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Alberto “gobierna” sólo para cuidar los intereses de Cristina Kirchner

Un futuro negro e incierto para Argentina, los intereses de quienes gobiernan, no son los mismos de la gente

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Alberto Fernández
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Opinión. “Lo que nos dejó la semana

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Hay varias cosas preocupantes en los episodios de los últimos días, que exceden por mucho la comedia de enredos de las cartas públicas que van y vienen, las renuncias declinables anunciadas a los medios y los audios venenosos filtrados en momentos precisos. Estos detalles nos vuelven locos, nos tienen pegados al teléfono y los comentamos con la mezcla de adrenalina y pavor que muchas veces nos genera la épica trágica del kirchnerismo.

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En ese marco, durante la semana que pasó para ya no volver y, a exactamente una semana de la dura e histórica derrota del peronismo en las elecciones del pasado domingo, debajo de esta superficie, sin embargo, hay una situación institucional potencialmente grave, quizás el desafío de gobernabilidad más serio desde el voto no positivo de Julio Cobos en 2008, episodio en el que también estuvo involucrada Cristina Kirchner.

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Julio Cobos (Voto no positivo) – Cristina Kirchner

En este clima político, llegó la telenovela de los últimos dos días hábiles de esta semana, en la que los protagonistas del Frente de Todos se enzarzaron en una batalla palaciega que poco tiene que ver con aquel reclamo electoral que habían asegurado reconocer un par de noches antes. La conducta de Alberto Fernández y de Cristina Kirchner fueron más dedicados a atribuirse la derrota electoral o el liderazgo del gobierno.

Esto, por encima del hecho de mostrar responsabilidad frente a una sociedad que, a pesar de haberse expresado en las urnas, sigue viendo su presente y su futuro cercano con miedo e incertidumbre, justifica el uso de “casta”, al menos para ellos. Dedicaron la primera semana post-electoral a intrigas de palacio, encerrados en sus torres de marfil, subidos a sus aviones o helicópteros, mientras la calle les reclama otra cosa.

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Alberto Fernández con Gobernadores en La Rioja

Justamente, es casi la más perfecta definición que puede haber sobre desconexión entre la política y la gente. Estos conflictos eran fáciles de adivinar desde el primer día de convivencia de una coalición que fue exitosa para ganar una elección, pero muy torpe y ríspida para gobernar. Curiosamente donde menos diferencias parecieron tener fue en la gestión de la pandemia mundial de COVID-19.

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Al respecto, la coalición entera se encolumnó detrás de la cuarentena eterna, la destrucción de la educación pública y el sometimiento policíaco a los ciudadanos indóciles. Con resultados, por otra parte, lamentables, Argentina se acerca al fin de la pandemia siendo el 9º país con más muertes por COVID-19 por millón de habitantes, con uno de los peores rendimientos económicos del período 2020-2021 y uno de los que más tiempo dejó a sus chicos sin educación.

Por eso no hay que exagerar con la idea de que el fracaso del gobierno se debe a que Alberto Fernández y Cristina Kirchner representan distintas visiones del país y de la política, cuando estuvieron de acuerdo también les fue muy mal. De todas formas, el conflicto desatado durante la semana que pasó para no volver más, aunque encuentre un frágil armisticio en las próximas horas, no resolverá los conflictos principales, el conflicto político y el conflicto económico.

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Cabe recordar que históricamente el PJ no ha logrado dirimir sus internas con las herramientas adecuadas de la democracia. Esto produce crisis institucionales porque los hechos se imponen al derecho. Durante la semana que pasó, asistimos a un claro golpe institucional interno, perpetrado por la actual vicepresidenta de la Nación y los sectores kirchneristas más irresponsables de la coalición de gobierno.

La gente pide estabilidad, paz, unión y trabajo. Frente a eso, la vicepresidenta respondió con intrigas de palacio, quizás por búsqueda de más impunidad, quizás porque está a muy poco de perder la mayoría automática en el Senado que manejó como escudo a sus problemas de corrupción. Es hora de que, ambos, Presidente y Vicepresidenta, asuman la responsabilidad y resuelvan sus internas siguiendo las reglas institucionales.

La Vicepresidenta debe saber que fue elegida para presidir el Senado y no para indicarle al Presidente cómo armar su gabinete. Por su parte, el Presidente debe recuperar la autoridad, elegir a sus colaboradores y ministros; ejercer el poder y ponerse a trabajar en los problemas más urgentes de la ciudadanía. Con la conformación del nuevo gabinete, está claro que es Cristina Kirchner quien logró imponerse en la mayoría de los nuevos nombres.

Pero cabe aclarar que Alberto Fernández no es víctima, ni inocente, fue un gran irresponsable porque privilegió su deseo de ser presidente sabiendo que no iba a poder gobernar. Aceptó ser un presidente testimonial. Lo que pasó durante la semana es que el problema no es que renuncien en masa ministros, que hasta en algunos casos le hacen un favor al Presidente.

El problema radica en que el presidente Alberto Fernández se queda sin apoyo legislativo, porque los legisladores nacionales del Frente de Todos responden al Instituto Patria y no a Balcarce 50. Y con el mensaje que le mandó Cristina Kirchner, Alberto Fernández tenía tres opciones. Acepta los cambios que la vicepresidenta quiere hacer y asiente todo en una rendición que entrega hasta su poder formal, renuncia y adelanta las elecciones.

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O, la más improbable por sus conductas anteriores, la enfrenta y asume el gobierno de una vez con el peronismo no K, gobernadores, Sergio Massa y los sindicatos, si es que se animan a ponerse los pantalones largos y dejar de ser rehenes de Cristina Kirchner. Y cumple así con la falsa promesa que les hizo a muchos para que vayan al gobierno y vuelvan al mando de Cristina, diciéndoles que él iba a independizar al peronismo de Cristina y de La Cámpora.

Este es un problema del Gobierno y desde dentro del Gobierno. No es por las elecciones solamente, era inevitable que esto sucediera. El “acuerdo” al que llegaron Alberto Fernández y Cristina Kirchner es apenas la punta del iceberg ya que todavía resta definir qué es lo que sucederá con el rumbo económico. Es decir, o el kirchnerismo gana la pulseada interna y se radicaliza la economía, o la prudencia termina inclinando la balanza de la coalición.

Y si de economía hablamos, la realidad es que el gobierno está en problemas. No puede aspirar siquiera a un equilibrio presupuestario, tampoco puede hacer en estos dos meses ningún ajuste, como le pide el FMI, porque pierde más votos. En ese marco, está claro que no haber tenido un plan económico ni un plan de gobierno desenmascaró la improvisación permanente. Los próximos 60 días serán de pura tensión.

El espacio gobernante hasta ahora solía salir de un conflicto con otro conflicto. Pero ahora, la única salida es que todos los espacios políticos coordinen medidas para dejar de seguir bajando nuestro estándar económico en todos los niveles, y así convertirnos en un país que vaya hacia un acuerdo general con la esperanza de fortalecer nuestra República. En ese sentido, cabe destacar algo positivo en medio de tanta desazón.

Y es que las PASO fueron para la gran mayoría de los argentinos, una bocanada de aire fresco, la posibilidad de la apertura de una puerta a la esperanza. La expresión de un pueblo que hace de su voto el instrumento para cambiar las cosas. La idea de la alegría volvió a aparecer en millones de argentinos luego de un par de años muy duros de desazón, incertidumbre y fragilidad causada por la pandemia y el mal desempeño del gobierno para enfrentarla.

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