperará en mucho tiempo, incluso Alberto Fernández dejará su cargo y faltará mucho por recuperar. Las vidas no las recuperaremos jamás y el recuerdo de lo que nos está dejando, tampoco podremos olvidarlo. No debería culpar a nadie porque quién ha tomado las decisiones ha sido el propio presidente, solo él. Fue Alberto Fernández quien dijo que no le importaban 10% más de pobres, y tuvo razón, no le importaron.
Esa gente que hoy no tiene nada, no lo tendrá tampoco mañana ni después de las elecciones, ni seguramente tampoco mientras esté el populismo gobernando nuestras almas, ese del cual el presidente hoy es su líder. Alberto Fernández debería intentar ver a la Argentina con los ojos de la sociedad, allí solo verá miseria y desolación. Y cuando con los ojos de la realidad intente buscar en ese horizonte el futuro, por desgracia no podrá encontrarlo.
Y es que simplemente no existe tal cosa. Es por ello que Alberto Fernández debería reaccionar de una vez y no hacer que la sociedad le reclame por el resto de la eternidad el haber transformado a la Argentina en una gran villa miseria donde lo único que se le recuerde sea un dedo levantado, algún tono de voz exacerbado y se lo tengan en como aquel cruel verdugo de nuestro futuro.
