En medio de la ola de contagios de coronavirus en China, tras el levantamiento de gran parte de las restricciones al abandonar la estrategia de “cero COVID”, el mundo comienza a mirar con preocupación la migración de más de 50 millones de viajeros provenientes de Beijing por el inicio del periodo de 40 días conocido como “Chunyun”, que sucede cada año durante el Año Nuevo del gigante asiático.
Durante el “Chunyun”, periodo en el que se produce la mayor migración anual del mundo, varios países decidieron imponer nuevas restricciones para los viajeros provenientes de China, un país azotado por un aumento de los casos desde que decidió flexibilizar su estricta política sanitaria.
Las vacaciones de tres días por el Año Nuevo Lunar provocaron el movimiento de 52,7 millones de personas en el primer periodo festivo desde que se eliminó el control absoluto que ejercía el Partido Comunista, cuya cifra muestra una recuperación del 42,8% en comparación con las cifras de las mismas fechas en 2019, antes del inicio de la pandemia.
El crecimiento en el volumen de pasajeros es considerado como una respuesta al anuncio de las autoridades, a comienzos del pasado mes de diciembre, con el que pusieron en marcha el desmantelamiento de las restricciones que se fijaron para hacer frente al virus durante los últimos tres años.
De acuerdo a estimaciones del Ministerio de Transporte del gigante asiático, se espera que alrededor de 2.090 millones viajes en suelo chino entre el 7 de enero y el próximo 15 de febrero, un aumento del 99,5% con respecto al 2022.
Al recuperar la posibilidad de realizar los desplazamientos interprovinciales con normalidad, algo para lo que hasta hace poco tiempo existían numerosas restricciones, se encendieron todas las luces de alarma por la inevitable suba de casos de coronavirus.
En las áreas rurales de China deberán garantizar el “suministro de medicinas” durante el Año Nuevo Lunar, ya que se espera un aumento de los casos de covid en las zonas no urbanas debido al flujo de viajeros, según explicó una experta de la Comisión Nacional de Sanidad.
Las restricciones que acompañaban a la estricta política llevaban vigentes casi tres años y consistían en confinamientos donde se registrasen casos, el cierre de fronteras, el aislamiento de todos los infectados y sus contactos cercanos, y pruebas PCR constantes a la población.
Al levantarse las restricciones y generarse una rápida propagación del virus, en China comenzaron a aumentar las dudas sobre la fiabilidad de los datos oficiales de contagios y muertes, que registraron a penas un puñado de fallecimientos recientes por la enfermedad pese a que localidades y provincias calcularon que se contagió una proporción significativa de su población.
Lo cierto es que a pesar de los contagios, la imagen que se repite a lo largo y a lo ancho de China es la de andenes de las estaciones de tren colmados por personas que aún se muestran temerosas pero con ganas de viajar a sus hogares familiares, la mayoría en las zonas rurales.
Hospitales desbordados y crematorios saturados
Con el fin de los test PCR sistemáticos a gran escala y la posibilidad de aislarse en domicilios particulares en los casos leves y asintomáticos, el país está registrando cifras máximas de infecciones. El último recuento nacional de este jueves fue de 9.548 nuevos casos y cinco muertes.
A pesar de que los hospitales chinos están desbordados y los crematorios saturados, las autoridades informan de muy pocas muertes relacionadas con el coronavirus, motivo por el que la Organización Mundial de la Salud (OMS) denunció los métodos controvertidos de Pekín para contabilizar a las víctimas del coronavirus.
Las autoridades sanitarias chinas publican un recuento diario de nuevos casos, casos graves y muertes, pero esas cifras sólo incluyen los casos confirmados oficialmente y utilizan una definición muy limitada de las muertes relacionadas con COVID.