“Carlos es un hombre que tenía muchos problemas. Hacía 22 años que estaba casado: para él eso era un problema. Tenía cuatro hijos. Y tenía cuatro amantes: la más joven de 21 años. Él tenía 40. Dos trabajos: chofer de una prepaga y chofer de otra prepaga. El hombre tenía que mantenerlas. ‘¿Entonces qué hago?’, pensó. Sacó un préstamo que no podía pagar. ¿Qué quería hacer Carlos Marcovich? Quería irse de este planeta. Quería morirse. Quería irse a la Luna. Quería desaparecer y no tener que ver nada con nadie”.
Quien habla es Ricardo Canaletti, el periodista que cubre policiales en El Trece y creó Cámara del Crimen en TN. De quien habla es de Carlos Marcovich, el tucumano que conmovió a la opinión pública en 200 cuando fingió su propia muerte, acosado por los prestamistas y tomó una terrible decisión: “Fue a una esquina de linyeras, lo llamó a uno, lo hizo subir al auto, lo recibió con una botella de Fernet con Coca hasta que quedó inconsciente. Marcovich bajó del auto, le puso sus efectos personales y lo prendió fuego al tipo, lo mató”.
Marcovich quiso simular que el hombre prendido fuego era él mismo: “En las afueras de Tucumán aparece el auto de Marcovich todo quemado. Adentro del auto había un cadáver. Todos piensan: ‘Se murió Marcovich’. Llega la Policía, empieza a ver y resulta ser que lo que quedaba de la malla del reloj era del reloj que usaba Marcovich. Los documentos en el asiento del acompañante eran de Marcovich, la cadenita de oro era de Marcovich. Cuando se la muestran a la mujer, ella confirma que sí, eran de él. La mujer iba a preparar el velorio, pero había algo que le llama mucho la atención a ella y a los policías. En los jirones de ropa había piojos. Y Marcovich era un tipo higiénico. Raro”, detalla Canaletti.
“En el velorio de Marcovich se preguntaban qué le pasó. Había logrado lo que él quería: sacarse los problemas de encima, desaparecer. Hasta que una de las vecinas del barrio donde vivía, dos días después, dice: ‘Che, che, ese es Marcovich’. Resulta que Marcovich andaba de la mano a las 7 de la mañana con una de las amantes tratando de entrar a la casa de sus hijos a buscar un bolso, pero como ve que hay gente que andaba dando vueltas, se va.A los días se presenta en la comisaría: ‘Yo soy Marcovich, el muerto’. Los muertos no hablan. ¿Quién es Marcovich?, le dice el cana. El tipo quería desaparecer”.
Las crónicas de Clarín que cubrieron el caso a través de la corresponsalía en Tucumán indican que Marcovich dijo que el 25 de abril del 2000, a las 22.30, había salido en su auto de su casa de Ernesto Padilla al 500. Que al parar en un cruce con semáforo dos hombres lo habían encañonado y se habían subido al auto. Y que luego fue obligado a dirigirse hacia San Pablo, donde había sido bajado “a patadas”. Agregó que los delincuentes le habían robado 400 pesos, su reloj y la billetera. Pero lo cierto es que el fiscal Abraham Musi nunca le creyó y aseguró: “Tengo casi todos los elementos para llevar la causa a juicio en los próximos días. Se espera la declaración de los últimos tres testigos, que podrían marcar la relación entre Marcovich y Carrizo”.
Carrizo era Juan Carlos Carrizo, de 42 años, un vagabundo conocido y querido por los vecinos del barrio de La Ciudadela, donde la víctima se reunía con otros de su misma condición. Rosa Cortez era la esposa de Marcovich. Con el correr de los días y el avance de la investigación se fueron descubriendo las andanzas de Marcovich, que mantenía relación con varias mujeres.
Marcovich tenía una vida sentimental agitada. La Justicia encontró en el gabinete de la oficina donde trabajaba 11 fogosas cartas de amor, que al menos tres mujeres distintas le habían escrito en los últimos meses. En algunas de esas cartas decía cosas como: “Sos lo mejor que me pasó en la vida”; “No puedo olvidar la noche que pasamos juntos”; “No veo la hora de volver a encontrarnos”; “Volví a descubrir lo que es el amor”, y “Sueño con poder estar juntos para siempre”.
Tal como se supo, Marcovich había iniciado una relación con la médica Viviana Abraham, compañera de él en una empresa de medicina prepaga. Según Abraham, pasaba más tiempo con ella que con su esposa. Luego salió a la luz su relación con Mary Sánchez, una compañera del Siprosa, de quien fue pareja durante 14 años. Sánchez tiene 4 hijos, pero negó que alguno de ellos fuera de Marcovich. La mujer, por aquel entonces, había declarado que “es un hombre callado y con pocos amigos”. Dijo que lo conoció en el trabajo, y que sabía que estaba casado. “Lo que no sabía era que tenía otra amante. De eso recién me enteré en febrero, y en marzo dejé de verlo”.
Ahora bien, ¿qué pasó con Marcovich? Ese mismo año lo juzgaron y condenaron a prisión perpetua como culpable de “homicidio agravado por ensañamiento y alevosía”. Pero siguió en libertad mientras se resolvía una apelación. Cuando al año siguiente la Corte Suprema de Justicia de la Nación ratificó la condena y fueron a buscarlo para llevarlo a la cárcel, Marcovich se había esfumado. “Durante cinco años la Justicia le perdió el rastro. Sin embargo, según informaron fuentes de la Policía tucumana, poco tiempo atrás un informante dio el dato preciso: estaba en Neuquén”, consigna Clarín.
Una comisión policial viajó a Neuquén y pidió la colaboración de la Policía local. Las averiguaciones para dar con él incluyeron el banco de datos de la ANSES. De allí saltó que Marcovich trabajaba como cosechero de fruta para una empresa de capitales extranjeros en la localidad de El Chañar, situada a unos 70 kilómetros de la capital neuquina. Tras seis años sin novedades de su paradero, Marcovich se entregó mansamente a la Policía, no sin antes despedirse de su última amante: una porteña mucho más joven que él, incrédula de la historia que rodeaba a por su entonces pareja, la historia del hombre que fingió su propia muerte, asesinó a un hombre y tuvo en vilo a todo un país.