Desde las primeras luces del día, una marea humana de comuneros y comuneras de todas las edades y rincones del territorio se congregó con banderas, atuendos tradicionales y corazones latiendo al ritmo de la tierra. Fue una convocatoria plural y representativa, expresión clara de un pueblo que eligió la unidad como camino y la esperanza como bandera.
La jornada comenzó con una misa cargada de simbolismo en la Iglesia San Ramón Nonato, donde el espíritu comunitario se hizo oración. Luego, la caravana se dirigió a la Casa de la Gobernanza de los Amaicha, donde se realizó el ancestral ritual de hermanamiento con la Pachamama, encabezado con profunda solemnidad por Doña Eva Arregues, Pachamama 2025, portadora del espíritu femenino y protector de la Madre Tierra en la cosmovisión diaguita-calchaquí.
Con el viento como cómplice, se izaron las banderas de la República Argentina y de la nación diaguita, mientras el Himno Nacional se cantó con respeto, lágrimas y puños apretados. El acto fue una declaración política de identidad: somos parte del país, pero también somos una nación viva, con historia, gobierno, cultura y territorio.
En el escenario central, y rodeado de caciques y caciquas de otras comunidades, autoridades del INAI y CPI, y una multitud expectante, Horacio Emmanuel Díaz recibió el bastón simbólico del liderazgo. En su discurso, convocó con firmeza a la unidad como principio rector de este nuevo ciclo:
“La desunión no nos lleva a nada. Hoy no ha ganado Horacio Díaz, hoy ha ganado la comunidad. Vamos a trabajar de menos a más, paso a paso, sin dejar a nadie atrás”.
No habló solo un dirigente: habló un hijo del valle, un trabajador de la tierra, un soñador con raíces profundas y alas de proyecto. Su historia como emprendedor vitícola —al frente de la Cooperativa Agroindustrial Los Zazos Ltda., con su vino emblema Cédula Real 1716— es el reflejo de un modelo de desarrollo con identidad: producción, cultura, arraigo y futuro para y desde el territorio.
Durante su mensaje, destacó la riqueza cultural y productiva de Amaicha:
“Nuestros artesanos, músicos, gauchos, productores agrícolas y ganaderos, nuestras danzas, la gastronomía, la arqueología viva, los paisajes sagrados… Todo forma parte de una herencia incalculable. Debemos desempolvar viejos sueños y encender nuevos fuegos. Escuchar a nuestros mayores y caminar con la fuerza de los jóvenes hacia el Amaicha que soñamos”.
Las palabras se transformaron en fiesta. El acto culminó con una comida comunitaria, donde se compartieron sabores ancestrales, historias familiares, y un festival folclórico que, entre guitarras, cajas y danzas, celebró la vida, la cultura y la decisión colectiva de seguir caminando juntos. El sol se fue despidiendo lentamente, como bendiciendo la escena con su último rayo.
El 1° de junio no fue solo una transición institucional. Fue una reafirmación de los valores que sostienen a esta comunidad milenaria: identidad, autonomía, memoria, participación y justicia comunitaria. Amaicha del Valle no solo eligió un cacique: eligió creer en sí misma.
El nuevo tiempo ya comenzó. Con corazón firme, mirada colectiva y pies descalzos sobre la tierra sagrada, Amaicha camina hacia el futuro con dignidad, cultura y gobierno propio.
